Tomasz Mackiewicz, de la hero¨ªna al Nanga Parbat
Retrato de un alpinista fuera de norma, desaparecido tras conquistar la m¨ªtica cima al s¨¦ptimo intento
Tomasz Mackiewicz empez¨® a morirse instantes despu¨¦s de abandonar la cima del Nanga Parbat (8.125 m), justo tras alcanzar un sue?o al que hab¨ªa dedicado los ¨²ltimos siete inviernos. No cabe iron¨ªa mayor. Acababa, tambi¨¦n, de celebrar su 43? cumplea?os. El caso es que err¨® al quitarse las gafas de ventisca para seguir el camino, y cuando quiso descender lo hizo a ciegas, apoy¨¢ndose en su compa?era, la francesa Elisabeth R¨¦vol, apenas 43 kilos de peso. Pero, a¨²n siendo grave, no ser¨ªa ese su mayor problema. Juntos atinaron a refugiarse en el interior de una grieta, desde donde R¨¦vol pidi¨® ayuda con su tel¨¦fono v¨ªa sat¨¦lite. Tomasz (o Tomek) sufr¨ªa evidentes s¨ªntomas de edema (¡°sangraba abundantemente por la boca¡±, explicar¨ªa la francesa) y era incapaz de moverse. La ¨²nica ayuda posible estaba a kil¨®metros de distancia, en el campo base del K2. ¡°Me dijeron que tratase de perder altura sin mi compa?ero, que un helic¨®ptero ir¨ªa en su b¨²squeda m¨¢s tarde¡±, declarar¨ªa desde el hospital la alpinista francesa, milagrosamente rescatada por Dennis Urubko y Adam Bielecki.
Pero no hubo rescate para Tomek, una figura que deja en suspenso una pregunta. Tambi¨¦n mujer y tres hijos. Ni era un alpinista de pedigr¨ª, ni un deportista de ¨¦lite patrocinado, ni parec¨ªa preocupado por otra forma de hacer monta?a que no fuese en el Nanga Parbat y en invierno, un lugar donde nadie desea estar realmente. ?Por qu¨¦ ansiaba tanto peregrinar un invierno tras otro para sufrir un fr¨ªo atroz, horas de g¨¦lida espera, peligro y acci¨®n al l¨ªmite de lo soportable?
Emilio Previtali conoci¨® a Tomek en el Nanga, en el invierno de 2014. Su amistad se consolid¨® con el tiempo, cuidando su relaci¨®n a trav¨¦s de llamadas, emails y mensajes, tanto es as¨ª que Previtali, esquiador extremo y documentalista preparaba un trabajo sobre la figura de su nuevo amigo: ¡°Tomek era un so?ador. Buscaba sus l¨ªmites no por la ambici¨®n de superarlos, de sacar pecho, sino por el placer de vivir la experiencia y disfrutarla. Deseaba experimentar el sentido de la aventura absoluta que conocieron los primeros exploradores de las monta?as. No le interesaba el reto deportivo, ni sent¨ªa que compet¨ªa con nadie, y si sab¨ªa c¨®mo y d¨®nde entrenarse no era, en cambio, un atleta en el sentido cl¨¢sico del t¨¦rmino. De hecho, era lo opuesto a un atleta y lo m¨¢s parecido a un explorador o a un hombre de monta?a. Pod¨ªa pasarse d¨ªas enteros sin salir de la tienda, esperando, sin sentir la necesidad de moverse, dominando el impulso de actuar. Era un esp¨ªritu inquieto pero al mismo tiempo ten¨ªa un extraordinario dominio de sus pensamientos y sentimientos. No creo haber conocido a nadie m¨¢s libre y centrado en sus objetivos¡±.
Los objetivos de Tomek pasaban por ahorrar de la forma que fuese el dinero necesario para viajar a Pakist¨¢n, pagar el permiso de cima y disponer de comida con la que pasar todo el invierno esperando una oportunidad de viajar hasta la cima del Nanga Parbat. A veces, para ahorrar solo compraba el billete de ida. Otras, tiraba de crowdfunding para reunir el dinero necesario. Con su ajustad¨ªsimo presupuesto lleg¨® incluso a prescindir de los porteadores que acarrean la impedimenta de los alpinistas (tiendas, comida, cocina y dem¨¢s material) hasta el campo base. Y as¨ª, cargado ¨¦l y su compa?ero como mulas, llegaron tan agotados hasta el pie de la monta?a que una vez all¨ª se miraron y convinieron que estaban tan fundidos que el ¨²nico camino por recorrer era el de regreso.
Sin embargo, Previtali niega rotundamente que su amigo tuviese una obsesi¨®n: a su entender, su af¨¢n ten¨ªa mucho m¨¢s que ver con un compromiso vital. ¡°Aquellos que nunca tendr¨¢n ni por asomo su capacidad de focalizar todos sus esfuerzos en un objetivo dir¨¢n de ¨¦l que era alguien obsesionado. Para Tomek, el Nanga era una especie de lugar seguro, por rid¨ªcula que parezca esta idea. Estaba seguramente m¨¢s en paz consigo mismo los meses que pasaba esquivando peligros en la monta?a, que en Polonia viviendo una vida que, en su caso, era una espera fastidiosa entre expedici¨®n y expedici¨®n¡±, asegura Previtali.
