Nuevo orden mundial
Eliminadas las selecciones dominadoras, la presencia de ciertos semifinalistas, en los que nunca se acababa de creer, provoca una inusual placidez
En el f¨²tbol mundial casi nunca se cambia de jefes. Mandan los cuatro o cinco peces gordos de siempre: Brasil, Italia, Alemania, Argentina, Uruguay. De vez en cuando parece que el orden se tambalea, y conquistan un Mundial selecciones como Inglaterra, Espa?a o Francia. Pero enseguida se restaura la vieja hegemon¨ªa. Al final, para llegar lejos, hacen falta un sue?o y un plan. Quiz¨¢s hay que estar tambi¨¦n un poco locos para enarbolar el plan y el sue?o hasta el final, sin que importen las consecuencias. Muy a menudo, demasiadas selecciones prometedoras ven como la parte de la locura se convierte en miedo, o simplemente en fatalidad, y dejan pasar la ocasi¨®n de hacer Historia. La vida en el fondo es eso, llegar hasta un borde y nada, aseguraba Cort¨¢zar.
En el f¨²tbol se est¨¢n produciendo revoluciones continuamente, que muchas veces ni siquiera salen a la luz ni producen ruidos. No lo hacen, casi siempre, porque en realidad no eran revoluciones. Eran el juego de la revoluci¨®n, en el sentido que el Monopoly es el juego del dinero, pero no es el dinero. Todav¨ªa recuerdo cuando una de mis t¨ªas apareci¨® en casa con una yogurtera. Nos iba a cambiar la vida, seg¨²n ella. No quiero hacer le?a del ¨¢rbol ca¨ªdo, as¨ª que dir¨¦ simplemente que hoy las yogurteras ya no existen. Cuando la revoluci¨®n funciona se nota en que te das la vuelta y no est¨¢n los que mandaban. Acaba de pasar en Rusia. Se desmoron¨® el Antiguo R¨¦gimen. Ning¨²n viejo dominador, capaz de ganar partidos con el miedo que produce su nombre, super¨® los cuartos de final. No ve¨ªa un cambio en el orden imperante tan simb¨®lico desde que en The Wire el negocio de la droga en las calles de Baltimore pas¨® de estar en manos de Stringer Bell y Avon Barksdale a quedar bajo el control de un desconocido Marlo Stanfield, que no se sabe de d¨®nde sali¨®.
El ganador saldr¨¢ de la criba de un inusual grupo de pa¨ªses que, salvo Francia e Inglaterra, en su d¨ªa campeones por una vez, demasiado ef¨ªmera, vivieron mucho tiempo alejados de la posibilidad real de gloria. Nadie deber¨ªa entristecerse por ello. Ni siquiera cuando tu selecci¨®n favorita no se encuentra entre los mejores. Si me apuran, hay cierta belleza en ver c¨®mo se derrumban las grandes torres. Es un derrumbe temporal, pero un derrumbe, tras el cual solo quedan cascotes. Suena a guitarra de Agnus Young en AC/DC. La ca¨ªda desencadena un estruendo fastuoso, dram¨¢tico y emocionante, semejante a fuegos artificiales. Parece que se va acabar el mundo, pero lo ¨²nico que se acaba es el Mundial. Eliminadas las selecciones dominadoras, la presencia de ciertos semifinalistas, en los que nunca se acababa de creer, provoca una inusual placidez. Es como cuando Forbes da a conocer la lista de gente m¨¢s rica, y nunca aparece un pobre en las primeras posiciones. Acabas desconfiando. Pero si de pronto, alguien sin dinero, pero loco, con un plan y un sue?o, escala hasta la cabeza, vuelves a creer en el sistema.
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