Oso rubio de sangre
Se top¨® el Madrid con la horma perfecta para su hist¨®rico zapato: un Bar?a que le gan¨® sin jugar a nada, con un portero casillesco que bien merecer¨ªa una oda
¡°?Qu¨¦ mar hubiera sido capaz de no llorarte?¡±, reza uno de los versos finales en la famosa oda que Rafael Alberti dedic¨® al h¨²ngaro Plattk¨®. Se hab¨ªa disputado, en Santander, el primer partido de la final de Copa de 1928 y el gaditano acudi¨® al estadio acompa?ado por su buen amigo Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo. La ¨¦pica actuaci¨®n del guardameta, que recibi¨® una brutal patada en la cabeza y se escap¨® de la enfermer¨ªa para regresar al campo, pas¨® a formar parte del sagrario colectivo de una hinchada que todav¨ªa es capaz de imaginar aquella gesta gracias a la maestr¨ªa de Alberti. En ausencia del poeta, y sin el registro milim¨¦trico de las c¨¢maras de televisi¨®n presentes en el coliseo blanco, muy pocos ser¨ªan capaces de esbozar, hoy, la magnitud del recital ofrecido por Marc-Andr¨¦ Ter Stegen en el Santiago Bernab¨¦u.
Alegar¨¢n los menos entusiastas que no fue, ni de lejos, el mejor partido del alem¨¢n con la camiseta del Bar?a: ni falta que hace. Las grandes gestas suelen sustentarse en los peque?os detalles y el partido del Bernab¨¦u conten¨ªa todos los ingredientes de las noches inolvidables: la naturaleza definitiva del choque, la sangre en el ojo del eterno rival, la grada rebosante de aficionados locales clamando venganza, los ojos del mundo entero mirando¡ De ese caldo magn¨ªfico emergi¨® Ter Stegen con manos y pies de m¨¢rmol para asegurarse la gloria eterna, el recuerdo imborrable de una noche m¨¢gica en la que multiplic¨® peces, resucit¨® muertos y convirti¨® el agua en vino, el vino en cava.
Porque el Bar?a, olvidando la tozudez del resultado, se plant¨® mortecino en la Castellana, como un veh¨ªculo sin distintivo ambiental que da vueltas sin sentido, orgulloso de su pasado pero falto de expectativas. Solo Ter Stegen se mantuvo firme ante las embestidas de un Real acalorado que besa como un adolescente: con buena intenci¨®n pero sin demasiado tino. Primero Vinicius, despu¨¦s Benzema y Reguil¨®n, se toparon con un muro infranqueable que ejecuta lo improbable con absoluta normalidad, un futbolista que se pasea por Barcelona en bicicleta, un alem¨¢n mediterr¨¢neo. Tan at¨ªpico nos resulta su ejercicio que, todav¨ªa hoy, cinco temporadas despu¨¦s de su desembarco, seguimos destacando la habilidad con los pies como la principal caracter¨ªstica de su juego. Los delanteros rivales, m¨¢s atentos a lo fundamental, no alcanzan a ver m¨¢s que acero y hormig¨®n.
Su fichaje constituye, en s¨ª mismo, una deuda eterna del club azulgrana con Andoni Zubizarreta, el principal valedor de Ter Stegen, que se vio obligado a hacer las maletas cuando medio Camp Nou todav¨ªa observaba al alem¨¢n con el mismo escepticismo que, anteriormente, sufriera V¨ªctor Vald¨¦s. ¡°Es uno de los mejores porteros que he conocido y me ayud¨® a ser mejor entrenador¡±, declar¨® Pep Guardiola tras el regreso del portero catal¨¢n a los terrenos de juego. Algo similar debe pensar Valverde de Ter Stegen, que sigue apuntalando con sus paradas la reciente hegemon¨ªa del Bar?a en el Bernab¨¦u. Se top¨® el Madrid con la horma perfecta para su hist¨®rico zapato: un Bar?a que le gan¨® sin jugar a nada, con un portero casillesco que bien merecer¨ªa una oda. Pero ya no est¨¢ Alberti y Sabina, que bien podr¨ªa ofrecer cierta justicia al ¡°oso rubio de sangre¡±, sigue empe?ado en cantarle, exclusivamente, a su Atleti.
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