La receta de Campazzo
El Facu tiene los componentes del gran jugador peque?o de siempre, al que el arrojo se le supone y el mando en plaza se le exige del primer al ¨²ltimo minuto
La semana de Euroliga en los equipos espa?oles nos dej¨® un poco de todo: de la alegr¨ªa del Real Madrid por alcanzar la sexta Final Four con Laso nos fuimos a la tristeza de la afici¨®n de Baskonia por el sue?o que se escap¨®; y a¨²n queda por resolverse la inc¨®gnita de la eliminatoria entre Efes y Barcelona, que terminar¨¢ en un quinto partido no apto para pron¨®sticos. Pero si alguien en particular merece la consideraci¨®n de jugador de la semana, casi todos coincidir¨ªamos que ese premio oficioso deber¨ªa recaer en Facundo Campazzo.
As¨ª al menos lo reconoci¨® su director deportivo, Alberto Herreros, con uno de los gestos del a?o recogido por las c¨¢maras tras el jaque mate a Panathinaikos. Pasaban uno a uno los jugadores, e iba Herreros abraz¨¢ndolos, chocando esos cinco, d¨¢ndoles alguna palmada en el pecho. Hasta que apareci¨® finalmente el Facu al fondo del pasillo. Los objetivos se centraron en ¨¦l, el base madridista gui?¨® un ojo c¨®mplice, y la apertura del plano lo dej¨® casi a solas junto a su jefe; y lo que pudimos observar fue la versi¨®n m¨¢s deportiva de la portagayola taurina. O quiz¨¢ tambi¨¦n el adelanto de la fiesta del 9 de octubre, que casualmente nos hemos enterado que conmemora nada menos que el D¨ªa del Huevo.
Fuera una cosa o la otra lo que se cruz¨® por el cerebro de Herreros frente a su mejor ejecutivo de las dos ¨²ltimas semanas ¡ªy no en unas semanas cualquiera, sino en aquellas que marcan la fina l¨ªnea de las dudas en los transatl¨¢nticos europeos¡ª, ambas im¨¢genes ten¨ªan su sentido. La fuerza de Campazzo, su casta, su capacidad competitiva y su arrojo le han ido proyectando de forma relevante en cada reto que ha tenido por delante.
Lo que pudimos observar en esta serie frente a Panathinaikos, y lo que ya ven¨ªa apuntando el Facu desde hace varios meses, tiene muchos m¨¢s ingredientes para condimentar la versi¨®n tan impactante que hemos podido disfrutar todos los que en alg¨²n momento so?aron con patronear grandes barcos con cuerpos peque?os. Ya dijimos en alguna carta anterior que ser¨¢ dif¨ªcil dar una excesiva vuelta a esa m¨¢xima del baloncesto, seg¨²n la cual los bajitos pueden ganar partidos, pero son siempre los tipos grandes los que acaban dominando los campeonatos. Sin Tavares, sin Ay¨®n, sin un invento tan bien trabajado por Pablo Laso como es el todocampista Jeff Taylor, el impacto de un tipo de 1,80 no hubiera sido posible. La condici¨®n necesaria estaba presente, como tambi¨¦n estaba sobre el tablero del playoff que para el Real Madrid eso no era esta vez suficiente. Y las dudas apuntaban a la baja de Llull, y se alimentaban con la alargada sombra de Doncic. Ese era el fuego donde Facundo Campazzo deb¨ªa ofrecer su receta al baloncesto europeo. Y por supuesto no val¨ªan unos simples huevos cocinados al vapor de un tipo que siempre fue sobrado de energ¨ªa.
La receta que Campazzo ha cocinado en este playoff tiene los componentes del gran jugador peque?o de toda la vida, al que el arrojo se le supone, pero al que el mando en plaza se le exige del primer al ¨²ltimo minuto. Y ese mando comienza en una t¨¦cnica defensiva superdotada, con pasos laterales dif¨ªciles de mejorar, que ponen en guardia a los compa?eros. Sigue con un sentido del ritmo en ataque que cumple con el primer mandamiento del base: la r¨¢pida transici¨®n al campo ofensivo. Transmite la m¨¢xima seguridad en que el bal¨®n siempre va a acabar en manos de un compa?ero, y culmina con el toque de los jugadores cuando alcanzan lo que se ha definido como el trance art¨ªstico. Esos tres ¨²ltimos minutos finales del partido decisivo, con casi 20.000 personas en las gradas del OAKA y nueve compa?eros de profesi¨®n en la pista, s¨®lo hab¨ªa un cocinero en el pabell¨®n; en uno de los templos de la cocina del baloncesto europeo de este siglo, por cierto.
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