El atropello de los grandes
La FIFA, la UEFA y la ECA (Asociaci¨®n de Clubes Europeos, en sus siglas en ingl¨¦s) se disputan los d¨ªas para vender el producto. El producto es el partido, la pelea es por el negocio y faltan d¨ªas para tanta ambici¨®n
Aplaudiendo el despojo. La FIFA, la UEFA y la ECA (Asociaci¨®n de Clubes Europeos, en sus siglas en ingl¨¦s) se disputan los d¨ªas para vender el producto. El producto es el partido, la pelea es por el negocio y faltan d¨ªas para tanta ambici¨®n. Se est¨¢ modelando un futuro en donde los clubes grandes, conscientes de su poder, lleguen a ser grand¨ªsimos. Una voracidad que no respeta ni la tradici¨®n ni la salud de los jugadores ni los intereses de los clubes medianos. Se entiende mal que, precisamente los medianos, sean funcionales a las ambiciones de los grandes y contribuyan a darle estatura moral al atropello participando en organismos que, como la ECA, no se caracterizaran por su piedad. Ya que primero perder¨¢n a sus mejores jugadores, luego los fines de semana y finalmente la relevancia deportiva y la capacidad econ¨®mica, al menos no aplaudan. En cuanto a los jugadores, no hablan. Los an¨®nimos porque no tienen voz y los consagrados porque tienen la boca llena.
C¨®mo perder el tiempo. Hay muchas maneras de demorar la madurez futbol¨ªstica. La m¨¢s dolorosa es la que se hace por elecci¨®n. Hay buenos jugadores j¨®venes que se estancan de un modo lamentable por apresurarse a llegar a un gran equipo. Ignoran que se evoluciona compitiendo, no entrenando. El noruego Odegaard es un caso testigo. Los representantes tienen una seria responsabilidad en el error, pero lo paga el jugador. Giovani Lo Celso supo rectificar. Dos a?os en el PSG, jugando poco y fuera de su posici¨®n, fue el castigo a su impaciencia. Perdi¨® el tiempo. En el Betis se le ve como un jugador interesante que en el ¨²ltimo cuarto hace pesar su pureza t¨¦cnica de esgrimista con los pies y su claridad creativa para ver lo que los dem¨¢s no ven. Jugando cuarenta partidos por a?o, el puente hacia un grande est¨¢ asegurado.
De c¨®mo el ejemplo le gan¨® al error. Jaime Mata le dedic¨® su vida al f¨²tbol y el f¨²tbol decidi¨® recompensarlo. Tarde, pero de un modo espectacular. Con treinta a?os debut¨® en Primera Divisi¨®n y se gan¨® el derecho a ser seleccionado. De la irrelevancia al ¨¦xito y, sobre todo, al reconocimiento personal que merece aquel que no se rinde nunca. Mata hizo su parte divinamente. Puso su pasi¨®n al servicio de la tenacidad y su inteligencia al servicio de la mejora continua. Decir ¡°que el f¨²tbol es as¨ª¡±, no explica el caso. El f¨²tbol es gente que juega, gente que mira y gente que toma decisiones. Algo fall¨® si no supimos ver antes el potencial de un jugador de selecci¨®n que vag¨® por el f¨²tbol pobre sin que identific¨¢ramos su talento. Habr¨¢ m¨¢s casos de jugadores notables que tienen algunos defectos. Solo necesitan un entrenador que se enamore de sus virtudes. Y de la entereza gran¨ªtica de Jaime Mata.
Ben Yedder. Se mueve con soltura por todo el frente de ataque, con sentido del desmarque por despliegue e inteligencia. Tiene un cuerpo fibroso, m¨¢s ligero que rotundo, con un culo bajo, panza saliente y extremidades cortas. Todo en su arquitectura juega a favor del equilibrio. Esa raz¨®n, m¨¢s su exquisitez t¨¦cnica e instinto depredador, explican sus frenos secos, sus giros ¨¢giles, su capacidad para sacar el tiro desde cualquier posici¨®n y a gran rapidez. Por la maniobrabilidad de su cuerpo, y sus h¨¢bitos de f¨²tbol sala donde se inici¨®, cuanto m¨¢s peque?o es el espacio m¨¢s grande es Ben Yedder. En el ¨¢rea su f¨²tbol deja de ser l¨®gico y se vuelve astuto, lleno de amagues y con la atractiva habilidad de los zurdos. Un buen rematador, pero tambi¨¦n un jugador capaz de fabricar peligro desde la nada. Uno de esos delanteros invisibles a los que hay que saber mirar.
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