Junto a Fosbury el d¨ªa de su revoluci¨®n
El exsaltador ol¨ªmpico Luis Garriga relata c¨®mo vivi¨® la final de salto de altura en los Juegos de M¨¦xico 68, en la que el estadounidense escribi¨® un momento para la historia
Fue el 19 de octubre de 1968, este viernes hace 50 a?os. En la final de salto de altura de los Juegos de M¨¦xico, el estadounidense Dick Fosbury asombr¨® con la innovadora t¨¦cnica de espaldas. El espa?ol Luis Garriga, finalista, lo vio en directo. As¨ª lo recuerda

Siempre he asociado lo que viv¨ª aquella tarde en el estadio Ol¨ªmpico de M¨¦xico con un comentario que, a?os despu¨¦s y referido a otras cuestiones, le escuch¨¦ al publicista Lluis Bassats: ¡°?Se imagina un producto que no solo sea novedoso, sino que acabe con la competencia de un plumazo?¡±. Ese producto ha existido y lo vi frente a m¨ª durante m¨¢s de tres horas. Se llamaba Dick Fosbury y apenas ten¨ªamos noticias suyas. Semanas antes de los Juegos Ol¨ªmpicos, me hab¨ªan mostrado unas im¨¢genes suyas en una moviola. Me resultaron intrigantes, pero no comprend¨ª el alcance de su revoluci¨®n hasta el 19 de octubre de 1968, fecha de la final del salto de altura.
Le hab¨ªa visto de lejos el d¨ªa anterior, durante la ronda de clasificaci¨®n. No hab¨ªamos coincidido en las series. Era un saltador alto ¡ª1,92m¡ª, flaco y extravagante. No se parec¨ªa a ninguno de nosotros, ni a nadie del que tuvi¨¦ramos noticias. Saltaba de espaldas al list¨®n, f¨®rmula que le hab¨ªa permitido alg¨²n ¨¦xito en Estados Unidos, donde hab¨ªa ganado el campeonato universitario. No se hablaba, sin embargo, de Fosbury como favorito, o quiz¨¢ nos neg¨¢bamos a creer que aquel exc¨¦ntrico iba a derrotar a los ortodoxos del rodillo ventral.
El salto de altura se hab¨ªa desarrollado a trav¨¦s de varias t¨¦cnicas. El rodillo ventral era tan hegem¨®nico en nuestro tiempo que no se sospechaba nada nuevo en el horizonte. El mejor era el sovi¨¦tico Valeri Brumel, que pose¨ªa el r¨¦cord mundial (2,28 metros) desde 1963. Era una leyenda viviente y un reloj en cada salto. No se descompon¨ªa nunca. Parec¨ªa insuperable en todos los aspectos: f¨ªsica, t¨¦cnica y mentalmente. Todos admir¨¢bamos su mec¨¢nica, pero Brumel no pudo acudir a los Juegos de M¨¦xico. Nunca se recuper¨® del grav¨ªsimo accidente de moto que sufri¨® en 1965.

Buena parte de nuestro trabajo estaba mediatizado por las condiciones de la pista, que hasta M¨¦xico 68 eran de tierra, y sobre todo por el foso de ca¨ªda. Fosbury hubiera sido imposible sin el amplio y mullido colch¨®n que disfrutamos en M¨¦xico. Cuatro a?os antes, en los Juegos de Tokio, nuestro foso se compon¨ªa de arena y virutas de corcho. Se requer¨ªa un considerable valor para caer de frente en aquella superficie. De espaldas supon¨ªa una invitaci¨®n a romperse la crisma.
Pas¨¦ una noche de nervios antes de la final. Aunque hab¨ªa batido el r¨¦cord de Espa?a en la serie de clasificaci¨®n, con 2,12 metros, no dejaba de molestarme el aductor. Amaneci¨® un d¨ªa agradable, sin viento. Era el ¨²ltimo d¨ªa de la semana m¨¢s sobrenatural en la historia del atletismo. Un d¨ªa antes de nuestra final presenci¨¦ en el estadio el salto de Beamon y pens¨¦ que nada podr¨ªa superar aquel techo. No repar¨¦ en Dick Fosbury.
Me embarg¨® una emoci¨®n incontenible cuando el speaker anunci¨® a los finalistas. Me colocaron entre dos estadounidenses ¡ªCarruthers y Fosbury¡ª y dos sovi¨¦ticos ¡ªGavr¨ªlov y Skvortsov¡ª. Es una foto que no poseo y la que m¨¢s desear¨ªa tener en esta vida. Mi favorito era Gavr¨ªlov, un saltador elegante, con una t¨¦cnica perfecta. Se le etiquetaba como el sucesor de Brumel. Carruthers era un portento f¨ªsico, pero un competidor irregular. Del otro ruso, Skvortsov siempre consider¨¦ que le sobraban expectativas.

Fosbury era el misterio de la tarde. Lo revel¨® enseguida. Empez¨® a saltar con una seguridad tremenda. Intu¨ª en ¨¦l una fenomenal ferocidad competitiva. Estaba all¨ª para ganar, cualquiera que fuera la altura. En esas cuestiones me reconoc¨ªa en el americano: la victoria antes que el r¨¦cord. Manej¨® la competici¨®n con una seguridad tan evidente que mi apuesta por Gavr¨ªlov ¡ªterminar¨ªa tercero con 2,20m¡ª empez¨® a quebrarse. Todo en Fosbury invitaba a observarle. En la rutina de concentraci¨®n previa a los saltos emit¨ªa unos sonidos rar¨ªsimos, mientras se agitaba adelante y atr¨¢s, en pleno trance. Los espectadores acud¨ªan desde las otras zonas del estadio para disfrutar de aquel exc¨¦ntrico que no era una broma. ¡°??ndele, gringo!¡±, le gritaban en cada intento.
Charl¨¦ brevemente con Thomas Zacharias, hijo del m¨ªtico violinista alem¨¢n Helmut Zacharias, y el italiano Crosa, sexto en la final. ¡°Esto es incre¨ªble¡±, coment¨® Zacharias. Hubo gente que consider¨® a Fosbury una an¨¦cdota sin m¨¢s recorrido. Nosotros sab¨ªamos que est¨¢bamos presenciando una revoluci¨®n en directo. Se trataba menos de la victoria de Fosbury que del derrumbe del imperio del rodillo ventral. Manej¨® la competici¨®n como quiso, sin conceder esperanzas a nadie. No mostr¨® la menor fisura. Saltaba igual 2,09m ¡ªmi marca en la final¡ª que 2,18 o 2,24m, la altura que le permiti¨® ganar el oro. Aquel d¨ªa, Dick Fosbury, un chaval de 21 a?os, se revel¨® como mucho m¨¢s que una exitosa novedad: fue el producto que acab¨® con la competencia para siempre. Cuando termin¨® la final, me acerqu¨¦ para felicitarle. ¡°Hablaremos¡±, me dijo muy amable. No lo hicimos. Nunca nos vimos de nuevo.
Luis Garriga particip¨® en los Juegos de 1964 y 1968, y en estos ¨²ltimos fue finalista en salto de altura. Fue alcalde de Borja (Zaragoza) entre 1995 y 2007.
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