Desarmando a Messi
Jam¨¢s se me ocurrir¨ªa decir que el jugador del Barcelona es m¨¢s que Di St¨¦fano, Pel¨¦, Cruyff o Maradona. Tampoco que es menos
En f¨²tbol llamamos genio a aquel que no se ajusta a un patr¨®n e integra en la normalidad cosas que parecen m¨¢gicas, hasta el punto de transmitir una relajada sensaci¨®n de naturalidad cuando hacen lo imposible. O sea, Messi.
De pronto, a una jugada desestructurada, dif¨ªcil y hasta fea, la arregla un toque que le pone armon¨ªa a todo ese desbarajuste. Atajos que toma el instinto con su conocida capacidad de s¨ªntesis para llenar brillantemente las lagunas que hay entre dos hechos. Para lograrlo hace falta un sentido espacial panor¨¢mico, una mirada perif¨¦rica solo entendible en un cuello giratorio, un c¨¢lculo de resultados propio de un gran matem¨¢tico, la coordinaci¨®n de un equilibrista, la astucia de un pobre y una t¨¦cnica a la que el bal¨®n obedece sin rechistar y hasta con alegr¨ªa. Fuerza, inspiraci¨®n y gracia con la que se llega a asombrar al mundo. Y a conquistarlo.
Puede estar rodeado de rivales que creen tenerlo acorralado, pero gracias a sensores que desde el sistema nervioso mandan perfectos actos reflejos, el genio acelera, frena o amaga, para encontrar un espacio del tama?o de una pelota. Suficiente para abrirle un panorama nuevo a la jugada. Y mejor. En f¨²tbol, esa especie de dios con dimensiones humanas que trae desde la cuna un saber que perfeccionar¨¢ con la pr¨¢ctica, es el genio y no puede prever, ni siquiera un par de segundos antes, el prodigio con el que est¨¢ a punto de sorprendernos. Por descontado que sus rivales tampoco.
Entrega la pelota en profundidad y uno, en calidad de espectador, se pregunta: ?Se la devolver¨¢n? ?Cu¨¢ndo? ?D¨®nde? ?C¨®mo?... Antes de formularnos todas esas preguntas, Messi ya las ha contestado y obrado en consecuencia. Para alcanzar esa perfecci¨®n se necesitan dotes adivinatorias que se guardan en la caja negra del instinto, que tiene una base gen¨¦tica y otra cultural.
Cada genio es exclusivo y pide sus propias met¨¢foras. Para Maradona, por ejemplo, el bal¨®n era como un instrumento musical, al que le arrancaba respuestas art¨ªsticas. Para Messi el bal¨®n es una herramienta sin m¨¢s pretensi¨®n que la de la eficacia. No el serrucho del carpintero ni la azada del hortelano; m¨¢s bien los elementos de orfebrer¨ªa del joyero para la perfecci¨®n milim¨¦trica de su juego. Porque depende. A la cita que solo ¨¦l conoce se llega caminando o trotando o esprintando. En Messi hay una cuarta posibilidad: retrocediendo. Porque desmarcarse es buscar un lugar vac¨ªo, no correr hacia delante. Se trata de llegar a la pelota, o que la pelota llegue a ti, al lugar justo en el momento justo. Desde esa perspectiva del juego Messi es, quiz¨¢s, el jugador m¨¢s puntual de la historia del f¨²tbol. Que se me entienda, puntualidad medida en d¨¦cimas de segundo.
Vayamos al origen mismo del fen¨®meno.
El espermatozoide justo, fecunda el ovario correcto para que nazca un predestinado; esto es, un ni?o con una ventaja natural exagerada para jugar al f¨²tbol. Uno entre miles de millones de concursantes. Y hablo tanto de espermatozoides como de postulantes a genio en el mundo entero. ?Qui¨¦n no querr¨ªa ser Messi? Buena parte del conocimiento universal del f¨²tbol se le leg¨® en ese instante o, mejor dicho, buena parte de los instrumentos para manejar el juego a su antojo. Es raro que un milagro venga de serie, pero no hay otra forma de verlo. Sin embargo, hasta los milagros necesitan de condiciones para prosperar.
