Un tibur¨®n suelto en la pecera del Liverpool
Zidane tom¨® en la final de Kiev una decisi¨®n temeraria: agot¨® el segundo cambio muy pronto con el objetivo de que Bale rompiese el partido antes de llegar a la pr¨®rroga
Gareth Bale sali¨® al campo en el minuto 60. Extra?amente temprano, sobre todo en una final y cuando se hab¨ªa agotado ya un cambio por lesi¨®n. Con pr¨®rroga, Bale hubiese jugado 70 minutos, pr¨¢cticamente un partido. Y el Madrid, empatado, se quedaba solo con un cambio para afrontar minutos ag¨®nicos, posibles expulsiones, calambres o lesiones. Fue la gran decisi¨®n de Zidane, su momento de mayor responsabilidad. La tom¨®, adem¨¢s, con un jugador que estaba dolido con ¨¦l. Bale ten¨ªa motivos para estar enfadado, y Zidane motivos para actuar como actu¨®.
En el banquillo, Bale recibi¨® las ¨²ltimas instrucciones. El gal¨¦s ya las conoc¨ªa. Si Benzema y Cristiano Ronaldo est¨¢n en el campo, ¨¦l es el encargado de formar el 4-4-2 en defensa. Es la misma orden que le dieron Ancelotti, Ben¨ªtez y Zidane. De los tres, el ¨²nico que se hart¨® de que la desobedeciese fue Zidane. Lo sent¨® esta temporada y Bale empez¨® a mascullar que se marchar¨ªa del Madrid. En abril, el delantero empez¨® a sentirse en su vieja forma, la misma condici¨®n f¨ªsica que aplastaba por s¨ª misma a la defensa. Y el horizonte europeo le excit¨®: vio Tur¨ªn, Munich y Kiev como tres teatros en los que volver a ser el que fue, tanto para el Madrid como para los grandes del viejo continente. As¨ª que se subi¨® al equipo en el Camp Nou de una forma atronadora, sigui¨® su particular explosi¨®n ante el Celta en el Bernab¨¦u y esper¨®, como un purasangre, la llamada al once en Kiev.
En la expedici¨®n del club se empez¨® a dar por bueno un once que inclu¨ªa en punta a Cristiano y Bale, Isco detr¨¢s de ellos y Benzema en el banquillo. Y probablemente esa fuese la alineaci¨®n si enfrente no estuviese un equipo de J¨¹rgen Klopp. El alem¨¢n los confecciona volc¨¢nicos. Un equipo de tanta intensidad combina tramos alt¨ªsimos y desplomes severos. David Bettoni, segundo del Madrid, y Zinedine Zidane coincidieron en que la mejor idea no era guardarse a Benzema sino a Bale. De alguna manera la titularidad estaba en el banquillo: el tibur¨®n que se reservase pod¨ªa encontrarse al final del partido con un banco de peces. Entre quien pod¨ªa ser ese tibur¨®n, si Bale o Benzema, no hab¨ªa dudas.
Hab¨ªa otro condicionante que jugaba a favor de la titularidad de Karim Benzema. Cuando el contrario no deja espacios y asfixia al Madrid, Benzema es el mejor jugando de espaldas, descargando la pelota, parando el partido, combinando en espacios muy peque?os. En su lentitud hay una rapidez mental desesperante para su marcador; camina, se gira y la toca en corto para recolocar al equipo. ¡°Benzema fue nuestro gran desahogo en la primera media hora y el hombre del partido en la primera parte. Nos dio aire y minutos, y cuando cruzamos la mitad del campo lo ten¨ªamos siempre como referencia. Es tan bueno, es buen¨ªsimo¡±, dicen en el vestuario.
Cuando el Madrid se queda sin espacios y hay que jugar con el rival encima, la plantilla sabe que en Benzema, Kroos y Marcelo tienen un seguro para guardar la posesi¨®n. Piensan a la velocidad de la luz con una calidad alt¨ªsima. Con ese panorama, en Kiev sufrieron m¨¢s jugadores como Casemiro, acosado continuamente por los reds. ¡°A Case le mordieron todo el rato, no le dejaban ni levantar la cabeza. Pero bajaba Benzema a esa posici¨®n, se pon¨ªa a jugar all¨ª y los descolocaba¡±, dice una fuente del equipo t¨¦cnico. A la mayor¨ªa de futbolistas, rodearlos garantiza quitarles el bal¨®n. Luego est¨¢ Benzema, a quien rodearlo significa tener a dos o tres madridistas libres.
?Ordenar¨ªa Klopp pisar el acelerador desde el primer minuto o dosificar¨ªa el ataque? Y en ese caso, ?qu¨¦ tendr¨ªa que hacer el Madrid? La orden de Zidane fue ir a por el partido, pero si el Liverpool impon¨ªa su ritmo, hab¨ªa que resistir con todo. Traducido: el Madrid sali¨® a verlas venir. Desde Mourinho incluido, el Madrid ha sido entrenado por t¨¦cnicos que no han tenido ning¨²n problema en hacer depender su juego de lo que hiciese el rival. A esto se debe la ausencia de un estilo reconocible durante 90 minutos, no digamos una temporada. A favor, el equipo tiene una inteligencia emocional construida en base al conocimiento del contrario y la explotaci¨®n de sus puntos d¨¦biles.
