El Madrid se debe m¨¢s
El club blanco, tan exigente, no puede obviar que su curso ha sido peor que el anterior
Suele subrayar Florentino P¨¦rez que no hay entidad m¨¢s exigente que el Real Madrid. As¨ª que, superada la gloriosa resaca de Kiev, al presidente no le habr¨¢ pasado desapercibido un hecho: este Madrid ha sido peor que el del curso pasado. Desde esa alta cota de exigencia perpetua cabr¨ªa una reflexi¨®n autocr¨ªtica sobre algunos atajos tomados este curso. En otro club ser¨ªa ultrajante la m¨¢s m¨ªnima tacha a rebufo de una Champions. Pero el Real se lo debe por ser el Real. Vale que se ci?a a Europa como objetivo prioritario, pero alguien deber¨ªa turbarse por el extrav¨ªo en la Liga.
Para la 14?, la 15? o las que lleguen es muy probable que no se le den tantas circunstancias favorables como en este 2018: porteros desdichados, adversarios de alto rango lesionados, penaltis ag¨®nicos¡ Por supuesto, el resto para ser entronizado lo puso el propio equipo, la mejor plantilla existente. Un grupo capaz como nadie de ir a la pata coja por un desfiladero. M¨¢s avezado que ninguno para ajustarse el flotador en los malos momentos, esperar el propio y dar la estocada. Y m¨¢s firme que el resto para no cometer errores tan patosos ¡ªni siquiera el de Keylor ante la Juve es comparable con los de Ulreich y Karius¡ª. El Madrid, europeo hasta las cachas, se mueve por la Copa de Europa con una campechan¨ªa y familiaridad alucinantes. Sus adversarios parecen tan conscientes de su destino como el Real del suyo. En el partido psicol¨®gico el Madrid golea. Se lo ha ganado.
Sofocada la pirotecnia por la 13?, el club no deber¨ªa olvidar que el curso anterior abroch¨® un doble hist¨®rico 59 a?os despu¨¦s. Una gesta de caza mayor. Esta vez, el equipo se apart¨® a la primera del cargante camino que supone remangarse cada semana. Obvi¨® que la b¨²squeda de ese doble objetivo remite al testamento de Di St¨¦fano que hizo planetario al Madrid: la cultura del esfuerzo.
En los ¨²ltimos meses, tras la renuncia flagrante a sudar en la Liga (y no digamos en esa Copa que desde?a Puyol), nadie parece haberse contrariado m¨¢s que Zidane. Tutor y soberano de la nueva dinast¨ªa del Real en Europa, nadie ha puesto m¨¢s en valor la Liga que el galo. Pese a sus tres deslumbrantes Copas de Europa, al t¨¦cnico no se le escapa la relevancia de los ex¨¢menes parciales del campeonato dom¨¦stico.
Zidane ha constatado que la Liga no es un apeadero cualquiera, no es un premio a granel. Por las buenas, permite escrutar mejor a la plantilla. Como prueba, la estupenda temporada precedente permiti¨® el despegue de los cadetes de la unidad B. Esta campa?a, apenas Lucas V¨¢zquez ha dado otro estir¨®n. Apurado por el despegue del Bar?a, ZZ no ha podido dar m¨¢s carrete al segundo pelot¨®n. Los reclutas de la reserva no han sentido el viento de cola a favor.
La constancia durante el a?o ayuda tambi¨¦n a balizar la ruta de forma m¨¢s adecuada. En la temporada anterior o en las precedentes en las que sin descorchar la Liga al menos estuvo en la pelea, el Real surc¨® mejor por los precipicios de la Champions que en esta edici¨®n. En las ¨²ltimas cuatro finales nunca fue tan solvente y abrasador como en la de Cardiff ante la Juve. No es casual que fuera la del doblete.
Su apuesta por el escapismo local para centrarse solo en un tablero podr¨ªa haber tenido efectos negativos. Al Madrid le ha costado disimular en Europa su tendencia a columpiarse en muchos partidos nacionales. No han sido pocas sus fugas, por la Liga, la Copa, la Champions y hasta por el Mundialillo, donde tambi¨¦n sufri¨® ante un par de teloneros.
En la Copa de Europa no pudo con el Tottenham en la primera fase y sufri¨® enredos en la ida con el PSG. Con 0-3 a favor, resisti¨® con la nuez anudada ante la Juve, vencida en la vuelta con un debatido penalti al cierre. El Bayern le tuvo contra las cuerdas hasta el final, y el Liverpool le enchiron¨® la primera media hora. Por el camino se lesionaron Neymar, Robben, Boateng y Salah. De paso, Rafinha regal¨® un tanto en la ida de M¨²nich y los porteros del Bayern y el Liverpool, Ulreich y Karius, hicieron las jaimitadas de su vida.
Mientras sus rivales se azotaban por unos u otros motivos, en el tramo decisivo de la Champions el Madrid siempre encontr¨® alg¨²n remedio: Keylor frente al Bayern, Lucas y Asensio en Par¨ªs, Benzema y Bale en Kiev¡ Ni siquiera precis¨® de Cristiano, raso en las semifinales y la final. S¨ª despunt¨® antes, claro, sobre todo en Tur¨ªn, donde dej¨® una chilena que iba para la posteridad hasta que Bale cop¨® el p¨®ster de la final con otro gol marciano, pero en un escaparate m¨¢s apote¨®sico. De ah¨ª, en parte, la rabieta ni?ata de CR mientras sus supuestos colegas tiraban confetis en Ucrania. Este hombre solo declina el yo¨ªsmo: espejito, espejito...
A Cristiano nada le interesa tanto como el espumoso mundo de la celebridad del dichoso Bal¨®n de Oro. En la fiesta por Madrid no dud¨® en enfocar los dedos de una manita para que quedaran subrayadas sus cinco Champions ¡ªuna con el United¡ª. Como si cotizaran m¨¢s que las 13 del club. Para CR es irremediable contar cada noche sus ovejitas y las de Messi. El luso desconoce que es el todo lo que prevalece. Y ese todo ¨²nico es el Real Madrid, con CR o con Neymar. Y en buena parte lo es porque en muchas ocasiones no se ha dejado deslumbrar por bingo puntual. Esa es la exigencia que proclama Florentino P¨¦rez. Es en la cima desde donde mejor se analiza la realidad de la escalada y desde donde mejor se intuyen los remedios para lo que pueda estar por llegar. Ni siquiera en las nubes una entidad como el Madrid puede permitirse una complacencia cegadora.
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