Gran final imperfecto
Es muy humano aspirar a que tu relato se adorne con una ¨²ltima gesta. No conseguirlo es quiz¨¢ m¨¢s humano a¨²n
Es dif¨ªcil irse de un sitio a la hora perfecta. Casi siempre esa hora llega un poco antes de que uno se d¨¦ cuenta, y cuando lo advierte, ya no es tan perfecta. No tiene nada de raro. Los finales imperfectos, te?idos con un peque?o rev¨¦s, son los m¨¢s utilizados. Casi todas las vidas tienen uno. Tambi¨¦n la de Fernando Alonso en la F¨®rmula 1, que en la persecuci¨®n de su tercer t¨ªtulo mundial consumi¨® m¨¢s de diez a?os de esfuerzos y frustraciones, y al final se le escap¨®. Es muy humano aspirar a que tu relato se adorne con una ¨²ltima gesta. No conseguirlo es quiz¨¢ m¨¢s humano a¨²n. Estamos tan acostumbrados a que un campe¨®n aspire a seguir si¨¦ndolo que a veces vemos c¨®mo persigue sombras. En una trayectoria menos laureado, pero culminada con un final redondo, Nico Rosberg busc¨® el t¨ªtulo de campe¨®n, y cuando al cabo de los a?os lo encontr¨®, cerr¨® el c¨ªrculo y no insisti¨® m¨¢s. Levant¨® el campeonato y se retir¨®, sorteando el peligro que el c¨ªrculo se convirtiese en una espiral.
Quiz¨¢ el ¨²ltimo gran final, en deporte, sea el de Zidane. Se march¨® a la hora perfecta, en la que cualquier otro en su lugar alegar¨ªa que se lo estaba pasando tan bien que le dio pena tener que irse en lo m¨¢s divertido. Pero Zidane es Zidane, alguien capaz de mostrar c¨®mo abandonar un sitio puede ser un arte. Depender de un motor y una carrocer¨ªa para conquistar un final as¨ª, ante el que hasta los haters se rindan, dificulta m¨¢s el reto. Cuando la gloria se somete a la oportunidad de tener o no de una m¨¢quina veloz y fiable, es posible que el talento no baste y que tu historia se dirija hacia un final declinante. La obsesi¨®n de Alonso por ganar un nuevo t¨ªtulo se consumi¨® en la obsesi¨®n, anterior a esa, por conseguir un coche competitivo. Doble trabajo. Ah¨ª choc¨® continuamente contra un muro, a semejanza de aquel personaje de El mar, de John Banville, que una noche intent¨® redactar sin suerte un testamento con una m¨¢quina de escribir a la que le faltaba la letra I, imprescindible para poner ¡°yo¡± en ingl¨¦s, y sin la cual un testamento se aboca a la imperfecci¨®n total.
Hace tiempo que la historia de un piloto es la historia de su relaci¨®n con un artilugio demasiado complejo y caro. Y esa relaci¨®n se reserva a menudo un final frustrante, que acaba en abandono o en cero puntos. Esta idea vale, en realidad, para cualquier persona y cualquiera de sus m¨¢quinas. Piensa en tu impresora, por ejemplo. Conozco much¨ªsimas historias sobre impresoras que acaban mal, con la m¨¢quina abandonando a su due?o. A veces solo la usas un d¨ªa al a?o, as¨ª que procuras que tenga tinta, que haya papel, que los cables est¨¦n en su sitio. Nada puede fallar, as¨ª que cuando pulsas el bot¨®n imprimir, falla. M¨¢quinas. ¡°Fue el mejor piloto durante una d¨¦cada, pero no tuvo coche, as¨ª que no pudo demostrarlo¡±, es un buen resumen de la carrera de Alonso en el que estamos dispuestos a creer, asumiendo la dura contradicci¨®n.
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