El Madrid de los a?os 10
Los blancos van a pelear este s¨¢bado en Kiev por que el pasado sea futuro
Hay pocas ciudades m¨¢s inc¨®modas para acoger una final de Champions, pocos estadios con menos aforo y pocos vuelos m¨¢s largos desde Espa?a que el que lleva a Kiev. Pero es probable que no haya casi ninguna ciudad europea en cuyo reflejo se pueda ver mejor la historia del continente durante el siglo pasado, su resistencia y su horror. Valga como ejemplo que hace ochenta a?os, a una hora caminando de las fan zone que la UEFA tiene funcionando a pleno rendimiento en la plaza de Maidan, se empez¨® a gestar la soluci¨®n final con el matadero organizado por los nazis en un barranco llamado Babi Yar, en las afueras de Kiev: en dos d¨ªas llegaron a matar a casi 34.000 jud¨ªos. All¨ª -aqu¨ª, donde estamos- los asesinos nazis ejecutaron durante su ocupaci¨®n de Kiev, entonces Uni¨®n Sovi¨¦tica, a entre 100.000 y 150.000 personas, mayormente jud¨ªos. Empezaron convoc¨¢ndolos con un bando, las v¨ªctimas fueron creyendo que las iban a deportar y a medida que empezaban a llegar las desnudaron y las tumbaron boca abajo para ser fusilados; y a los que iban llegando, en medio de escenas de terror, los tumbaban sobre cad¨¢veres para irlos amontonando. Y como se cansaban de matar, probaron a asesinarlos en grupos peque?os metidos en un cami¨®n torciendo el tubo de escape. Y cuando se dieron cuenta de que la poblaci¨®n jud¨ªa era demasiado grande y el m¨¦todo demasiado primitivo, empezaron a ejecutar la soluci¨®n final: c¨¢maras de gas en campos de exterminio. En su novela Las ben¨¦volas, Jonathan Litell describe las matanzas en uno de sus episodios, protagonizado por un oficial de las SS que se mantiene impert¨¦rrito hasta que empieza a sufrir temblores, ansiedad y a vomitar cada d¨ªa de su vida.
La Champions League, la primera competici¨®n futbol¨ªstica del continente, naci¨® despu¨¦s de la II Guerra Mundial con muchas vocaciones, una de ellas la de reunir a Europa alrededor de un bal¨®n de f¨²tbol y transferir las pasiones y los conflictos fuera de un campo de batalla. Funcion¨® a ratos -¨¦ste es un continente culto, deslumbrante y violento-, y ni hace cinco a?os la ciudad en la que hoy descansan Liverpool y Real Madrid era el escenario de tiroteos por parte del ej¨¦rcito a ciudadanos desarmados. Ucrania sigue estando en guerra al este de pa¨ªs, en Donb¨¢ss, entre milicias prorrusas y el Gobierno nacionalista de Kiev. Nada de esto importa a los aficionados y todo esto, sin embargo, pesa. Para Ucrania, un pa¨ªs que ans¨ªa pertenecer a la Uni¨®n Europea y blindarse ante Rusia, esta final da un sentido de pertenencia que empieza en el f¨²tbol y quiere acabar en la pol¨ªtica.
Cerca del hotel del Madrid, al anochecer, unos cien aficionados del Liverpool cantan, borrachos, hermosas canciones futboleras. Un cat¨¢logo que incluye varios ¨¦xitos de su grupo, The Beatles. La mayor¨ªa es roja aqu¨ª en Kiev como la rojiblanca lo fue en Mil¨¢n. Liverpool y Atl¨¦tico tienen una m¨ªstica, un enganche sentimental con su historia y su afici¨®n que desembocan en una extra?a y feliz comuni¨®n. El Madrid carece de ese cat¨¢logo de canciones, carece este a?o de un n¨²mero de aficionados que rivalice con la m¨¢quina fan¨¢tica de de Liverpool y probablemente, qui¨¦n sabe, carezca de la poes¨ªa necesaria para disfrutar de su equipo en las derrotas y alabarle el esfuerzo, quiz¨¢s de ah¨ª su v¨ªnculo antinatural con la victoria. ¡°Ellos tienen los Beatles y nosotros a Cristiano Ronaldo¡±, dice un aficionado blanco al paso por la multitud inglesa, rodeada por la polic¨ªa, resumiendo la filosof¨ªa pragm¨¢tica, fr¨ªa y madridista: Paul?McCartney no mete goles, pero Salah s¨ª.?
El viernes ya se empezaron a llenar las calles de aficionados merengues, muchos de ellos con sus hijos. Hay una generaci¨®n madridista nacida despu¨¦s de 1981 que no sabe lo que es llegar a una final de Champions y perderla. Ha visto seis, siete con la de este s¨¢bado. Por eso para el Real Madrid este partido es el m¨¢s importante de los ¨²ltimos cinco a?os: ni Lisboa, ni Mil¨¢n, ni Cardiff le igualan en importacia. Primero se llega, como se lleg¨® a tres semifinales de Champions seguidas sin avanzar, luego se gana y finalmente se permanece. Queda fundada una dinast¨ªa y se pone la cabeza del rey a salvo de los aspirantes. Eso, mantener la cabeza propia, es m¨¢s dif¨ªcil a¨²n que cortar la de los dem¨¢s.
As¨ª es como en Kiev, una ciudad en la que Robbie Fowler o Davor Suker se enfrentaban en un partidillo para cientos de personas en Maidan, y donde en el barranco de Babi Yar hay ahora un parque infantil, el Madrid va a pelear este s¨¢bado por que el pasado siga siendo futuro.
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