Por una cabeza
El autor mantiene la esperanza de que Argentina lograr¨¢ clasificarse frente a Nigeria
Basta de carreras, se acab¨® la timba/?Un final re?ido ya no vuelvo a ver/?Pero si alg¨²n pingo llega a ser fijo el domingo/?Yo me juego entero/?Qu¨¦ le voy a hacer
No me escap¨¦ del Corralito, como la mayor¨ªa de mis compatriotas de aquel tiempo, sino del veneno sufridor que para m¨ª se llam¨® Racing Club de Avellaneda. La peor herencia familiar. 35 a?os sin ganar un solo campeonato. Esper¨¦ a verlo campe¨®n en el 2001 y compr¨¦ el billete de avi¨®n que me depositar¨ªa en Barajas, explic¨¢ndoles a todos que me iba a ver mundo. Mentira, todo mentira, yo no quer¨ªa penar m¨¢s.
Ya en Espa?a, me tom¨¦ con cautela lo de elegir los colores locales. El Atleti, seguro que no: me hab¨ªa jurado que el sufrimiento hab¨ªa quedado atr¨¢s. As¨ª que en una de esas vi por la tele a un brasilero dient¨®n y a un gnomo de la Mas¨ªa que llevaban la pelota atada a los pies. Qu¨¦ felicidad, qu¨¦ alegr¨ªa del vivir. La vida me hab¨ªa enga?ado: en el f¨²tbol tambi¨¦n se pod¨ªa gozar y se pod¨ªa ganar seguido, seguid¨ªsimo. Yo, que ven¨ªa del pa¨ªs que mejor f¨²tbol se practicaba ¨Cen Argentina eso es un axioma, no se discute, no hay estad¨ªstica ni an¨¢lisis que lo pueda contrariar¨C, me encontr¨¦ con el Bar?a de Guardiola y con ese gnomo, un tal Leo Messi. ?Mamma m¨ªa, qu¨¦ panzada! El f¨²tbol era alegr¨ªa, el f¨²tbol se pod¨ªa ver sin necesitar agarrarse al alambrado para putear, llorar y morirse a cada rato.
Todo parec¨ªa haberse arreglado en mi corazoncito, hasta que llegaron los mundiales. Ah¨ª me di cuenta de que el sufrimiento me persegu¨ªa, que los mismos celestes y blancos del Racing Club de Avellaneda volv¨ªan con la camiseta de la Selecci¨®n Nacional para recordarme que el f¨²tbol es una tragedia, que te hace la vida imposible. Cuando llega el mundial y mi esposa me advierte enajenado frente al televisor, me confiesa, mordi¨¦ndose los labios: ¡°Te juro que no te reconozco¡±; y a mis hijos, ¡°D¨¦jenlo, no le hablen que no los escucha¡±. No le respondo, pero quisiera: ¡°Querida, a m¨ª me inyectaron en vena una evidencia: somos imbatibles, sin lugar a dudas los mejores del mundo. Me advirtieron de que no existe el concepto de derrota, y que si te derrotan debe de tratarse de un error y que si insisten con eso, hay que agarrarse a las pi?as. Me repitieron que la camiseta de la Selecci¨®n Nacional es sagrada, sa-gra-da. Por lo cual, vida m¨ªa, contestame: ?C¨®mo no quer¨¦s que pretenda destrozar la televisi¨®n con un hacha, si Islandia, helado y precioso pa¨ªs de 336.460 habitantes seg¨²n Wikipedia, que juega por primera vez un Mundial, nos empata? ?C¨®mo quer¨¦s que atienda a voz humana alguna si nos meten tres pepinos, tres, los queridos croatas de Rakitic ¨Cque tanto aplaudo cuando veo a mis cul¨¦s¨C, cuando contamos con el mejor jugador de la historia, en el mejor momento de su carrera, que es quien se merece m¨¢s que nadie en este mundo lleno de injusticias y maldades, levantar esa bendita copa al cielo y que todos nos hartemos a llorar de emoci¨®n, incluso los que los critican tan ferozmente, por natural ignorancia y desenfreno patrio?¡± Pobre, mi mujer. Pobres, mis hijos. Espero que tengan presente que solo cada cuatro a?os aflora esta criatura insostenible en la que me convierto.
Tras el empate con Islandia, me retir¨¦ del sal¨®n madrile?o de mis paisanos, al grito de: ¡°Estamos afuera, no se hable m¨¢s¡±. Sin embargo, ahora que gan¨® Nigeria y volvemos a tener posibilidades, comprendo sin ning¨²n tipo de remordimiento, porque nac¨ª donde nac¨ª, que en el pr¨®ximo partido Mascherano saldr¨¢ del fondo con pelota dominada, levantar¨¢ la cabeza, se la pasar¨¢ al genio de Rosario y el genio frotar¨¢ la l¨¢mpara. Los africanos caer¨¢n a los lados como cayeron los ingleses frente al de la mano de Dios, en M¨¦xico en el 86. Lo estoy viendo¡ ?Lo estoy viendo! Todo con naturalidad, con soltura, con justicia divina. Despu¨¦s veremos jugadas similares, salvadoras, en los octavos y los cuartos y las semis y as¨ª hasta la final que, ??c¨®mo pude dudarlo, c¨®mo?! ganaremos. Por una cabeza, como en las carreras de caballos. Por los pelos que Sampaoli no tiene. Sufriendo, claro que sufriendo, pero, ?de qu¨¦ otro modo se puede ser un hincha argentino en estos tiempos?
Guillermo Roz es escritor, su ¨²ltima novela es Las gafas negras de Amparito Conejo?(Editorial La Huerta Grande, 2018)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.