Cuarta victoria al sprint de Viviani en el Giro m¨¢s previsible
Yates sigue l¨ªder a falta de cuatro d¨ªas de una carrera en la que ninguna fuga lejana ha logrado triunfar en meta
Introduzca a un pelot¨®n de 161 corredores de todo tipo de tama?o, naci¨®n y condici¨®n en un t¨²rmix de rotondas helicoidales, el cielo gris oscuro a orillas del Iseo tan pocholo como sus uvas car¨ªsimas de pinot grigio, y gruesas gotas de lluvia que en el pavimento de brea lisa se detienen en una capa fina como un espejo, y resbaladiza, h¨¢gale girar a toda velocidad, detenga la m¨¢quina y observe el resultado. Antes de abrir la tapa siquiera, siete de cada diez observadores dir¨¢n que el primero que saldr¨¢ se llama Elia Viviani, y acertar¨¢n: el italiano de ciclamen, por supuesto, gan¨® la etapa al sprint; los tres restantes, los que dijeron Sean Bennet, no se quedaron muy lejos: el irland¨¦s qued¨® segundo.
El Giro 101, esa carrera tan imprevisible e incontrolable, seg¨²n los folletos publicitarios, que sigue liderando el ingl¨¦s Simon Yates con 56s de ventaja sobre Tom Dumoulin a falta de cuatro etapas para terminar en Roma, nunca har¨¢ rico a los apostadores que arriesguen. Lejos de ¨¦l la tentaci¨®n del ganador sorpresa. Con todo su aire ca¨®tico, sus gritos, chirridos y batiburrillo, el pelot¨®n es una masa fluida que se rige fiel, a 92 pedaladas por minuto, llueva o brille el sol, por unas leyes inmutables que los f¨ªsicos han estudiado y convertido en f¨®rmula, y los directores, formados en la misma horma, aplican con rigor, sin m¨¢s espacio para la imaginaci¨®n que intentos inanes, como el del Sky, que quiso insertar a su Poels, el gran amigo de Froome, en una fuga perdida.
Las etapas que ten¨ªan que terminar en sprint, las llanas, han terminado las seis en sprint (y la s¨¦ptima ser¨¢ el domingo, en los Foros Imperiales ante el coliseo), y las ha ganado quien ten¨ªa que ganarlas: cuatro han sido para Viviani, quien siempre ha tenido cerca, segundo o tercero, en el momento del grito de victoria a Bennet, ganador, aparte, de las dos restantes. Todas las etapas de monta?a, as¨ª como las dos contrarrelojes, las que han conformado un car¨¢cter casi inabordable a la ventaja de Yates con su maglia rosa tan brillante, las han ganado ciclistas situados entre los 10 primeros de la general, salvo el rel¨¢mpago Chaves en el Etna de lava: tres de Yates, m¨¢s Carapaz y Froome. Y dos especialistas que part¨ªan favoritos los d¨ªas de repecho, Wellens y Battaglin, tambi¨¦n cumplieron. Solo el talento loco de Mohoric, que necesit¨® para expresarse la locura de la etapa loca de Umbria que acab¨® con Chaves, rompi¨® la tan previsible ley de la previsibilidad.
Ninguna escapada lejana ha triunfado. Ning¨²n pobre desconocido se ha hecho acreedor al gozo ef¨ªmero de su minuto de gloria en las 17 etapas ya disputadas. Y parece imposible que en las cuatro que quedan ocurra el milagro. Tres ser¨¢n de alta monta?a: Pratonevoso el jueves; la etapa reina, el viernes: Le Finestre, Sestriere y final en la Bardonecchia del Jaffereau, Merckx y el Tarangu; Cervinia, a la sombra del gigante Cervino, el s¨¢bado. La ¨²ltima, el carrusel romano que deber¨ªa terminar con la primera victoria de un ingl¨¦s en 109 a?os (101 ediciones) de corsa rosa. A menos que la carrera decida rendir homenaje a su fama y publicidad y, para desgracia de Yates y su gente, se haga en los Alpes del Piamonte s¨²bitamente imprevisible e incontrolable. Y alg¨²n apostante lun¨¢tico se har¨¢ millonario.
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