Una historia de amor
Gyula Grosics no pudo jugar en el Ferencvar¨®s, el club del que siempre fue hincha, hasta poco antes de morir
En marzo de 2008 el Ferencvar¨®s h¨²ngaro disput¨® un partido amistoso con el Sheffield United. En la alineaci¨®n titular jug¨® el portero Gyula Grosics, de 82 a?os. Pelo abundante, blanqu¨ªsimo y buena forma f¨ªsica, si bien no lleg¨® a ver peligrar su porter¨ªa porque a los 35 segundos de partido fue sustituido. Las gradas llenas del estadio casi se caen con la ovaci¨®n que se llev¨® Grosics, el legendario guardameta de la Hungr¨ªa de los a?os 50, una de las mejores selecciones de la historia. En su homenaje, el Ferencvar¨®s retir¨® para siempre el n¨²mero 1 de su camiseta. Algo absolutamente prodigioso, porque la carrera de Grosics en el Ferencvar¨®s se limit¨® a esos 35 segundos de un partido amistoso, cuando era un anciano.
Su historia aparece en alg¨²n momento de un libro de Daniel Entrialgo, Puskas, que Espasa publica dentro de un mes y del cual no voy a decir nada porque a¨²n me tiemblan las piernas: es un libro que no se lee, se sue?a. Pero ya en la muerte de Grosics, en 2014, sus obituarios recordaron su fant¨¢stica historia con Ferencvar¨®s, el club en el que nunca pudo jugar hasta poco antes de morir; una de las mejores historias de amor del f¨²tbol. Fue el equipo de la infancia de Grosics, el club del que siempre fue hincha. Pero el r¨¦gimen comunista jam¨¢s le permiti¨® jugar en ¨¦l: los sovi¨¦ticos no ve¨ªan con buenos ojos que en el tradicional equipo de los nacionalistas h¨²ngaros jugase una leyenda del f¨²tbol magiar como Grosics; la combinaci¨®n era explosiva para un pueblo que pretend¨ªa su emancipaci¨®n de la URSS. As¨ª fue c¨®mo a Grosics, que fue de los pocos que no desertaron de Hungr¨ªa cuando se produjo la invasi¨®n sovi¨¦tica, y que soport¨® castigos de la dictadura como tener que jugar en Segunda, le robaron su sue?o de la infancia. Despu¨¦s de jugar tres Mundiales (subcampe¨®n en Suiza), ser mejor portero del mundo y campe¨®n ol¨ªmpico en Helsinki 52.
"Fue el primer guardameta que adelant¨® su posici¨®n para ejercer de algo parecido al l¨ªbero y ayudar a sus defensas en los lanzamientos en largo o darles una alternativa en la circulaci¨®n de la pelota", escribi¨® Juan Carlos ?lvarez en Faro de Vigo. Tambi¨¦n represent¨® un anhelo y un conflicto tab¨² en el f¨²tbol: qu¨¦ se hace cuando eres profesional y nunca puedes jugar en tu equipo favorito. Los ni?os madridistas que terminaron poni¨¦ndose la camiseta del Bar?a, los ni?os cul¨¦s que se acabaron poniendo la camiseta del Madrid. O la frustraci¨®n mayor de Grosics, que pas¨® toda su vida de acto en acto con escudos y alfileres de corbata de Ferencvar¨®s, el equipo en el que hizo algo a¨²n m¨¢s importante que jugar en ¨¦l: no olvidarlo nunca, llevarlo siempre adonde estuviera. No quedaba nadie vivo de su generaci¨®n irrepetible cuando jug¨® aquellos 35 segundos, s¨®lo Buzanski. Ya est¨¢n muertos.
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