Bennett derrota a Viviani y muestra que nada est¨¢ escrito en el Giro
El sprinter irland¨¦s rompe en la s¨¦ptima etapa la racha del italiano, ganador de las dos llegadas masivas en Israel. Simon Yates sigue l¨ªder
Llega Viviani al sprint como una estrella, una celebrity rodeada de guardaespaldas. Por delante, tres o cuatro de su equipo que le han remontado como en ascensor sin paradas en los ¨²ltimos kil¨®metros desde las tripas del pelot¨®n que recorren veloces, arriba y abajo, las calles geom¨¦tricas de Praia a Mare, similares a las de cientos de ciudades iguales, de hoteles para turistas con piscina o sin piscina, de quioscos de helados de tartuffo, y la playa larga, larga. Se abre el pelot¨®n como las aguas del mar al paso de los Quick Step, as¨ª se llama el clan de Viviani, el sprinter que no falla, y los dem¨¢s sprinters, como filibusteros, calculan v¨ªas de ataque. El m¨¢s r¨¢pido es un irland¨¦s con tan pocos complejos como ¨¦xitos en las grandes ligas. Se llama Sam Bennet, tiene 27 a?os y, r¨¢pido, cuando Viviani, temprano, porque quiz¨¢s ya un poco cansado por la remontada, decide usar como trampol¨ªn la largada del rival Sacha Modolo, quien conf¨ªa en la duraci¨®n de su velocidad, no extrema, se pega a la rueda del favorito que viste de ciclamen, el mejor. Para encontrar el hueco se anticipa por d¨¦cimas de segundo a Michael Morkov, el ¨²ltimo grandote del Quick Step a¨²n con aliento, que trata lento de cerrar la puerta trasera y recibe un buen empuj¨®n que le empotra en las barreras por su falta de decisi¨®n. Despu¨¦s todo es sencillo para Bennett, quien simplemente calcula el momento para desbordar a Viviani, sorprendido, derrotado.
Tambi¨¦n se sorprendieron los apostantes, y alguno se alegr¨®, y tambi¨¦n se alegraron los que se niegan a creer que todo est¨¢ escrito. Si la etapa m¨¢s sencilla y m¨¢s sosa todav¨ªa del Giro que arranca a tirones no la gan¨® el sprinter m¨¢s en forma, el que cuenta con mejor equipo, el que siempre gana, ?por qu¨¦ hay dar por sentado que Chris Froome, sombra a¨²n de lo que fue, no recuperar¨¢ poco a poco su pulso? ?por qu¨¦ hay que resignarse y pensar que la pareja extra?a anglo-colombiana del australiano Mitchelton, Yates-Chaves, tan amorosa tras la demostraci¨®n de uni¨®n del volc¨¢n Etna no acabar¨¢ en bronca, sonoro divorcio?
Las sorpresas nunca acaban, son la sal del Giro y cualquier aventura en la carretera, como descubrieron tambi¨¦n los ciclistas espa?oles, que al paso por Paola, junto al mar de Calabria, en el sur profund¨ªsimo, y al ver que en esa ciudad colgada sobre el Tirreno hab¨ªa un santuario dedica a San Francisco, ermita?o, se percataron de que ese es el famoso San Franscico que en Espa?a dicen De Paula, y Paola, su pueblo.
Yates sigue l¨ªder, sin problemas a¨²n, con Dumoulin, el l¨ªder real que no quiere vestir de rosa hasta la contrarreloj de la ¨²ltima semana, pegado a su espalda. Los Abruzos, esos Apeninos salvajes del sur tan verde que se afrontan el fin de semana, seguir¨¢n escribiendo la novela con cap¨ªtulos ya pre-escritos o con victorias a lo Bennet, inesperadas, tantas veces fue segundo y tercero y nunca primero en el Giro el irland¨¦s: el s¨¢bado ser¨¢ suave en el Santuario de Mercogliano; el domingo m¨¢s bronco, en las piedras duras, los granitos del Gran Sasso de Italia.
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