El Bar?a corona a Iniesta
Los azulgrana apabullan al Sevilla con un partido colosal marcado por la inminente despedida del jugador manchego, estelar en su 31? t¨ªtulo como barcelonista
La Copa solo tuvo una final: la que quisieron Iniesta y Messi, la que le dio la gana al Bar?a, autor, de forma colectiva, de un partido colosal. El Sevilla no pudo decir ni mu ante el homenaje azulgrana a su capit¨¢n, de embarque hacia China con 31 t¨ªtulos en la mochila como cul¨¦, tantos como su colega Messi. Nada se deb¨ªa este Bar?a de honores dom¨¦sticos, a un me?ique de conquistar su s¨¦ptima Liga de las ¨²ltimas diez. Pero el escaparate de la Champions le dej¨® mal parado y los camaradas de Iniesta no estaban dispuestos a que uno de los mayores iconos de la historia barcelonista, tambi¨¦n una figura tot¨¦mica del f¨²tbol espa?ol emigrara sin aupar un trofeo. El de la Liga, cosas de esta Liga, se entrega en diferido al curso siguiente. As¨ª que el equipo de Valverde, con el ocho a hombros se puso a la faena desde que madrugara la final. Antes del descanso ya hab¨ªa consumado su sexta Copa de la d¨¦cada. Pese a los patinazos en la Champions, amplificados por el deslumbrante Real Madrid de los recientes podios europeos, el bot¨ªn barcelonista, el liguero y el copero, merece un subrayado extraordinario.
Al rev¨¦s que para el Madrid, la Copa nunca ha sido un apeadero para el Bar?a de los ¨²ltimos tiempos. Se vio en el Wanda, donde los muchachos de Iniesta borraron a los sevillistas desde el calentamiento. Irrumpi¨® un Barcelona sin titubeos, colonizador de la pelota e invasor del rancho adversario desde el primer parpadeo. Enfrente, un impensable Sevilla tan esquel¨¦tico, sin armadura. Su flirteo con las finales en ¨¦pocas recientes no es desde?able en absoluto. Pero esta vez, el Bar?a le dej¨® en tanga. Nada que ver con su forma de abrumar a los cul¨¦s en la jornada liguera del Pizju¨¢n de hace apenas un mes. En el Metropolitano el conjunto de Valverde se aplic¨® de maravilla y los de Montella resultaron un equipo afeitado. Su rival tuvo la culpa. Le hizo una faena gloriosa, est¨¦tica, punzante y con un repertorio de lo m¨¢s variado.
Con Busquets, ausente en aquella cita de Nervi¨®n, los azulgrana supieron anclar el juego, liberarse de cualquier presi¨®n. A rueda de Busi, Iniesta marc¨® la hora desde muy pronto. El Bar?a era un abuso, ganador de todos los asaltos, vencedor en todos los sectores del campo, tan rutilante en el f¨²tbol en corto y en el largo. Un simposio. Como muestra, los goles. Uno con Cillessen de asistente, sin rubor por patear desde su puerta hacia Coutinho. Una v¨ªa de escape que tanto reh¨²san los barcelonistas, como si fuera una tacha imperdonable m¨¢s que un recurso de urgencia. Cillessen, de la escuela del Ajax, tiene guantes en los pies. Coutinho, con todo el Sevilla destartalado, aceler¨® y dej¨® el soplido final para Luis Su¨¢rez, cazador bajo el larguero.
Del Sevilla, deste?ido de los pies a la cabeza, solo hab¨ªa migas de Navas, revoltoso por su banda derecha. Cosquillas para un Bar?a con la mirada del tigre y las suelas afinadas. Al Sevilla le zarandeaban por todos los lados. Iniesta sell¨® el 45? remate a los postes de los cul¨¦s en lo que va de temporada poco antes de que el manchego tocara el viol¨ªn con Jordi Alba. Iniesta enfil¨® la lateral, al que se le qued¨® la pelota en las espuelas, pero con ojos en la nuca tacone¨® hacia donde sab¨ªa que llegar¨ªa Messi, atronador con su zurriagazo. El tri¨¢ngulo Iniesta-Alba-Messi se zamp¨® al Sevilla como a tantos y tantos. Se ven sin mirarse, se encuentran sin cita previa.
De un gol en carrera a otro con hilo de seda. Y quedaba cat¨¢logo. El 3-0 se gest¨® de ¨¢rea a ¨¢rea. De una interferencia defensiva de Sergio Roberto a un emboque sutil de Luis Su¨¢rez tras un mensaje radiante de Messi. En pleno acelere, el diez, que ten¨ªa a Coutinho despejado a su derecha, devolvi¨® la pelota de primeras para el uruguayo cuando este se aventuraba por el aparente pasillo selv¨¢tico interior. Pero Messi le dibuj¨® un pase de cl¨ªnico, solo pensable en un elegido como el rosarino.
Mientras se lo pasaba pipa el Bar?a, el Sevilla no daba con alg¨²n aguador. Ni rastro de Banega, rebajado N'Zonzi, m¨¢s guerrillero que futbolista V¨¢zquez... En los hispalenses todo era barbecho ante un Bar?a dispuesto a no consentir ni media ni con la zurra ya certificada. No cej¨® hasta que puso la guinda. Messi, por supuesto, se sum¨® a la ofrenda a Iniesta. Con un servicio de cirujano le coloc¨® cara a cara con Soria. Iniesta se sacudi¨® al portero andaluz a su manera, sin darse mayor importancia, y anot¨® para la posteridad.
El Sevilla ya llevaba m¨¢s de una hora noqueado, convertido en un gui?apo, cuando Coutinho se sum¨® al fiest¨®n del Bar?a y cerr¨® el 5-0 con un penalti por mano de Lenglet. Para entonces el partido solo era un rondo barcelonista, tan abrumadoramente superior que no se daba un 5-0 en una final copera desde que lo consiguiera el Athletic ante el Espa?ol en 1915. Una despedida con eco hist¨®rico, lo que merec¨ªa m¨¢s que con creces un futbolista para la eternidad. Un jugador celestial, efigie ¨²nica por los tiempos de los tiempos del f¨²tbol espa?ol. Gloria para el inmortal Iniesta, al que hasta la defraudada hinchada sevillista ¡ªque abronc¨® de lo lindo a los suyos¡ª despidi¨® con bienaventuranzas y se?or¨ªo. En su noche final, todo el Barcelona fue Iniesta, un jugador muy del Bar?a y muy de muchos otros.
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