El Madrid necesita otro reglamento
Esta cruda semana demostr¨® que para dominar hacen falta cuatro mediocampistas y para marcar goles no alcanza con dos delanteros sin voracidad
El parque de los horrores
De pronto, lo que parece borroso se vuelve claro y al rev¨¦s. El Valladolid, por ejemplo, arranc¨® titubeante y en tres d¨ªas gan¨® dos partidos que lo pusieron en mitad de tabla. En los mismos d¨ªas, al Madrid y al Bar?a se les cay¨® el poder¨ªo por un precipicio. Puede arreglarse esta misma semana. Al fin y al cabo, el f¨²tbol siempre pag¨® al contado y por eso aceptamos su condici¨®n de fen¨®meno pendular que se mueve violentamente al comp¨¢s de los resultados. No son m¨¢s que sugestiones, pero cuidado con sus consecuencias. Las redes exageran los vaivenes hasta tal punto que terminan convirtiendo un partido de la octava jornada en una cuesti¨®n de vida o muerte. Es terrible para los entrenadores, que tienen que luchar contra las fuerzas ocultas de la percepci¨®n. Pobres. En el parque de atracciones que es la Liga, ellos nunca se bajan del tren fantasma.
Culpables
Un gran entrenador me dijo que las derrotas le hac¨ªan sufrir, pero que hab¨ªa logrado no sentirse el ¨²nico culpable despu¨¦s de perder un partido. Est¨¢ bien: para qu¨¦ inmolarse, si los dem¨¢s ya se encargar¨¢n de matarte. Estamos perfeccionando tanto esa persecuci¨®n que ya basta un empate inesperado para salir a la b¨²squeda del causante. Tampoco alcanza con seg¨²n que triunfos porque, en estos d¨ªas, los cazadores de culpa est¨¢n alcanzando niveles freudianos nunca vistos. Si eres un jugador del Bar?a, por ejemplo, y ganas sin respetar los principios de la belleza que dict¨® el profeta Johan, el triunfo tendr¨¢ tal grado de contaminaci¨®n est¨¦tica, que pondr¨¢ a la afici¨®n en alerta ante un futuro inquietante. As¨ª las cosas, inculparse a uno mismo no es m¨¢s que medicina preventiva.
Con once no alcanza
Estas minicrisis nos ponen ante reflexiones sorprendentes. El Real Madrid sale de esta semana haci¨¦ndose la siguiente pregunta: ?cu¨¢ntos jugadores necesitamos para tener la pelota y cu¨¢ntos para crear peligro? Hay un problema reglamentario porque, si hacemos bien la suma, necesita m¨¢s de once. Ser¨¢ por la costumbre de jugar con Cristiano, con el que siempre sal¨ªan las cuentas. Si el centro ven¨ªa al primer palo lo cabeceaba Cristiano, si iba al segundo lo cabeceaba Cristiano y si iba al medio lo cabeceaba Cristiano. Puesto que del peligro se ocupaba Cristiano, quedaban otros diez hombres para las tareas menos gloriosas, que ni son pocas ni f¨¢ciles. Esta cruda semana demostr¨® que para dominar hacen falta cuatro mediocampistas, y para marcar goles no alcanza con dos delanteros sin voracidad. As¨ª como decimos que la defensa incumbe a todo el equipo, es el momento de entender que, ante la falta de especialistas, los goles tambi¨¦n son un compromiso colectivo.
Lo excepcional como costumbre
Acostumbrarse a jugar con un portento, ese es el problema. Miremos al Barca, un equipo que tiene desde hace a?os el refugio de un estilo y que fortaleci¨® la plantilla con fichajes importantes. Basta que Messi se quede en el banquillo un rato para que todos sus compa?eros parezcan desamparados, incapaces de subir el dif¨ªcil escal¨®n que lleva al gol.
Jordi Alba sigue corriendo como una avioneta a punto de despegar, pero tiene que abortar el vuelo porque la pelota no llega; Demb¨¦l¨¦ se convierte en un juvenil lleno de dudas; Coutinho en un alma en pena; y Su¨¢rez, en el pollo sin cabeza de Toshack. Todos est¨¢n esperando algo. Tambi¨¦n la afici¨®n y el periodismo y los chinos que lo miran por televisi¨®n. Entra Messi y el mundo encuentra su raz¨®n de ser. Hasta la pelota se acuerda de que es redonda. El problema se arregla, pero queda la pregunta amenazante: ?y cuando no est¨¦?
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