El febrero de nuestra vida

Febrero, muy al principio, favorece un estado leve de felicidad, o al menos de placer. Cuando avistas todo lo que hay por delante, es imposible que este mes no te parezca una irresistible aventura, de las que sus claros protagonistas, que ser¨¢n Bar?a y Madrid, quiz¨¢ puedan salir vivos, aun la pata coja. Aunque probablemente no los dos. Viendo el calendario, demasiado perturbador, unos y otros bien podr¨ªan creerse Daniel Dravot o Peachy Carnehan en El hombre que pudo reinar, a punto de cruzar la cordillera del Hindu Kush a la absurda conquista del reino de Kafirist¨¢n, y diciendo que ¡°si pudo hacerlo un griego¡±, por Alejandro Magno, ¡°qu¨¦ no har¨¢n dos ingleses¡±. Ser¨¢ un mes peligroso para ambos clubes, el mes definitivo, lleno de esos lugares que evitas porque ya te atracaron dos veces, o porque siempre te caga un p¨¢jaro, pero a¨²n as¨ª divertido. No tendr¨ªa perd¨®n salt¨¢rselo para pasar a marzo r¨¢pidamente. Estamos ante el ejemplo perfecto de que unas pocas veces es preferible el peligro a la seguridad.

En un pu?ado de d¨ªas, que se sostienen con una mano igual que si fuesen tenedores, o billetes, Madrid y Bar?a jugar¨¢n tres veces entre s¨ª, haciendo de la insistencia el secreto de la vida. Por no hablar de que el equipo de Solari se enfrentar¨¢ tambi¨¦n a Alav¨¦s, Atl¨¦tico y Ajax, y el de Valverde a Valencia, Athletic y Sevilla, entre otros. Pocas ocasiones como en este febrero van a vivir tan juntos uno y otro club, casi hasta dar pie a una historia de amor, si no fuese porque en realidad lo ser¨¢ de aflicci¨®n. Con los destinos tan sincronizados cuesta creer que vayan a salir bien parados ambos.

Para quien disfrute mucho el f¨²tbol, este comienzo de febrero tendr¨¢ el sabor de los mejores veranos, cuando no hacen m¨¢s que empezar. Hay tanto por delante, y tan bueno, que se vuelve una tentaci¨®n pronosticar que no se acabar¨¢ nunca. Lo mejor de los veranos, o al menos los veranos de antes, era la sospecha, al principio, de que durar¨ªan siempre y no dejar¨ªan preocupaciones. A medida que se tachen d¨ªas, los enfrentamientos quiz¨¢ vayan dejando marcas de sangre en la pared. Pero no importar¨¢, porque las afrentas permitir¨¢n las revanchas. Pero solo eso. Ser¨¢ un dram¨¢tico a la vez que bello y eterno carrusel del que disfrutar, como espectador, sin otra obligaci¨®n que la de no dar golpe. No ser¨¢n semanas, definitivamente, de las que uno pueda decir, en zapatillas de casa, que al fin est¨¢ preparado para la vida tranquila, sin v¨¦rtigos. M¨¢s bien nos las vemos con uno de esos per¨ªodos que necesariamente acaban mal para alguien. Son tan catastr¨®ficos y emocionantes que no te importa si te toca a ti ser el muerto. Los veranos tristes, despu¨¦s de todo, tambi¨¦n perduran, y tiempo despu¨¦s los recuerdas adquieren de repente cierta dicha.