Rosario merec¨ªa un Messi
El crecimiento tiene que suceder en un ¨¢mbito que sepa apreciar ese talento espec¨ªfico. El genio futbol¨ªstico es beneficiario de una ¨¦poca propicia y de un ambiente en el que el f¨²tbol debe tener un espesor cultural. Nadie lo dijo mejor que Menotti: ¡°Todos sabemos que es imposible un Maradona japon¨¦s¡±. Del mismo modo que se puede decir que Messi es Messi desde que naci¨®, hay que decir que Messi naci¨® en Rosario porque Rosario merec¨ªa un Messi. La ciudad entera est¨¢ impregnada de f¨²tbol y para demostrarlo basta con nombrar a hijos de la ciudad y su zona de influencia: el mismo Menotti, Mascherano, Bielsa, Pochetino, Berizzo, El Tata Martino, Batistuta, Banegas, Garay, Di Mar¨ªa, Lo Celso y puedo seguir un buen rato. Entraba dentro de la ley de posibilidades que la ciudad pariera un genio. Ya tenemos la ¡°loter¨ªa natural¡± y la ¡°loter¨ªa social¡±. En los dos casos el gordo fue para Lionel Messi.
La pasi¨®n del ni?o le pondr¨¢ acento y honrar¨¢ la ventaja con la que naci¨®. Seguramente porque percibe muy pronto esa superioridad, tiene un encuentro dichoso con la pelota, el juguete que se impone a todos los juguetes. Empieza ah¨ª una relaci¨®n de amor, y no exagero, con el gran objeto de disfrute del f¨²tbol. Tiene con ella sesiones interminables de dominio para ense?arle a obedecer cualquier orden. El genio va desarrollando el tacto con la pelota, su dominio, y de ese modo va mejorando su habilidad muscular. Tambi¨¦n la imaginaci¨®n empieza a ejercitarse. Del mismo modo que las sillas son regateables aunque no se coman los amagues, a ratos el ni?o convierte un muro en compa?ero con el que asociarse, a ratos en arquero al que ametrallar con tiros envenenados. No todo puede ser f¨²tbol, pero es muy posible que cuando est¨¦ en el colegio piense en la pelota y cuando duerma sue?e con la pelota.
El conocimiento del juego se logra de un modo fraccionado, haciendo ejercicios de especializaci¨®n (control, pase, tiro, cabeceo¡) que, como las piezas de una maquinaria, despu¨¦s tendr¨¢n que encajar en el conjunto. No todos los jugadores saben unir los trozos que entrenaron por separado. Para el genio eso es cosa sabida desde el d¨ªa en que aquel espermatozoide hizo una de las jugadas de todos los tiempos para llegar al sitio justo.
As¨ª es como la pr¨¢ctica, el consciente y hasta el subconsciente, van cargando de un contenido diab¨®lico ese almac¨¦n de informaci¨®n al que llamamos instinto para cuando llegue el momento m¨¢gico de la inspiraci¨®n.
Un laboratorio amable
Todo ese conocimiento hay que ir meti¨¦ndolo en el laboratorio amable, casi festivo, que son los partidos del recreo; en los m¨¢s salvajes del potrero o, quiz¨¢s con una camiseta de verdad, contra los asesinos del barrio de al lado. Prueba y error para ir haciendo los ajustes entre la visi¨®n, la t¨¦cnica, el coraje... Ah¨ª la pelota ya es comunitaria, de modo que la individualidad tiene que rendirle cuentas al colectivo. Si el tacto con la pelota est¨¢ ya desarrollado, llega el momento de potenciar la mirada para evaluar a los otros, para interactuar con los nuestros, para entender los espacios y para medir las m¨²ltiples velocidades (la de la pelota, la de los rivales, las de los compa?eros¡) con la precisi¨®n de un reloj suizo. La pelota se sociabiliza para empezar a ser f¨²tbol y tambi¨¦n esa prueba Messi la pasa sin estudiar, con el esfuerzo inteligente y hasta placentero de la pr¨¢ctica.
