El Himalaya en parapente y con un viol¨ªn
El franc¨¦s Jean Yves Fredriksen revive una in¨¦dita traves¨ªa en la que estuvo a punto de perder la vida
No cab¨ªa preguntarse c¨®mo hab¨ªa llegado a ese punto: el militar tayiko iba a volarle la mano con su Kalashnikov. ?Por qu¨¦? Porque era un s¨¢dico y porque, muy probablemente, le confund¨ªa con un esp¨ªa, un James Bond sin esmoquin pero con ocho capas de ropa de monta?a superpuestas. Jean Yves Fredriksen (1975), franc¨¦s, gu¨ªa de alta monta?a, alpinista sobresaliente y parapentista iluminado, no pod¨ªa haber empezado peor la aventura de su vida: la traves¨ªa en parapente de la cordillera del Himalaya, en 2016, desde Tayikist¨¢n hasta Birmania. Es decir, cuatro meses de vuelos rozando los picos m¨¢s elevados del planeta, a veces por encima de los 6.000 metros de altitud, aterrizajes hist¨¦ricos, sorpresas buenas y malas, encuentros, soledad y amistad. Tambi¨¦n un viol¨ªn, su mejor compa?¨ªa. ¡°No tuve tiempo de tener miedo: el militar hab¨ªa decidido castigarme a su manera y tuve que improvisar, fingir que era un ser extremadamente vulnerable para no perder la mano¡±, explicaba Fredriksen esta semana pasada en Bilbao, donde present¨® su aventura en el Mendi Film Festival.
As¨ª que retir¨® la mano que taponaba el ca?¨®n, se hizo una bola y se tir¨® al suelo, gimiendo. ?nicamente hab¨ªa cuatro testigos: el pastor que le vio aterrizar en un prado, un segundo pastor que lo apres¨® (ten¨ªa orden de capturarle vivo o muerto) y los dos militares que decid¨ªan qu¨¦ hacer con ¨¦l. Jugaron un peque?o partido de f¨²tbol pate¨¢ndole el cuerpo, asqueados ante la debilidad que presentaba el presunto esp¨ªa, o terrorista. ¡°Interpret¨¦ un papel durante los cuatro d¨ªas que estuve detenido e interrogado. Estaba en un escenario fuera del tiempo y de la realidad. Con el tiempo, me doy cuenta de que estoy orgulloso de c¨®mo gestion¨¦ esta desventura: hice lo que ten¨ªa que hacer para no pasar mi vida en prisi¨®n¡±, se sincera Fredriksen.
La traves¨ªa integral del Himalaya, en completa autonom¨ªa y sin asistencia, sonaba sencilla: ¡°Recorrer unos 4.000 kil¨®metros en el coraz¨®n del Himalaya, atravesando una decena de pa¨ªses, picos imponentes e inexplorados, gargantas infinitas, praderas, pueblos, gentes y costumbres¡±, pero tambi¨¦n cargar con 45 kilos de peso y caminar miles de metros de desnivel para dar con un lugar desde el que despegar, dejarse 15 kilos de peso en la empresa, combatir el fr¨ªo, la incertidumbre, volar por encima de todos los c¨®digos de seguridad, re¨ªr, desesperarse¡
¡°El proyecto m¨¢s insensato de mi vida tiene que ver con la necesidad de verme sorprendido. Deseo que mi mirada vea algo que no est¨¢ ya en mi memoria, dar con gente adorable que a¨²n no he conocido. Desde el lado deportivo, me gusta confiar en mis fuerzas, en mi t¨¦cnica y mis conocimientos¡ El viaje ten¨ªa mucho sentido para m¨ª. Atraves¨¦ pa¨ªses musulmanes, hinduistas, budistas y protestantes y casi siempre fui bien recibido. Me gusta creer que los que siguieron mi viaje se llevar¨¢n un mensaje de amor y paz, de que es posible vivir todos juntos. Un tipo cualquiera con su parapente, su mochila y su viol¨ªn recorri¨® todos estos pa¨ªses del tir¨®n [entre el 19 de agosto y el 19 de diciembre de 2016] y regres¨®, entero, al seno de su familia en un pueblo perdido de los Alpes¡±, expone.
