Quini: ¡°?Qu¨¦ vas a hacer! La vida hay que tomarla como viene¡±
EL PA?S recupera una entrevista de 1982 con el m¨ªtico delantero asturiano tiempo despu¨¦s de su secuestro. En ella, el ovetense habla sobre sus ¨ªdolos sobre el c¨¦sped, su ni?ez y el origen de su apodo
Es, por excelencia, el pichichi del f¨²tbol espa?ol. Enrique Castro, Quini, 32 a?os, el vieyu y el rapac¨ªn entre los veintid¨®s jugadores que vestir¨¢n la camiseta nacional en el Mundial. El vieyu porque a Quini poco le puede ense?ar la vida. Muy poco. El rapac¨ªn, por sus ganas de vivir, porque quiere ser el ni?o "rebolera" que no para un momento, travieso hasta decir ?basta!, bromista hasta el l¨ªmite del disgusto. A Quini le secuestraron unos extra?os. A sus 32 a?os ya sabe qu¨¦ es la vida, el amor, la fama, el dinero y el miedo. "La vida hay que tomarla casi en broma, si la tomas en serio yo creo que te mueres en unos d¨ªas".
Rebobinen su memoria y det¨¦nganla en el mes de marzo de 1981. Miles de espa?oles, a primera hora de la noche, se encontraban delante del televisor viendo c¨®mo Espa?a, la selecci¨®n espa?ola de futbol, ganaba en el templo-sagrado, el estadio de Wembley, a la "p¨¦rfida Albi¨®n". Zamora acababa de meter el segundo gol cuando en esos transistores que zumban como avispas los d¨ªas de partido alrededor de la pantalla de televisi¨®n se o¨ªa un flash informativo, una urgencia: "Quini ha sido liberado". A algunos se les hizo un nudo en la garganta. El pichichi espa?ol, despu¨¦s de un largo mes de secuestro, sal¨ªa de una catacumba zaragozana para volver a vivir en libertad. La victoria sobre la selecci¨®n inglesa... estupendo, ?qu¨¦ bien!, un triunfo que deb¨ªa celebrarse, pero otro d¨ªa.
Los transistores bramaron en la noche. A las dos de la ma?ana, minuto m¨¢s minuto menos, Quini llegaba a Barcelona. La afici¨®n, los espa?oles, estaban all¨ª; iban a recibirle entre aplausos y un llanto contenido. ?l, demacrado, con barba de varios d¨ªas, pelo revuelto y ojos desorbitados, no pod¨ªa reprimir las l¨¢grimas y comenz¨® a llorar entre "gracias, gracias a todos, gracias". Fotos, abrazos, y al fondo Mari Nieves, su esposa, la mujer de los ojos tristes de aquel a?o.
"?Qu¨¦ vas a hacer!, fiu, la vida hay que tomarla como viene. Pas¨® y Pas¨®. La mujer y los familiares lo pasaron peor que yo. Yo sab¨ªa que ellos estaban bien, pero ellos no sab¨ªan c¨®mo estaba yo. Gracias a Dios, pas¨® todo. Olvidar no se puede olvidar, porque yo nunca olvidar¨¦. Hizo un a?o en marzo que acab¨® el secuestro y a veces voy para la cama y lo sue?o, me viene solo a la cabeza. Pero, ?qu¨¦ vas a hacer!, la vida es as¨ª".
Enrique Castro, Quini, habla serio, en serio y con la mirada ausente, lejana. Todav¨ªa piensa en el miedo que pas¨® encerrado en aquel dormitorio disimulado. "Yo no s¨¦ explicar qu¨¦ es el miedo. Es dif¨ªcil. Yo pas¨¦ mucho miedo, hasta caer al suelo. No s¨¦ c¨®mo explicarlo. Yo pas¨¦ miedo, miedo de verdad. Yo s¨¦ qu¨¦ es pasar miedo". La palabra le obsesiona, la voltea en la boca, la repite sin cesar y no llega a ning¨²n sitio con ella. Seguro que a¨²n le hace da?o esa maldita palabra que transforma su rostro risue?o y juguet¨®n en una cara apagada, confusa frente a los recuerdos.
"Yo no tengo nada contra mis secuestradores. A lo mejor soy muy distinto a todos. Ellos est¨¢n pagando ahora su culpa y cuando acaben de cumplir lo que le corresponda, yo no s¨¦ los meses o a?os que les van a caer, cuando acaben eso y los vea por ah¨ª igual me tomo una cerveza con ellos".
