Roglic cede la maglia rosa del Giro y hace feliz a Italia
Masnada gana en la tierra del Padre P¨ªo al final de una larga fuga controlada que deja de rosa a Conti
Solo del cansancio emergen fuertes los campeones verdaderos. El Giro es la liturgia de la fatiga y la paciencia, el fuego lento que cuece al ba?o Mar¨ªa a voluntariosos aspirantes en etapas de seis horas, de casi 240 kil¨®metros, que permiten separar el grano de la paja. Por Molise desconocida, la Extremadura de Italia, maravillas que los turistas no saben apreciar, por pueblos como Mafalda o Isernia, un poco de inteligencia, o de memoria, se filtra en los duros caletres de los directores, tan brutos como siempre pero que, como alcanzados por un extra?o rayo de inspiraci¨®n y miedo, y una se?al ca¨ªda del cielo, la ca¨ªda de Roglic, ileso, deciden contradecir sus h¨¢bitos. Ya no fuerzan a la fuga a los m¨¢s d¨¦biles, sino a corredores duros, resistentes, peligrosos, instrumentos de una estrategia que piden lluvia a las nubes que empiezan a cubrir el cielo fr¨ªo y que esperan que ante la explanada de Renzo Piano en San Giovanni Rotondo, en la Apulia, ante el Gargano estremecedor que marca el tac¨®n de la bota en los mapas, al terminar la etapa comience a contarse un nuevo Giro.
Los que no se fugan trabajan atr¨¢s, sea cu¨¢l sea su perfil, su talento, su valor, como lamentaba ya hace 40 a?os Patrocinio Jim¨¦nez, un espectacular escalador colombiano, un escarabajo de talento al que fich¨® el Teka para hacer de mula laboriosa en las etapas llanas y ventosas de la Vuelta que le dejaban sin jugo para cuando llegaban sus monta?as. Por la noche se quejan los chavales maltratados. Piden pastillas para dormir porque el cansancio ya se nota a los cuatro d¨ªas de carrera tensa y viento y el sue?o no llega. Muchos se cortan dentro del pelot¨®n. No resisten ni la rueda de sus compa?eros que aprietan el culo al ritmo intenso que imponen lo amarillos de Roglic, dispuestos a una cesi¨®n ordenada de la maglia rosa. Como a los ni?os tejanos les cuentan lo del ?lamo a todos ellos les han hablado de L¡¯Aquila. Recuerda L¡¯Aquila, les dicen, y Amador estuvo all¨ª y est¨¢ ac¨¢. Estuvo all¨ª en 2009, en la etapa de los Abruzos en la que se produjo la famosa fuga de todo el pelot¨®n que dej¨® a Basso de barro y a David Arroyo de rosa hasta el pen¨²ltimo d¨ªa. Est¨¢ aqu¨ª, con otros 11 corredores tan buenos como ¨¦l, pese a que cenando, la noche anterior, se negaba a creer que fuera posible repetir un L¡¯Aquila. ¡°Ya nadie se deja emboscar. Nadie se arriesga perder ni el premio de consolaci¨®n¡±, dice desencantado. ¡°Ya todo est¨¢ mucho m¨¢s controlado. La fantas¨ªa est¨¢ muerta¡±.
Sin embargo, como un cient¨ªfico debe, sale en fuga, libera fantas¨ªa sobre el asfalto, y comprueba en la pr¨¢ctica que est¨¢ en lo cierto. El caos no llega, ni la lluvia. Solo el control lejano, casi ap¨¢tico. Un L¡¯Aquila de los tiempos actuales, sin sustancia.
Impaciente pedalea Amador deseando que llegue la lluvia, que termine el llano, que la carrera llegue a los ¨²ltimos 40 kil¨®metros, donde le reclaman los montes en los que entre chumberas pastan felices las b¨²falas, donde intentar¨¢ y no podr¨¢ ganar ni la etapa ni la rosa. En el sur profundo es el d¨ªa de Italia, de dos j¨®venes duros y sin gran historial que se conchaban para ir a por todo. Para Fausto Masnada, bergamasco del Androni, la etapa; para el romano Valerio Conti, una maglia rosa, y se santigua, que querr¨¢ recuperar ya hasta Verona Roglic en la contrarreloj del domingo. Mientras tanto, aunque Conti no es Nibali, el ¨²ltimo italiano que hab¨ªa vestido de rosa, y no ganar¨¢ el Giro, Italia est¨¢ feliz con el triunfo de sus ciclistas modestos.
M¨¢s que en la ciencia los ciclistas creen en la metaf¨ªsica y en sus milagros, tan complicado es su oficio. En la hermosa iglesia que hizo Piano est¨¢ enterrado el Padre P¨ªo, el santo capuchino de h¨¢bito marr¨®n como el caf¨¦ es el m¨¢s querido por los ciclistas italianos, que, no pudi¨¦ndose confesar ya con ¨¦l, como hizo Bartali, el piadoso, o sonre¨ªrle con respeto y poco m¨¢s, como le trataba Coppi, siempre a las malas con una iglesia que le excomulg¨® por querer a una mujer que no era su esposa, imitando a Cipollini se encomiendan a sus estigmas. Al Rey Le¨®n no le bastaba encomendarse a Dios y al lado de la estampa del Padre P¨ªo, fallecido en 1968, llevaba pegada en el manillar al diablo en forma de estampa de Pamela Anderson. No muy lejano estaba en esp¨ªritu Helenio Herrera, quien aprovechando un desplazamiento de su Inter a la vecina Foggia pas¨® por el convento del capuchino y le dej¨® un donativo muy generoso. Al fraile no le gust¨® nada el gesto y le dijo, ¡°?qu¨¦?, ?te crees que puedes comparar as¨ª el partido? Pues no, ma?ana ganar¨¢ el Foggia¡±. Y as¨ª fue.
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