?Qu¨¦ m¨¢s va a pasar?
Argentina seguir¨¢ generando historias abracadabrantes. No es bueno para el deporte. S¨ª para la literatura
Y ahora, ?qu¨¦? ?Qu¨¦ m¨¢s va a pasar? Cuesta hacerse a la idea de que esta final, que comenz¨® el 10 de noviembre con un diluvio en Buenos Aires, vaya a acabarse as¨ª, sin m¨¢s, como acaban los partidos normales, con un triple pitido del ¨¢rbitro, un vencedor y un vencido. En el relato de este mes hay de todo. Incluso f¨²tbol. En realidad, quiz¨¢ se trate de un relato estrictamente futbol¨ªstico, si usamos el t¨¦rmino f¨²tbol como algo que va mucho m¨¢s all¨¢ del juego.
Probablemente conozcan el ¨¢spero arranque de 19 de diciembre de 1971, uno de los cuentos m¨¢s celebrados de Roberto Fontanarrosa: ¡°Yo s¨¦ que ahora hay muchos que dicen que fuimos unos hijos de puta por lo que le hicimos al viejo Casale. Yo s¨¦, nunca falta gente as¨ª, pero ahora es f¨¢cil decirlo, ahora es f¨¢cil. Hab¨ªa que estar esos d¨ªas en Rosario para entender el fato, mi viejo. Ahora es f¨¢cil hablar al pedo, ahora habla cualquiera¡±.
El cuento del Negro Fontanarrosa, con la narraci¨®n de una salvajada, hizo imperecedero un partido en Buenos Aires entre Rosario Central y Newell?s Old Boys, los rivales m¨¢s enconados de Argentina. Parece que no puede faltar la salvajada cuando se habla de f¨²tbol argentino. Ni el elemento fant¨¢stico. ?Alguien pod¨ªa imaginar, un mes atr¨¢s, que las cosas llegar¨ªan tan lejos? A m¨¢s de 10.000 kil¨®metros, concretamente. Al Santiago Bernab¨¦u. Y con una carga dram¨¢tica propia de un buen novel¨®n ruso.
Aplazado el debate sobre las barras
Hay quien dice que la final interminable marcar¨¢ un antes y un despu¨¦s. Que las cosas no volver¨¢n a ser como antes. Bueno, son opiniones. Fij¨¦monos de momento en el durante, con la final a¨²n en curso. Mat¨ªas Sebasti¨¢n Nicol¨¢s Firpo, de 31 a?os, mec¨¢nico tornero, fue identificado, pese a afeitarse la barba y cortarse el cabello, como una de las personas que apedrearon el autob¨²s de Boca a su llegada al estadio de River, el pasado 24 de noviembre. Firpo ya ha sido condenado: dos a?os y cuatro meses de prisi¨®n, en suspenso. No pisar¨¢ la c¨¢rcel. El castigo consiste en que durante 28 meses no podr¨¢ ingresar (te¨®ricamente) en un estadio, deber¨¢ asistir a un curso sobre convivencia urbana y realizar 180 horas de tareas comunitarias. No parece un castigo ejemplarizante. L. G. M., la mujer que rode¨® el cuerpo de su hijo con bengalas (sin explosivo) para colarlas en el estadio, ha sido tambi¨¦n condenada: dos a?os y ocho meses en suspenso, y un tratamiento psicol¨®gico.
Esta semana, el gobierno ha enviado a la C¨¢mara de Diputados un proyecto de ley urgente dirigido a acabar con las barras violentas. Pero a muchos diputados les pareci¨® demasiado severo. Desproporcionado. Los trapitos, esos que te vigilan el coche fuera del estadio a cambio de una propina (o te lo destruyen si no pagas), ¡°son gente que se gana la vida¡±, dijo uno. ¡°No se puede criminalizar a los hinchas¡±, dijo otro. Ante la falta de acuerdo, el debate se aplaz¨® hasta el d¨ªa 18, justo antes del comienzo de las vacaciones veraniegas. O sea, ya para el a?o pr¨®ximo. Y entonces se ver¨¢.
?Algo va a cambiar en la gesti¨®n de los clubes? ?Se extinguir¨¢ m¨¢gicamente el v¨ªnculo entre las barras y la pol¨ªtica? ?Se convertir¨¢ la Conmebol, hist¨®ricamente el brazo m¨¢s corrupto de la FIFA (y eso es decir mucho), en un organismo henchido de honestidad y sensatez? Uno tiende a pensar que el f¨²tbol argentino continuar¨¢ generando historias abracadabrantes. Eso no es bueno para el deporte. S¨ª lo es para la literatura. Esta final, en cualquier caso, a¨²n no ha terminado.
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