El Tour llega a su d¨ªa decisivo al ritmo del alegre Alaphilippe
Landa, Nairo y todos los rivales del t¨¢ndem Sky afilan sus cuchillos y prometen que en el Portet todo pasar¨¢
Lo bueno del Tour es que al atardecer se habla siempre del d¨ªa siguiente, y se sonr¨ªe. Bueno, sonr¨ªen unos cuantos. Marc Soler, no. Acaba de pasar un d¨ªa en la escuela pedaleante de los Pirineos, y en el grupo avanzado, en el pelot¨®n de 44 que se va en fuga para mostrar la diferencia entre el Tour que podr¨ªa ser, el que se suda y emociona en la sucursal, y el Tour que es, el que dormita en el tren del Sky.
El Tour que podr¨ªa ser --el del ciclismo de de ataques de instinto, contras, recontras, desfondamientos y vuelta a empezar, a bloque, a bloque, Aspet, Ment¨¦, Portilhon, ca¨ªdas, miserias y broncas, y permanentes uno a uno, cada pedalada un desaf¨ªo-- lo lidera Julien Alaphilippe, que gan¨® en Luchon comm¡¯il faut, vestido de lunares de rey de la monta?a y bien solo, la primera etapa pirenaica como hace una semana lo hizo en la alpina, atacante y sonriente, la perilla mosquetera m¨¢s descuidada, la cara m¨¢s chupada, los ojos m¨¢s saltones, el mismo ¨ªmpetu hiperactivo y pedalada ligera.
El Tour que es lo gu¨ªa Geraint Thomas, un maquinista calculador, relajado y eficiente, de esos que la mayor emoci¨®n la viven cuando no pasa nada, ayudado por un equipo dominante e intenso que amordaza y paraliza a Chris Froome, el ¨²nico que hasta el momento ha mostrado capacidad de estar a su altura; y todos los que siguen dicen siempre que el d¨ªa siguiente. Y por si alguno se emociona, Thomas, relax, Thomas, relax, lo enfr¨ªa. ¡°Chris y yo nunca nos atacaremos¡±, promete Thomas, y promete m¨¢s modorra, y el t¨¢ndem manda marcar la marcha al ritmo de su coraz¨®n lento a sus ciclistas especializados, altivo Poels, con sus gafas de aviador Bernal.. Y los del d¨ªa siguiente dicen que no, que ya toca hacer algo en el puerto m¨¢s duro del Tour en la etapa m¨¢s corta; y son el Landa que se mueve vivo un poco, y sale de la sombra, en el ¨²ltimo kil¨®metro del Portilhon porque ha o¨ªdo un ruido y alguien le dice que era Roglic, dos puestos por delante en la general, poco m¨¢s de un minuto, que no estaba bien; le sigue el Roglic que no, que no estaba mal, y Nairo y Dumoulin y todos los dem¨¢s, juntitos. Pero el d¨ªa siguiente¡
Unos se juegan la etapa y fabrican el Tour que gusta; otros se juegan el Tour y matan las etapas. Y todos suben y bajan los mismos lugares, el Aspet que mat¨® a Casartelli hace 23 a?os y sobre el que vuela, horror, Philippe Gilbert, que no se rompe nada, ni la bici; el Ment¨¦ de Luis Oca?a, donde ya no truena la tormenta; el valle que entra en Ar¨¢n y en el que Movistar de sus gregarios grandes, Erviti y Bennati, se despereza in¨²til en el pelot¨®n que es, y no le vale para salvar los cascos amarillos de la clasificaci¨®n por equipos; el Portilhon del Tarangu, y sus curvas umbr¨ªas y h¨²medas que derriban a Adam Yates, otro de la escuela avanzada, la del ciclismo de Alaphilippe que se quiere salvaje y despreocupado, y siempre a bloque, a bloque, y trepa vertical, con el busto erguido, como Bahamontes, pero sin el baile de hombros del ?guila, sin la agilidad del escalador puro, con fuerza. Marchaba por delante de todos Adam Yates, y aunque se levanta, le pasa r¨¢pido, sin mirar atr¨¢s, sin frenar, Alaphilippe lanzado, y luego el disciplinado Gorka Izagirre, que termina segundo como su hermano Ion un par de veces, pero logra con su esfuerzo la recompensa de llevar el d¨ªa siguiente el casco amarillo en la cabeza, y con el de Ion, tambi¨¦n fugado, y el de Pozzovivo, al que vieron subir agarrado la Croix de Fer y ha resucitado en los Pirineos, y todo el Bahr¨¦in.
Soler, el debutante que con los ojos bien abiertos devora el Tour que tanto le ense?a, no quiere hablar del d¨ªa siguiente, sino del d¨ªa pasado, de c¨®mo en la escuela avanzada se aprende mucho m¨¢s que en el pelot¨®n de los buenos, el de subir con agua, el de bajar a ayudar a orinar al jefe, el de tirar del carro un rato por cualquier cuesti¨®n t¨¢ctica. En la escuela avanzada, aunque un pinganillo-ombligo le ligue siempre al vozarr¨®n de su director en fugas, Txente Garc¨ªa Acosta, hay m¨¢s momentos en los que tiene que tomar sus propias decisiones, coger una rueda u otra, analizar la fuerza y el estilo de los que le acompa?an para desentra?ar sus intenciones, y, sobre todo, aprender a no hacer esfuerzos in¨²tiles, a no gastar m¨¢s de lo necesario, y no ponerse nervioso cuando la intervenci¨®n policiaca contra una manifestaci¨®n detiene un cuarto de hora la etapa. Mientras, haciendo rodillo relajante tras las m¨¢s de cinco horas de etapa, repasa mentalmente el d¨ªa, el joven catal¨¢n oye a su alrededor hablar a todo el mundo del Portet, el Portet, el Portet, la prolongaci¨®n de Saint Lary Soulan¡ ¡°No, no lo conozco¡±, dice. ¡°Y no quiero conocerlo antes de empezar a subirlo. De hecho, ni he abierto esa p¨¢gina en el libro de ruta¡±. Pero Landa, en el rodillo de al lado, le fastidia. ¡°Yo s¨ª lo conozco¡±, le dice. ¡°Es largo pero duro, y m¨¢s alto que el Tourmalet¡±. Y Soler no lo aguanta m¨¢s. Se levanta y se va al autob¨²s, ya torturado por el d¨ªa siguiente. Al abrir la puerta, un rugido desde su interior estremece el ambiente. Es Nairo, que dice que el d¨ªa siguiente va a ser un le¨®n, y ensaya.
Landa sigue en el rodillo, sonriente, el d¨ªa siguiente ser¨¢ su d¨ªa, y el Tour que podr¨ªa ser alcanzar¨¢ por fin al Tour que es.
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