El Madrid no gana desde el minuto cero como hac¨ªa el Barcelona de Guardiola. El Madrid aguarda y marea, se repliega, muerde, y en un momento dado abraza como una serpiente y no suelta la presa hasta devorarla. Incluso en Cardiff el equipo estuvo empatado hasta que en la segunda parte abras¨® a la Juve con un vendaval de pases y goles. As¨ª que perder el bal¨®n en esa primera media hora que empez¨® a augurarse tormentosa en los primeros minutos no estaba prohibido; lo que no se pod¨ªa perder era el partido. Hubo conjura defensiva y el recuerdo de otro de los comentarios realizados en la previa: el Liverpool paga el esfuerzo y hace notar su cansancio. La lesi¨®n de Salah, el m¨¢s activo en esos minutos, los desarm¨® mentalmente antes de tiempo.
Gareth Bale sali¨® despu¨¦s de un gol del Liverpool enrabietado, un conjunto que hab¨ªa reaccionado al ins¨®lito gol de Benzema con una escabechina. Zidane descompens¨® el equipo porque si hab¨ªa alguien que pod¨ªa ganar el partido era Gareth Bale. Fue una decisi¨®n temeraria. El franc¨¦s rompi¨® el partido con ella: el Madrid se jugar¨ªa la Copa de Europa a 90 minutos. El Liverpool hab¨ªa desatado su arsenal arriba; el Madrid respondi¨® quitando a un jug¨®n y poniendo a una bestia que entraba en el campo con una ambici¨®n mayor que ganarle al Liverpool: ganarle a su entrenador. No hab¨ªa mejor escenario en el mundo para Bale. De la final de la Copa del Rey contra el Barcelona en 2014, cuando el gal¨¦s la gan¨® tras una carrera extraterrestre, Bego?a Sanz, la mujer m¨¢s poderosa del Madrid, su directora comercial, dijo al salir del campo: ¡°Es una final con gol. Comercialmente eso es poderos¨ªsimo: la van a repetir siempre, en todas partes. Y parece ser que hemos fichado a un jugador de finales y de goles as¨ª. Un t¨ªo con estrella¡±.
Ese mismo a?o Bale marc¨® en Lisboa el 2-1 ante el Atl¨¦tico; en Mil¨¢n pidi¨® tirar un penalti cojeando. Y cuatro a?os despu¨¦s del gol en Valencia que dio la vuelta al mundo, sali¨® en Kiev con 30 minutos por delante y la obsesi¨®n por reivindicarse. Bale estaba caliente antes, durante y despu¨¦s del partido, como demostr¨® en los micr¨®fonos. Caliente cuando Zidane le dijo lo de los 20 metros: la distancia que ten¨ªa que retrasarse para ayudar a sus compa?eros y la que le permitir¨ªa, por otro lado, tener m¨¢s campo por delante para explotar su velocidad. Bale lo cumpli¨® hasta el punto de ponerse como lateral derecho buena parte del segundo tiempo. Pero lo que hizo nada m¨¢s salir fue ponerse a combinar en la banda derecha, casi a la altura de la l¨ªnea defensiva, en una jugada intrascendente que empez¨® a coger color pronto. En el banquillo cundi¨® la sensaci¨®n de que haber metido a Bale en una final de Champions en la que todos tienen sesenta minutos en las piernas era como dejar caer un tren en un scaletrix.
El Madrid guarda como oro en pa?o el v¨ªdeo de la primera jugada del equipo tras salir el gal¨¦s al campo. Est¨¢ grabado desde el fondo de la porter¨ªa del Liverpool y circula de forma viral por las redes sociales. Es una partida de ajedrez en la que s¨®lo juegan las piezas blancas a una velocidad endiablada. Lo hacen moviendo el bal¨®n de banda a banda, combinando en el centro del campo con una rapidez excelsa mientras arriba no dejan de moverse los delanteros de un lado a otro. Es la serpiente en acci¨®n, envolviendo al Liverpool hasta meterlo en el ¨¢rea, haci¨¦ndolo retroceder hasta su portero. Un espect¨¢culo digno de un equipo que atisba la hora de ganar su tercera Copa de Europa consecutiva.
Durante esa jugada Bale termina de combinar y se va arriba a ocupar el espacio de Benzema entre dos contrarios. El bal¨®n le llega a Modric, y Bale pide el bal¨®n con la mano amagando la carrera en solitario al portero. Pero el pase exige a Modric un exterior endiablado con el que adem¨¢s tendr¨ªa que salvar a su propia marca; hab¨ªa muchas probabilidades de perder el bal¨®n, y su posici¨®n era de m¨¢ximo riesgo. Modric mira a Bale, pero desiste y se gira.
El croata vuelve a empezar; el juego bascula hacia la izquierda. El bal¨®n llega a Cristiano Ronaldo, que se afila como un cuchillo al borde del ¨¢rea y empieza a salvar rivales buscando posici¨®n de disparo. Al irse de izquierda a derecha, deja solo a Marcelo. Cuando Cristiano termina de regatear y ve imposible el tiro, descarga a Casemiro y entra en el ¨¢rea. All¨ª ya est¨¢n incrustados Benzema y Bale. La BBC en pleno con la mirada alerta de la defensa del Liverpool.
El bal¨®n se lo hace llegar Casemiro a Marcelo, al que van a encimar por dos rivales. El acoso de los ingleses funciona: el brasile?o recorta hacia dentro y tiene que centrar con su pierna mala. Le sale tan mal que va a la espalda de sus tres delanteros. Pero a una altura reconocible, la misma a la que puso el bal¨®n Carvajal de cualquier manera en Tur¨ªn. Bale, el m¨¢s rezagado de la BBC, toma impulso de espaldas al portero y llena la boca de aire; la expulsa en los cielos, soltando un latigazo de chilena que levanta un grito de asombro en la grada. Cuando se mete en la escuadra, a una altura imposible para el portero, medio estadio se levanta enloquecido y de la zona de prensa salen alaridos en todos los idiomas. Un comentarista de la cadena Fox se dirige a gritos directamente a Bale: ¡°Are you serious?¡±.
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