La valent¨ªa de Rubiales
La contrataci¨®n de Lopetegui por el Madrid favoreci¨® la toma de decisiones grandilocuentes, la primera destituir al seleccionador
Ninguna medida podr¨¢ corregir el desprop¨®sito generado alrededor de la selecci¨®n desde que el Madrid anunciara la contrataci¨®n de Lopetegui. Un asunto tan serio como es el f¨²tbol en Espa?a se ha convertido en la mayor ¨®pera bufa que se recuerda en v¨ªsperas de un Mundial. El escenario es tan esperp¨¦ntico que favorece la toma de decisiones grandilocuentes, ninguna tan trascendente como la que adopt¨® Rubiales cuando destituy¨® al seleccionador y ahora entrenador de Florentino. No era la peor y puede que posiblemente sea incluso la mejor, al menos para la Federaci¨®n Espa?ola.
Hay momentos que sirven para medir a los presidentes y el mensaje de Rubiales ha sido tan contundente como revelador sobre c¨®mo piensa dirigir una federaci¨®n que ha sido un foco de conflictos y un nido de intereses, siempre pendiente de las influencias del Madrid y del Bar?a. La tarea de los seleccionadores ha sido capital para entender el ¨¦xito espa?ol: Aragon¨¦s y Del Bosque supieron manejarse con el influyente Villar, con Xavi y Casillas. Lopetegui, en cambio, puso en el disparadero al novato Rubiales cuando entendi¨® que su cargo de seleccionador era compatible con el de futuro t¨¦cnico del Madrid.
La ambici¨®n le pudo a un t¨¦cnico que el 22 de mayo hab¨ªa renovado su contrato con la Selecci¨®n y pidi¨® a sus internacionales que solo hablaran del Mundial. Lopetegui no solo no advirti¨® inconveniente alguno en que se anunciara su futuro blanco ¡ªentendi¨® que no ejercer¨ªa formalmente hasta despu¨¦s de Rusia¡ª sino que a decir de Rubiales ni siquiera inform¨® de las negociaciones a la Federaci¨®n y, a cambio, cuchiche¨® con su entorno, como si fuera lo m¨¢s normal, convencido de que ser¨ªa comprendido por sus jugadores, capitaneados en Espa?a y en Madrid por Sergio Ramos.
El entonces seleccionador repar¨® solo en lo bueno del acuerdo porque seguramente sus consejeros no le hicieron sopesar lo malo, convencidos de que las tres partes sal¨ªan ganando: Lopetegui, la Federaci¨®n y el Madrid, como si todos fueran la misma cosa y no tuvieran que guardar las formas, ni siquiera respetar a Rubiales. El presidente se sinti¨® ignorado, burlado y traicionado, tal que fuera un don nadie llegado a Las Rozas. Apenas le dejaron una salida, extremo que le llev¨® a responder con determinaci¨®n a la deslealtad para ganarse la credibilidad: la Selecci¨®n no ser¨ªa el cortijo de nadie, tampoco de los jugadores, y menos del s¨²per agente Mendes.
Rubiales marc¨® la l¨ªnea a Mendes, a Ramos y al Madrid y pidi¨® el mayor de los respetos despu¨¦s de castigar la infidelidad de Lopetegui. La duda est¨¢ en saber si la resoluci¨®n que fortalece a la Federaci¨®n penaliza en cambio a la Selecci¨®n, que llegaba invicta al torneo y como una de las m¨¢ximas candidatas al t¨ªtulo de la mano de Lopetegui. Aunque Fernando Hierro parece un buen remedio, Rubiales sabe que corre el riesgo de ser acusado de cargarse las aspiraciones del equipo en Rusia por una cuesti¨®n de vanidad y ego¨ªsmo tan sencilla como la de saber convivir durante un mes con el futuro entrenador del Madrid.
Ocurri¨® que lo que le interesaba a Florentino no le conven¨ªa a Rubiales. Y, puestos a defender el bien com¨²n, los intereses federativos se anteponen a los particulares, como tiene bien marcado el baloncesto desde que impidi¨® que Imbroda fuera seleccionador y entrenador del Madrid. A Florentino no le saldr¨¢ gratis haber trasladado su problema a la federaci¨®n porque el simbolismo es una cosa delicada en Espa?a. Las lecciones de patriotismo se entienden mejor desde la Federaci¨®n que desde los clubes, incluso si se trata del Madrid.
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