Seguramente ya suenan los primeros aplausos y vuelan algunos insultos. Los primeros le gustan y los segundos no le asustan. De hecho, cuando le pegan se resiste a caer para no desprenderse de la pelota. Parece un acto de honestidad, pero mucho antes es el amor a la pelota que nunca perder¨¢. A¨²n es un ni?o y juega para disfrutar, pero ya ve, con disimulada felicidad (para que no lo acusen de agrandado seg¨²n los exigentes principios de los c¨®digos futbol¨ªsticos), la evidencia aristocr¨¢tica de su poder. Messi ya es el Messi que conocemos, al menos en lo esencial. Basta ver un v¨ªdeo de su infancia para reconocer su patr¨®n creativo. Se le ve elegir la mejor opci¨®n entre todas las posibles y nos hace preguntar, como ahora mismo: ?Cu¨¢ntas ideas desechadas habr¨¢n pasado por su cabeza hasta elegir esta?; ?C¨®mo puede ser que tenga esa punter¨ªa para quedarse con la mejor opci¨®n?; ?A qu¨¦ velocidad trabajan esas conexiones cerebrales para encontrar la soluci¨®n en un acto reflejo? Esa aventura creativa es fascinante y de ella nos habla el f¨²tbol de Messi desde aquellas im¨¢genes de su infancia hasta cualquier partido de estos d¨ªas.
As¨ª es como se fue cerrando la fase informal de aprendizaje en la fabricaci¨®n del jugador m¨¢s puntual de la historia del f¨²tbol. La calle, principal escenario de su formaci¨®n en aquellos a?os, tuvo la virtud de potenciar la valent¨ªa, de no modificar la originalidad de sus recursos y de dotarle de confianza a pesar de un f¨ªsico a¨²n por hacer. La pulga se siente poderosa en medio de aquellas batallas porque no lo agarran ni con la mano. Ni pegarle pueden. Ya tiene s¨²per poderes que solo hay que ir profesionalizando.
Cambio de h¨¢bitos
El genio todav¨ªa est¨¢ en Rosario, tiene apenas 12 a?os y es invisible para el mundo. Llega el d¨ªa en que tiene que abandonar la casa, el barrio, la ciudad y el pa¨ªs en busca de un sue?o que est¨¢ lejos, en Barcelona. Llega con su cuerpo insuficiente, pero un cerebro con una l¨®gica algor¨ªtmica, con su precisi¨®n telesc¨®pica y un regate que ni siquiera necesita ser burl¨®n para dejar gente en el camino como si fueran aquellas sillas.
Mientras descubre el nuevo mundo tiene que tratarse sus problemas de crecimiento con inyecciones que ¨¦l mismo debe aplicarse. Su familia se parte en dos durante el tiempo en que completa su aprendizaje en otra punta del mundo. Quiz¨¢s en un momento de debilidad se pregunt¨® si val¨ªa la pena todo eso o, a lo mejor, tuvo dudas sobre su futuro profesional como todo adolescente en per¨ªodo de aprendizaje, como todo extranjero en fase de adaptaci¨®n. Pero el orgullo y el car¨¢cter del genio no solo asoman en las canchas y los problemas no son m¨¢s que las pruebas de hombr¨ªa que le pide la vida incluso a los predestinados. En este punto lo importante es saber que nadie, en el ¨¢mbito que se nos ocurra y aunque sea un superdotado, llega a lo m¨¢ximo subiendo por una alfombra roja. ?Sacrificio? No. Quiz¨¢s reto o desaf¨ªo, porque muy r¨¢pidamente Leo habr¨¢ ido comprobando que los sue?os y la realidad se llevaban de maravilla.
