C¨®mo curar a Demb¨¦l¨¦
Conozco m¨¢s casos de fracaso por inadaptaci¨®n social que futbol¨ªstica, y me resulta curioso que a un jugador con problemas de comportamiento se lo castigue impidi¨¦ndole jugar
S¨ª, claro. El f¨²tbol no tiene piedad con los mediocres y no le da opci¨®n a los enchufados. Una competencia justa, donde los capaces triunfan y los dem¨¢s se quedan en un camino en el que encontraron sacrificio, fatalidades, a veces injusticias. Superar obst¨¢culos es parte obvia de todo reto y se logra con talento e ilusi¨®n. Llegar a profesional es complicado, con millones de postulantes que salen como espermatozoides en busca de una oportunidad. Siendo a¨²n ni?os tienen que enfrentarse a la l¨®gica adulta de los padres, que meten una presi¨®n insoportable. Y a procesos de selecci¨®n que empiezan de nuevo cada temporada y que ponen en combusti¨®n a compa?eros que rivalizan por un puesto, entrenadores que exigen, rivales que pegan, aficiones que insultan. Por esa raz¨®n, cuando oigo decir a alguien que no es jugador porque ¡°mi padre me oblig¨® a estudiar¡±, contesto: ¡°S¨ª, claro¡±.
El remedio equivocado. En efecto, la carrera del futbolista est¨¢ llena de amenazas. De hecho, hay promesas que se hacen veteranos sin cumplir lo que promet¨ªan. Sobran razones. Porque el talento era m¨¢s aparente que real, porque la personalidad no respalda a la calidad, porque las lesiones demoran la explosi¨®n¡ O por dificultades de encaje en un nuevo entorno que provoca distracciones. Si nos atenemos a las informaciones, Demb¨¦l¨¦ entra de lleno en la ¨²ltima hip¨®tesis. Conviene tomarlo en serio porque conozco m¨¢s casos de fracaso por inadaptaci¨®n social que futbol¨ªstica. Dicho esto, me resulta curioso que a un jugador con problemas de comportamiento se lo castigue impidi¨¦ndole jugar. M¨¢s curioso a¨²n que la opini¨®n p¨²blica respalde la medida. Intentar recuperar a un futbolista con problemas impidi¨¦ndole jugar, me parece incomprensible. Instr¨²yanlo para que cambie sus h¨¢bitos de vida porque a¨²n est¨¢ en edad de aprender. ?Pero c¨®mo se puede curar a nadie quit¨¢ndole la pasi¨®n de su vida?
F¨²tbol cl¨¢sico. El River-Boca tiene a los argentinos como un gato en una bolsa. Una locura que est¨¢ fermentando desde hace quince d¨ªas y que esta noche termina. Se compite nada menos que por el poder. Europa y Sudam¨¦rica lo hicieron a cara de perro durante d¨¦cadas. Hoy, Europa es la meca y consagra como unidad de medida la delicadeza t¨¦cnica de LaLiga, el brillo e intensidad de la Premier, el espect¨¢culo civilizado de la Bundesliga¡ A Sudam¨¦rica le queda la dignidad del pariente pobre. Pero no confundamos superioridad econ¨®mica con superioridad moral. Europa mira la Final como si se tratara de un f¨²tbol primitivo, rabioso en las tribunas y precario en el campo. Error. F¨²tbol de antes, pero no menor. Siguen siendo cientos los jugadores que llegan para fortalecer el f¨²tbol europeo con talento, oficio y personalidad gracias a una cultura que expira amor al juego. Un respeto. Hoy Movistar no da Parque Jur¨¢sico, sino f¨²tbol de verdad.
?Qu¨¦ ser¨¢ del f¨²tbol? Mi admirado Pablo Aimar me puso en alerta cuando declar¨® algo inquietante: ¡°La m¨ªa es la ¨²ltima generaci¨®n que ver¨¢ los partidos enteros¡±. Las ideas nuevas siempre parecen exageradas, pero la frase me dej¨® pensando porque es coherente con una ¨¦poca que nos pide velocidad en todo: en alcanzar el triunfo, en leer las noticias, en ver los partidos. Luego me enter¨¦ de que la NBA ya ofrece como opci¨®n de compra el ¨²ltimo cuarto de los partidos de baloncesto. ?Para qu¨¦ perder tiempo con los otros tres? Finalmente, Aurelio de Laurentiis, presidente del N¨¢poles, le apret¨® el acelerador a la inquietud de Aimar, al proponer dos mitades de media hora con un descanso de dos o tres minutos ¡°para que no se aburran los j¨®venes¡±. Ya que est¨¢, que le pregunte a los j¨®venes el nombre del nuevo juego, porque ¡°f¨²tbol¡± no es.
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