C¨®mo explicar lo inexplicable
El Liverpool se vali¨® del miedo esc¨¦nico de Anfield, pero el Bar?a ayud¨® con el miedo esf¨¦rico, descuidando el bal¨®n, la virtud que lo hace distinto
Miedo esc¨¦nico m¨¢s miedo esf¨¦rico
El Liverpool se vali¨® del miedo esc¨¦nico y para eso Anfield es terrible porque agobia, acobarda y confunde, pero el Bar?a ayud¨® con el miedo esf¨¦rico, descuidando el bal¨®n, la virtud que lo hace distinto y el ¨²nico refugio que oculta sus defectos. Dos veces d¨¦biles, el equipo fue v¨ªctima de tal atropello que al cuarto de hora nadie del Bar?a resist¨ªa la indiscreci¨®n de un primer plano. Jugadores con caras aturdidas y miradas desconcertadas que parec¨ªan salir de un naufragio sin saber qu¨¦ rumbo tomar. Solo Arturo Vidal segu¨ªa conectado al partido ganando las disputas, mordiendo aqu¨ª y all¨¢, corriendo a todo lo que se mov¨ªa. La se?al era preocupante, Vidal estaba en su salsa porque se jugaba a lo que quer¨ªa el Liverpool y no a lo que sabe el Barcelona. El sometimiento fue de tal calibre que para marcar el ¨²ltimo gol el Liverpool no tuvo ni que pedir permiso.
Se llama f¨²tbol y no tiene piedad
Hac¨ªa un a?o la Roma hab¨ªa advertido de que estas cosas pasan, hac¨ªa una semana el Liverpool hab¨ªa ense?ado el partido que se jugar¨ªa en Anfield. Eran avisos luminosos, de los que seguramente los t¨¦cnicos y los jugadores hablaron mil veces antes del partido, pero el f¨²tbol se escapa como una anguila de las previsiones. Sin Salah ni Firmino, Klopp perd¨ªa calidad, de manera que no ten¨ªa m¨¢s remedio que agregarle fe a la ecuaci¨®n. El Liverpool jug¨® peor que en Barcelona, pero la enorme energ¨ªa espiritual con la que salieron a jugar se fortaleci¨® con goles al tiempo que la del Bar?a se debilitaba, como si vasos comunicantes traspasaran, de un equipo a otro, confianza, convicci¨®n, bravura, atrevimiento¡ Y juego. No gastemos tiempo buscando razones porque hay mil y no hay ninguna. Solo dos estados de ¨¢nimo opuestos pueden explicar lo inexplicable. Y hasta ah¨ª no llegan ni los algoritmos.
Se puede perder y ser inolvidable
El mi¨¦rcoles el f¨²tbol se super¨® con otro partido de emociones fren¨¦ticas. El Ajax, con la frescura, el atrevimiento y la energ¨ªa de los j¨®venes, se puso dos a cero; y con la irregularidad, la inexperiencia y hasta la irresponsabilidad de los j¨®venes, perdi¨® 3 a 2. Un Tottenham m¨¢s adulto, pragm¨¢tico y afortunado (qu¨¦ poco hablamos de la suerte) tuvo la virtud de llevar el partido a su terreno cuando peor estaba la cosa. Simplificando el juego con env¨ªos a Llorente, con llegadas masivas y con un Lucas Moura, zurdo por una noche, que goteando goles puso el partido en el estado de histeria que le conviene al que intenta remontar. Lo hizo en el minuto 95. Del Tottenham dir¨¦ que dif¨ªcilmente ponga un solo jugador en el equipo ideal de la Champions, lo que habla necesariamente bien de Pochettino. El Ajax nos devolvi¨® a la infancia, cuando el f¨²tbol, sin tantas luces de ne¨®n, lo era todo.
Rebeli¨®n en la granja
Comportamientos sociol¨®gicos estables durante d¨¦cadas van desclasando el f¨²tbol por el empuje comercial y la l¨®gica de la globalizaci¨®n: pocos ricos, muchos pobres. La enumeraci¨®n es larga: el hincha es cada d¨ªa menos aficionado y m¨¢s cliente; al estadio van cada d¨ªa menos pobres y m¨¢s ricos; el fen¨®meno es cada d¨ªa menos local y m¨¢s internacional; el espect¨¢culo es menos presencial y m¨¢s televisivo; cada vez importa menos el juego y m¨¢s el resultado; y, sobre todo, el f¨²tbol es cada d¨ªa menos juego y m¨¢s negocio. Estamos a las puertas de una revoluci¨®n donde los grandes clubes presionan a la UEFA para instaurar la ley del gallinero, seg¨²n la cual la gallina de arriba caga a la de abajo. Esta semana se sucedieron las reuniones de los distintos organismos. Los de arriba intentan disimular y los de abajo van sacando el paraguas.
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