En Barcelona ocurren cosas sustanciales para su formaci¨®n y abarcan tanto las condiciones de vida como su relaci¨®n con el f¨²tbol. El cambio de h¨¢bitos al que se enfrenta consiste en adaptar su formaci¨®n callejera a una acad¨¦mica. Ese paso de un grupo cultural al que perteneci¨® por origen a otro que eligi¨® por necesidad, le obliga a socializar de otra manera su f¨²tbol y seguramente se habr¨¢ amoldado a ¨¦l, una vez m¨¢s, con la facilidad propia de los elegidos. En esta fase los nuevos h¨¢bitos compiten con su aprendizaje silvestre. Las rutinas que encontr¨® en el Bar?a fueron formateando el juego de Leo a un nuevo y muy singular estilo. H¨¢bitos que lo acomodar¨ªan a un contexto que resultar¨¢ inamovible a lo largo de su carrera profesional y que le hizo tanto bien en el Bar?a como mal en la Selecci¨®n Argentina. Fue creciendo a imagen y semejanza del Bar?a, al tiempo que los compa?eros lo fueron conociendo a ¨¦l. A ?L. Un f¨²tbol que llegar¨ªa a ser deslumbrante bajo la direcci¨®n de Guardiola y al que Messi ilumin¨® con belleza y elev¨® con eficacia como Pel¨¦ hizo en el Santos, Di St¨¦fano en el Real Madrid o Cruyff en el Ajax. Por supuesto al lado de compa?eros con los que estableci¨® una complicidad duradera, f¨¦rtil, profesional y humana.
El final del camino
Como el proceso de adaptaci¨®n al estilo Bar?a ocurri¨® en el tiempo m¨¢s trascendente en t¨¦rminos formativos (de los 12 a los 17 a?os), el esfuerzo lo transform¨® de la mejor manera como jugador de f¨²tbol y como jugador de equipo. Las razones son muy simples: todo mestizaje cultural enriquece y hasta los fen¨®menos necesitan evolucionar. Leo lo hizo en un ¨¢mbito coherente con sus condiciones naturales. La Pulga fue creciendo en seguridad, en riqueza t¨¢ctica, en poder muscular y sobre todo en su precisi¨®n en velocidad porque su genialidad cristaliza en la exactitud antes que en la imaginaci¨®n. Ya se adivinaba algo distinto, ya empezaba a asomar el genio futbol¨ªstico; esto es, un jugador que sab¨ªa lo de todos mejor que nadie y que sab¨ªa, adem¨¢s, lo que nadie m¨¢s sab¨ªa.
Y Messi, por fin en la adolescencia, lleg¨® al final del camino, aquel que lo deposit¨® en el Nou Camp para mostrarle al mundo todo de lo que era capaz. No fue m¨¢s que el principio de un nuevo camino en la larga traves¨ªa hacia la gloria con paradas y nombres propios relevantes: el Bar?a, La Mas¨ªa, la Selecci¨®n, Busquets, Xabi, Iniesta, Ronaldinho, Tito Villanova, Guardiola, Luis Su¨¢rez, Jordi Alba, su condici¨®n de extremo, de falso nueve, de estratega, de goleador hasta sin querer, su consagraci¨®n como h¨¦roe mundial, sus decenas de t¨ªtulos, su mujer, sus hijos, la madurez¡ Tambi¨¦n pas¨® por sus problemas con Hacienda, por la infecci¨®n period¨ªstica que, con un sentido nauseabundo del espect¨¢culo, le ped¨ªa a ¨¦l, sobre todo en Argentina, lo que solo se le puede pedir a un equipo. Cada uno de estos hitos, episodios y personajes fueron pasando por su vida para dejarle alg¨²n tipo de influencia y para trabajar sobre su reputaci¨®n y fama mundial con la que tiene, por cierto, una relaci¨®n muy relajada. ?Otro milagro! Solo que este ya no viene a cuento. Su larga e impecable trayectoria le vali¨® para convertirse, indiscutiblemente, en el jugador m¨¢s importante de la historia del Bar?a. En cuanto a su estatus futbol¨ªstico global, entrar¨¢ con todo derecho entre los jugadores m¨¢s grandes de la historia del f¨²tbol. Jam¨¢s se me ocurrir¨ªa decir que Messi es m¨¢s que Di St¨¦fano, Pel¨¦, Cruyff o Maradona. Tampoco que es menos.
V?DEO | Un partido, en un minuto. Otra forma de ver el pase a semifinales del Barcelona. https://t.co/2SZ9GNq3vB pic.twitter.com/XHDloTZgvv
— EL PA?S Deportes (@elpais_deportes) April 17, 2019
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