Un paquet¨ªn de mininos
Quini se olvida incluso de su acento asturiano cuando habla de su drama. "?Claro que pens¨¦ en la muerte!, y me asustaba la forma en que pod¨ªa llegar. A m¨ª me gustar¨ªa morirme de un fogonazo, as¨ª, pam, no sufrir, r¨¢pido... enfermo, no, por Dios".
Pregunta.??Tiene usted idea de lo que pueda ser la eternidad?
A Quini se le acaban pronto las pilas trascendentes, no quiere seguir por ese camino, da un respingo en el asiento, una palmada y r¨ªe. Vuelve a emplear el acento asturiano.
Respuesta.??D¨®nde est¨¢ esa se?ora, la viste pasar por aqu¨ª? Yo no la conozco.
P. Tiene fama de bromista.
R. No hagas caso. Es que te tienes que divertir. Vienes a una concentraci¨®n y qu¨¦ vas a hacer. Son muchas horas con veintid¨®s t¨ªos.
Por nuestro lado pasa un federativo con un manojo de papeles en la mano. Ni corto ni perezoso, Quini interrumpe la conversaci¨®n, engola la voz, adopta una postura ministrable y comenta: "No, ahora no, ya lo firmar¨¦ ma?ana". Gira el cuerpo y se dirige de nuevo hacia m¨ª ajust¨¢ndose el nudo de una corbata imaginaria: "Soy un hombre muy ocupado, ?sabe usted? ?Por d¨®nde ¨ªbamos?". Y otra vez le vuelve a salir la risa a borbotones. "T¨² qui¨¦s hundime, ya lo s¨¦. A ver qu¨¦ escribes despu¨¦s".
P. Siempre rodeado de gente imagino que debe ser muy mimoso.
R. ?Yo? Huy, yo soy un paquet¨ªn de miminos. (Se pasa la mano por la barba de dos d¨ªas) ?No ves?, con esta carita me dan mimos y me derrito. (Engola de nuevo la voz) Vas a hundime con esta entrevista.
P. ?Tierno?
R. A veces en casa me pongo tierno.
P. ?C¨®mo se declar¨® a su mujer, Mari Nieves?
R. No, home, no. Yo no me declar¨¦. Yo soy un tocho para eso. Empezamos a salir de cr¨ªos en Avil¨¦s y no hizo falta decir nada.
P. ?Qu¨¦ piropo le echa cuando llega a casa?
R. No, no lo quiero decir. Yo soy muy formal¨ªn, yo no soy de los que pegan pellizcos en el cul¨ªn. Cuidao, eh, cuidao con lo que pones.
C¨®mo es Quini de verdad, c¨®mo es en su casa, es un secreto que guarda con celo. Y para guardar el secreto ¨¦l utiliza el buen humor
No hay manera. Quini desarma cualquier intento de formalidad. Se rasca la cabeza, el pelo que le queda, porque ya clarea. "N¨¢, esto aguanta. ?Bastante dur¨® ya; 32 a?os! Mira, as¨ª, c¨¢ese un poquit¨ªn por aqu¨ª y por aqu¨ª y queden las entradinas esas de inteligente. Tengo un tesoro en la cabeza. Remacha con un gesto c¨®mico. Parece inquieto, espera ¨¢vido la siguiente pregunta y responde r¨¢pido.
P. ?A qu¨¦ se va a dedicar cuando sea mayor?
R. Ya soy mayor, si tengo barba y todo.
P. ?Cu¨¢nto dinero tiene?
R. Debo, debo bastante. Siete millones, ocho, yo qu¨¦ s¨¦. Seg¨²n est¨¢n las cosas en este pa¨ªs vale m¨¢s deber que tener.
P. O sea, que usted vale mucho.
R.?N¨¢, yo no valgo nada... hasta, que me metan preso un d¨ªa, que no faltar¨¢ mucho.
P. Usted es un bromista.
R. No, hombre, yo soy un poquit¨ªn m¨¢s serio, ?oh! Lo que pasa es que a m¨ª g¨²stame enredar. Para cuatro d¨ªas que vive uno no puedes estar amargado.?
