El yo-yo de Demb¨¦l¨¦ y la prisa de Vinicius
Los grandes jugadores resultan adictivos: uno quiere, sencillamente, que reciban la pelota
El cl¨¢sico loco. Demb¨¦l¨¦ con la pelota en los pies es como una gacela con imaginaci¨®n. Esa elegante carrera se la debe a una colosal coordinaci¨®n que le permite conducir el bal¨®n a la distancia justa de cualquiera de los dos pies, mostr¨¢ndolo sin exponerlo, como un yo-yo de hilo corto, quiz¨¢s los cordones de sus botas. Tiene una velocidad inalcanzable si lo persiguen y llena de trucos si intentan cerrarle el paso. Por ejemplo, un freno seco, que en f¨²tbol es una de las exc¨¦ntricas formas que tiene la velocidad de ganar una carrera. O los amagues, mentiras corporales para continuar la huida. Se relaciona muy bien con la cercan¨ªa de los rivales (como si no fueran una amenaza), y los compa?eros son estaciones de paso hacia la porter¨ªa contraria con quienes tira paredes como un modo de dialogar. Una prueba m¨¢s de que estos nuevos cracks son, como siempre, un poco locos sin dejar de ser cl¨¢sicos.
Tirar de la rienda. Vinicius, tres a?os m¨¢s joven, es Demb¨¦l¨¦ sin terminar. Un pura sangre impetuoso todav¨ªa sin domar. Un poco por juventud, otro poco por el deseo de exhibici¨®n propio de todo reci¨¦n llegado y, finalmente, por un saludable esp¨ªritu competitivo, a¨²n no encontr¨® la pausa que tire de la rienda a su espectacular potencia y ayude a ordenar sus m¨²ltiples talentos. Siempre tiene prisa. Se nota especialmente en la elecci¨®n de los tiros, que le salen torcidos porque a¨²n no descubri¨® a qu¨¦ m¨¢xima velocidad puede ser preciso. Pero estamos hablando de un chico de 18 a?os que ya encontr¨® una camiseta de titular en el Real Madrid y que sacude los partidos con su juego optimista al tiempo que ilusiona a los aficionados por su sola presencia. Vinicius es la ¨²ltima prueba de que los grandes jugadores resultan adictivos. Uno quiere, sencillamente, que reciban la pelota.
Regreso a la esencia. Hablando de j¨®venes, C¨¦sar Luis Menotti volvi¨® a la selecci¨®n argentina como m¨¢nager, con 80 a?os y el entusiasmo intacto. Fue el primero que dot¨® de confianza al jugador y dignific¨® a la selecci¨®n. Se dir¨¢ que, como aquel conquistador al que canta Les Luthiers y que "fund¨® Caracas en el centro mismo de Caracas", Menotti invent¨® lo que estaba inventado. Cierto, el estilo que adopt¨® exist¨ªa y hasta ten¨ªa nombre, La Nuestra, pero ¨¦l lo estructur¨®, lo llen¨® de orgullo y lo dinamiz¨® hasta hacerlo campe¨®n del mundo. Si hay que refundar el f¨²tbol argentino, nadie mejor que quien lo fund¨® y, como hace 50 a?os que est¨¢ a la vanguardia, no hay que preocuparse por su edad. Para liderar, una cosa es resolver los problemas y otra contentar a las personas. Perfecto: llega el hombre que, desde el conocimiento y la capacidad de seducci¨®n, resolver¨¢ las dos cosas.
Siempre agradecido. Quiero a Menotti como se quiere a los grandes maestros. Lo conoc¨ª con 17 a?os y sintonic¨¦ de inmediato con su sensibilidad. Me dio consejos a medida para que pudiera defenderme de mis defectos dentro de la cancha, y me transmiti¨® el valor popular y representativo del f¨²tbol para jugarlo con orgullo y sin rapi?arlo. Contra lo que se sospecha, exig¨ªa como un alem¨¢n: entrenaba integrando lo f¨ªsico, lo t¨¦cnico y lo t¨¢ctico, como los que estos d¨ªas se llaman revolucionarios, y te invitaba a cumplir en la cancha, y con responsabilidad, aquellos sue?os con los que se llega al profesionalismo. En mi primer Mundial, el de Espa?a, salimos decimosegundos bajo sus ¨®rdenes. Cuatro a?os despu¨¦s fui campe¨®n en M¨¦xico defendiendo otra escuela futbol¨ªstica. Eso no cambi¨® mi admiraci¨®n, hasta el punto de que, en el regreso del maestro, solo siento no volver a ser su alumno.
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