En 1990, al poco de entrar en la escuela secundaria y tras una infancia bajo la tutela de sus abuelos, Tomek estuvo tres a?os fuera del mundo, enganchado a la hero¨ªna y durmiendo en las calles. Su hermana lo rescat¨® y le oblig¨® a desintoxicarse en el centro para drogadictos de Monar, en Masuria. Tres meses despu¨¦s se sinti¨® capaz de seguir el curso de su vida, pero el primer camino que emprendi¨® le llev¨® directo a un nuevo chute. Esta vez, pasar¨ªa dos a?os rehabilit¨¢ndose y haciendo de chico para todo o criado en el centro. Aprendi¨® a ser fuerte. Ya nunca encajar¨ªa en los c¨¢nones de normalidad que defiende la sociedad, as¨ª que recorri¨® el planeta a dedo, trabaj¨® con leprosos en la India y record¨® que antes de probar la hero¨ªna exist¨ªa algo que le hac¨ªa sentir bien: escalar.
Polonia tiene un idilio con el himalayismo invernal: casi todas las monta?as de m¨¢s de 8.000 metros conquistadas en invierno cayeron en las manos de alpinistas polacos. Forma parte del Adn de su alpinismo. Pero Tomek era una c¨¦lula libre, alguien ajeno incluso al marco oficial y por eso se le negaron las ayudas que garantizaba la Asociaci¨®n Polaca de Monta?ismo. Tomek estaba fuera del sistema oficial porque, tal y como sol¨ªa admitir, carec¨ªa de la experiencia que atesoraban otros alpinistas polacos. Los alpinistas reconocidos de su pa¨ªs le miraban de reojo, con cierta sospecha: no sab¨ªan qui¨¦n era, de donde proced¨ªa, y no imaginaban lo mucho que deseaba el Nanga Parbat. Pero todos se rascaron la coronilla cuando, al tercer intento, alcanz¨® la altura de 7400 m: nadie, y menos en solitario, hab¨ªa llegado tan alto desde la expedici¨®n polaca de 1997 dirigida por una leyenda como Andrzej Zawada.
Asegura Previtali que nunca conoci¨® a un alpinista m¨¢s profesional: ¡°Era tremendamente preciso y meticuloso a la hora de planificar sus expediciones porque trabajaba al mil¨ªmetro con un presupuesto rid¨ªculo. Con casi nada, lograba lo que otros, con muchos m¨¢s medios, ni siquiera imaginaban lograr¡±.
Los tres primeros inviernos, Tomek comparti¨® expedici¨®n ¨²nicamente con su compatriota Marek Klonowski, pero el cuarto invierno cuatro alpinistas polacos m¨¢s se sumaron a la pareja. El equipo pas¨® ?90 d¨ªas! monta?a arriba y abajo, y a ¨²ltima hora no ten¨ªan nada que echarse a la boca. Una ma?ana, Tomek visit¨® en su tienda a Emilio Previtali. Para su enorme sorpresa, le tendi¨® un fusil Kalashnikov que hab¨ªa alquilado a uno de los militares que custodian la frontera con la India. Ten¨ªa tres balas y el precio del alquiler quedar¨ªa fijado por el n¨²mero de proyectiles gastados. Tomek nunca hab¨ªa disparado un arma, pero estaba seguro de poder cazar una cabra salvaje valle abajo. La primera bala ser¨ªa de prueba, las otras dos para comer. Cuando el hombre regres¨® sin su pieza de caza, Simone Moro, que ese a?o compart¨ªa expedici¨®n con Previtali y David G?ttler, compr¨® dos cabras a sus porteadores y se las regal¨® al grupo polaco, lo que les permiti¨® estirar a¨²n m¨¢s su estancia. Mientras quedase invierno, el Nanga segu¨ªa siendo un objetivo. Tomek y G?ttler alcanzaron los 7.200 metros; un a?o despu¨¦s, Tomek y Elisabeth R¨¦vol renunciaron a 7.800 metros y a 7.600 al a?o siguiente. Por supuesto, regresaron ¨¦ste invierno. Hicieron cima. Tomek nunca bajar¨¢. Quiz¨¢ no hubiese sabido qu¨¦ hacer sin el invierno en Pakist¨¢n. A veces bromeaba se?alando que hab¨ªa dejado una droga para consumir otra. Por supuesto, se re¨ªa de s¨ª mismo y de todos aquellos que, desde ya, le juzgan sin saber cu¨¢nto esfuerzo, preparaci¨®n e insistencia es preciso desarrollar para ser, como dice Previtali, aut¨¦nticamente ¡°libre¡±.
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