Iniesta en los espejos
Cada vez que un contrincante cree al fin salirse con la suya, constata que no era el futbolista del Bar?a, sino solo un reflejo, a quien intercept¨®
Cuando el bal¨®n llega a Iniesta el rival descubre que en parte es un futbolista inmaterial, sagrado. En sus pies, si le da por ah¨ª, el bal¨®n se vuelve un imposible para cualquier contrario. Ir en su b¨²squeda constituye una temeridad, porque el centrocampista del Bar?a te desnuda en silencio. Su f¨²tbol es mudo, como el humo. Nos costar¨¢ encontrar a alguien que deje plantados a los defensores con el pasmo que lo hace ¨¦l. Amablemente, Iniesta reinvent¨® el palmo de narices. El espectador observa sus jugadas y al final de cada una piensa ¡°fue un truco¡±, ante el efecto de apariencia maravillosa e inexplicable que desprenden.
En sus mejores momentos, que son casi siempre, recuerda a Hans Chans, el ilusionista que protagoniza El mago, de C¨¦sar Aira. Hans, a diferencia de sus compa?eros de profesi¨®n, era un mago de verdad. ¡°Pod¨ªa anular a voluntad las leyes del mundo f¨ªsico y hacer que objetos, animales o personas, ¨¦l mismo incluido, aparecieran o desaparecieran, se desplazaran, se transformaran, se multiplicaran, flotaran en el aire¡±. No sab¨ªa c¨®mo ni por qu¨¦, pero lo que sus colegas lograban tras calculados enga?os y con m¨¢quinas complicadas, a ¨¦l le sal¨ªa sin trabajo. Le bastaba con hacer los gestos, para disimular, y obtener los resultados, igual que en el f¨²tbol de Iniesta, donde no hay trucos, solo naturalidad, y al final el gol o el casi gol, que suele regalar a un compa?ero.
Persigues su cuerpo con el tuyo, quiz¨¢ con el loable prop¨®sito de frenarlo, y adviertes que su avance se vuelve invisible. Si estiras el brazo o la pierna hacia ¨¦l puedes descubrir con horror que no hay nada; se evapor¨®. No te explicas de qu¨¦ manera, pero te quit¨® de en medio, casi rest¨¢ndote existencia. A semejanza de esas escenas llenas de espejos, cada vez que un contrincante cree al fin salirse con la suya, constata que no era Iniesta, sino solo un reflejo, a quien intercept¨®. El Iniesta aut¨¦ntico contin¨²a con el bal¨®n controlado, ya lejos, como quien salta del presente al futuro, que adivin¨® con dos regates.
Nos las vemos con un centrocampista que le susurra al bal¨®n, y el bal¨®n le responde. Alimentan secretos. Pagar¨ªamos por saber qu¨¦ se dicen. Su f¨²tbol es la historia de un salvoconducto que hace posible trasladar la pelota de un lugar inofensivo a uno fat¨ªdico. A menudo, sus mejores jugadas empiezan en nada, en un punto del campo en el que son imposibles las tramas, pero de pronto la vida se vuelve un thriller, y para cuando Iniesta ejecuta el truco, justamente de la nada, el rival est¨¢ en m¨¢ximo peligro. Algunos d¨ªas resuelve en persona, que es lo que ocurri¨® en Sud¨¢frica o en Stanford Bridge, pero en una mayor¨ªa de ocasiones, despu¨¦s de hacer lo m¨¢s dif¨ªcil, cede la gloria a un compa?ero, como esa gente que porta una bolsa llena de dinero, y de repente se para en mitad de la plaza y empieza a lanzar billetes y m¨¢s billetes al aire para que la felicidad sea cosa de todos.
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