En el nombre de Bonatti
En 2005, el lado derecho de la cara oeste del Dru, una monta?a ic¨®nica de Chamonix (Alpes franceses) se desplom¨®. Fue como si la Torre Eiffel perdiese una de sus partes. Con el desprendimiento desapareci¨® una de las grandes obras de la historia del alpinismo: el pilar Bonatti, abierta en solitario por el genial alpinista italiano entre el 17 y el 22 de agosto de 1955. All¨ª donde se levantaba un imponente pilar rojizo qued¨® un solar de granito gris¨¢ceo. Pura desolaci¨®n.
Entre el 27 de enero y el 8 de febrero de 2007, Jean Yves Fredriksen y su amigo Martial Dumas abrieron una nueva v¨ªa justo por el hueco dejado por el monstruoso desprendimiento. La bautizaron como la "v¨ªa de los pap¨¢s¡±. ¡°Martial me llam¨® al principio del invierno y me dijo que un ge¨®logo de renombre, Ludovic Ravanel, le hab¨ªa asegurado que en invierno no habr¨ªa peligro de nuevos desprendimientos, as¨ª que nos lanzamos a la pared. Fue una formidable aventura, al lado de casa, nueve d¨ªas seguidos en la pared: bautizamos as¨ª la v¨ªa para re¨ªrnos un poco de nuestros detractores, que nos consideraban suicidas. ?No vimos caer una sola piedra en todo el periplo!¡±.
Si hubo un ingrediente que condiment¨® la empresa, este fue su viol¨ªn. Un instrumento de m¨²sica empleado contra el aburrimiento, contra el estr¨¦s, la fatiga y la soledad, pero sobre todo como llave para abrir sonrisas. Jean Yves aterrizaba como un alien¨ªgena en mitad de una aldea y, nada m¨¢s desengancharse del arn¨¦s, sacaba su viol¨ªn y tocaba un fragmento de m¨²sica, incluso aires locales. Su gesto borraba la sorpresa, tambi¨¦n la incomprensi¨®n, al tiempo que le permit¨ªa dejar de ser un extra?o sin invitaci¨®n. ¡°Tambi¨¦n me sirvi¨® para pasar fronteras o controles de la Polic¨ªa: me ve¨ªan como un saltimbanqui¡ Por ¨²ltimo, el viol¨ªn me permit¨ªa no tomarme muy en serio: cierto que la m¨ªa era una aventura comprometida, pero nada que pudiera hacerme sentir importante¡±.
Fredriksen sufri¨® dos accidentes. Uno de ellos pudo acabar en tragedia: cay¨® descontrolado a 100 metros del suelo; en otro aterrizaje extremo, se rompi¨® varias costillas y un tobillo se hinch¨® malamente. Pero si conserva una imagen fuerte de su periplo, esta tiene que ver con un aterrizaje inesperado: ¡°En mitad de la selva junto a una caseta de tejado azul, a dos d¨ªas de marcha de la primera aldea. Encontr¨¦ cuatro ni?os en la choza, entre los seis y los 14 a?os. Su madre estaba gravemente enferma. Hospitalizada desde hace dos meses. Su padre acompa?aba a la madre desde entonces y los ni?os viv¨ªan al cuidado del mayor: cuidaban de las cabras y del hogar. Esa noche, me atendieron como lo hubieran hecho sus progenitores: me sirvieron t¨¦, carne de yak¡ No me dejaron ayudarles, y al final de la velada me hicieron sitio en la caba?a¡±.
Su aventura no acab¨® en Birmania. Lo hizo en casa. Sus dos hijos adolescentes y su mujer se hab¨ªan acostumbrado a estar sin ¨¦l. ¡°Esta aventura desmedida me ha hecho tomar conciencia de que la gente apasionada es ego¨ªsta, terriblemente ego¨ªsta. Yo el primero. Nunca antes hab¨ªa ca¨ªdo en la medida de mi ego¨ªsmo¡±, reconoce. Entonces, ?no es posible tener una familia y alimentar sus deseos de aventura? Fredriksen considera que ¡°el mal ya est¨¢ hecho¡±. ¡°Viv¨ª esta aventura sin caer en la cuenta del da?o sentimental que sufri¨® mi familia. Durante la traves¨ªa del Himalaya llev¨¦ la aventura hasta l¨ªmites exagerados, de una forma que mi familia juzg¨®, con raz¨®n, ego¨ªsta... Imagino que quiz¨¢ sea exasperante vivir conmigo¡±.
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