Sus compa?eros de la selecci¨®n espa?ola pueden dar fe de las ganas de vivir y de enredar de Quini. Dicen de ¨¦l que es un "rebolera". No para en ning¨²n sitio; va de juego en juego sin acabar una partida; hoy le tira un cubo de agua al preparador f¨ªsico mientras toma el sol; ma?ana le hace "la petaca" en la cama a quien pilla m¨¢s a mano. Son 32 a?os los que lleva encima, pero los lleva como un rapac¨ªn. C¨®mo es de verdad, c¨®mo es en su casa, es un secreto que guarda con celo. Y para guardar el secreto ¨¦l utiliza el buen humor.
Quiero meter un chicharr¨ªn a todos
Enrique Castro en Avil¨¦s, Astunas, con los salesianos. Su historia la describe as¨ª: "Hice el bachiller y luego el golfo, nada, me met¨ª en el peloto ¨¦ste, tuve suerte y ya est¨¢". Siempre cuenta que en el colegio le "echaron del coro". "El cura hizo unas pruebas y nosotros pasamos uno por uno por una tarima. A m¨ª me dijo que cantara aquella canci¨®n que estaba tan de moda... (intenta tararearla), s¨ª, hombre, aquella... ?la ovejita lucera! Madre, ech¨®me de all¨ª. El cura me dijo, 'anda, marcha que t¨² matas el cante'. No se me olvida jam¨¢s, si ti¨¦n un rifle al lado p¨¦game un tiro".
En su Asturias natal fue criticado con dureza hace un a?o, cuando el Barcelona gan¨® la Copa del Rey al Sporting de Gij¨®n. El partido se jug¨® en el estadio Manzanares y Quini meti¨® dos goles. "Asturias no se port¨® mal, c¨®mo lo va a hacer (por segunda vez vuelve la seriedad a su voz y su cara). No se puede catalogar a todos del mismo modo porque haya un grupo que no comprenda qu¨¦ es la profesionalidad de un hombre. Yo voy ahora all¨ª y tengo los mismos amigos, incluso m¨¢s. Aquello fue un peque?o enfado de cr¨ªos. No pas¨® nada".
Le llaman Quini porque a su padre, que tambi¨¦n fue futbolista, le dec¨ªan as¨ª. En Barcelona, en la plantilla del Bar?a, le apodan Quinocho. En El Molin¨®n, el campo del Sporting de Gij¨®n, le gritaban "brujo". Cada vez que el equipo sacaba un c¨®rner los aficionados repet¨ªan el "ahora, ahora, ahora brujo, ahora". Quini comenz¨® a jugar con los salesianos en infantiles y juveniles; con la selecci¨®n juvenil se proclam¨® campe¨®n de Europa; luego debut¨® en tercera divisi¨®n con el Ensidesa y por fin en el Sporting de Gij¨®n. Desde hace dos a?os milita en el Bar?a. Quini es el pichichi por excelencia del f¨²tbol espa?ol de los ¨²ltimos tiempos. Es un goleador nato.
P. ?A qu¨¦ portero le hubiera gustado batir y no lo ha conseguido?
R. No tengo preferencias. Yo lo que quiero es eso... colarles un chicharr¨ªn a todos.
P. ?Qu¨¦ le falta por aprender?
R. Nada, lo que no aprendiste ya, a estas alturas de curso...
Quini elogia a Satr¨²stegui y Santillana, los otros dos jugadores que con ¨¦l disputar¨¢n el puesto de delantero centro en la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol, y admira profundamente a Johan Cruyff. "?C¨®mo no me voy a acordar de ¨¦l! Fue de los pocos que vinieron a Espa?a y nos ense?¨® mucho. Me hubiera agradado jugar con ¨¦l. Verle en el campo era un espect¨¢culo. Desde que se fue Cruyff no vino nadie que le igualara".
P. ?Ceder¨ªa su puesto si con ello se garantizara el triunfo de la selecci¨®n espa?ola?
R. Naturalmente. S¨ª.
P. ?Qui¨¦n ganar¨¢ el Mundial?
R. Cualquiera de las veinticuatro selecciones que lo disputar¨¢n. Espa?a puede ganar, ?por qu¨¦ no? Lo ¨²nico que necesita es ganar partidos, ganar partidos, ganar partidos, ganar partidos...
Se levanta mientras repite "ganar partidos". Desde la puerta vuelve a insistir con una sonrisa en los labios: "?A ver lo que pones!"
Este art¨ªculo apareci¨® publicado en la edici¨®n impresa del Lunes, 24 de mayo de 1982.
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