Messi, del placer al deber
Messi y los chicos de Argentina no se entienden, no hay forma de que la pelota les traduzca. Uno la susurra, otros la patean con sa?a
Con permiso del eterno Eduardo Galeano. El viaje del f¨²tbol del placer al deber que laceraba al inolvidable escritor uruguayo tiene en Messi a un poliz¨®n angustiado por tal traves¨ªa entre Barcelona y Argentina. El Messi albiceleste es demasiado solemne. Con m¨¢s amigos que futbolistas de fundamento a su alrededor. El colegueo futbol¨ªstico con Biglia, pongamos por caso, nunca ser¨¢ el mismo que con Xavi e Iniesta. Biglia o tantos otros de su Argentina que no ser¨ªan de su exclusiva pandilla azulgrana cuando el asado dejara paso al f¨²tbol.
En Argentina, el circunspecto y afligido Messi es un capit¨¢n que tira de los suyos con f¨®rceps. Mientras, esos suyos se torturan porque a su lado no hay forma de que ni siquiera un genio frote la l¨¢mpara entre tanto pedregal. En definitiva, un suplicio para todos con tintes bab¨¦licos: Messi y los chicos no se entienden, no hay forma de que la pelota les traduzca. Uno la susurra, otros la patean con sa?a.
El resultado es un Leo poco natural, demasiado despojado de su sentido recreativo del juego, al que siempre ha estado ligado desde que era un mocoso rosarino. Aquel chiquillo que se hizo ni?o en Barcelona jam¨¢s regres¨® a su infancia barrial y cada viaje de vuelta lo ha tenido que hacer como un adulto prematuro. Como sus paisanos se perdieron su parvulario hace tiempo que le exigen sin miramientos que pague su deuda. Se la reclamaron por las bravas y, tras su amago de retirada de la selecci¨®n, ahora casi se lo suplican. El maestro Galeano dir¨ªa: ¡°Se?or Messi, una pizca de f¨²tbol por favor¡±. Y Messi est¨¢ por la labor. Lleva tatuado en el alma que solo es un argentino de paso por Barcelona.
As¨ª que, de alguna manera, Messi se empe?a en ser Messi donde ni siquiera ¨¦l, tan ¨²nico, puede serlo. Tal desamparo llega a ser tan conmovedor que el diez no encuentra consuelo ni en los penaltis. Nunca fueron su fuerte, pero mientras en el Bar?a se redime a menudo con insultante facilidad, en la selecci¨®n argentina todo le cuesta m¨¢s de un mundo.
No hay duda de su castrense compromiso, lo que no evita pensar acerca de lo inconveniente de la sobrecarga. Si en el Bar?a Messi puede ser todo o solo parte seg¨²n c¨®mo discurra tal o cual jornada, Argentina requiere que sea Leo a cada segundo. Si en el Camp Nou hay un rato que no es Iniesta, Iniesta hace de Iniesta. Lo mismo que le pueden suplantar Busquets a lo suyo y antes Ronaldinho, Neymar, Xavi... El problema es que si la Pulga no hace de Mascherano o de Biglia, Mascherano y Biglia se representan a s¨ª mismos. Lo que no conviene a una Argentina que para m¨¢s descoloque de Messi trata a la pelota, su mejor amiga, como si fuera una cualquiera. Con Argentina a¨²n tiene que ser m¨¢s que Messi, lo que ya es el colmo.
As¨ª no hay manera de ligarse a Messi. El hombre se desanima, se desga?ita para sus adentros rosarinos y acaba sin energ¨ªa. Y sin respuestas. Vaya una sobre la marcha: no se puede tener un Vel¨¢zquez colgado junto a la campana de la cocina. Por muy Vel¨¢zquez que sea.
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