La sinfon¨ªa del Movistar y Carapaz en el Mortirolo helador
El ecuatoriano aprovecha un ataque de Nibali, que hunde a Roglic, para aumentar su ventaja en la general sobre el esloveno a 2m 9s
Cuando se acercan por valle, las monta?as que les esperan al fondo, el Adamello sobre todas, les esperan ocultas a medias por nubes bajas. Les amenazan. Son la boca enorme de un ogro bien abierta para engullirlos, deglutirlos, metabolizarlos, y, ya piltrafas, dejarlos tirados por las carreteras, pregunt¨¢ndose, ?qu¨¦ hago yo aqu¨ª? Carapaz no se lo pregunta, Carapaz, amigo del agua y de las monta?as, proclama: voy a ganar el Giro. Nibali, su agresividad reconducida, ha realizado eficientemente el trabajo de buld¨®cer que le reclamaba el ecuatoriano; Roglic ha perdido m¨¢s de un minuto m¨¢s. El Giro abierto se acab¨®.
Fue el d¨ªa m¨¢s duro del Giro: M¨¢s de cinco horas sobre la bici a 34,6 kil¨®metros por hora de media.
Carapaz hace honor al escenario que no le asusta y sube al podio con bufanda. Recibe de nuevo la maglia rosa, una prenda cada vez m¨¢s segura en su cuerpecito que se agiganta en las monta?as, y sonr¨ªe. Despu¨¦s se estremece, tirita. Al segundo, Nibali, le tiene a 1m 47s; al tercero, Roglic, a 2m 9s. Ha descendido el Mortirolo en manga corta. 12 grados en la cima. Un descenso de presi¨®n y una inversi¨®n t¨¦rmica hacen que en el valle empinado y hostil solo haya 6 grados. Los corredores han llegado helados tras descender sin apenas dar pedales, sin sudar. Lluvia fr¨ªa fuerte sobre el asfalto, y sobre su figura, encorvada en la bici. Pello Bilbao, que guiaba a Superman en su remontada, se detiene en la cuneta. No puede dar una pedalada m¨¢s. El fr¨ªo le derrota.
La lluvia es su aliada, a Carapaz no le castiga. Hace verde sus monta?as de Ecuador, donde la recibe feliz. Le ba?a saltarina en los Alpes como saltar¨ªn desciende hasta la meta el torrente Frigidolfo helador desde el Gavia que ellos, los ciclistas que desaf¨ªan su destino, no han ascendido.
Ninguno echa de menos al gigante que a¨²n hiberna congelado.
Menos que ninguno el ganador de la etapa, el diminuto escalador de los Abruzos Giulio Ciccone, casta?uelas como dientes, manga corta en el ¨²ltimo valle porque el chubasquero azul oscuro que le ofrecen en la cima del Mortirolo, que pasa en primer lugar orgulloso su maglia azul oscuro de rey de la monta?a, tiene las mangas muy estrechas, lo desecha, tiene los guantes empapados y no sabe manejarse, y un peri¨®dico empapado calienta apenas su p¨¢lido pecho.
Carapaz, de 26 a?os hoy, dice que es calmo siempre porque sabe que la calma es la madre de su ¨¦xito, que llegar¨¢ por s¨ª solo. Armado de esa calma en el pelot¨®n no es un patr¨®n sino un maestro, un director de orquesta que da entrada a cada instrumento en el momento se?alado, y todo suena a su gusto. Suena su equipo. Suenan hacia el monte el alem¨¢n S¨¹tterlin, que desear¨ªa pesar dos kilos menos, y el mallorqu¨ªn Mas, que planta avena en su isla y hace con su harina un pan magn¨ªfico que aguanta semanas; suena Rojas, capit¨¢n de ruta, compa?ero de habitaci¨®n de Landa, capaz de aconsejar prudencia y orden con el coraz¨®n a 180 pulsaciones por minuto; en la monta?a suenan Carretero, de Madrigueras, en Albacete, donde hacen los cuchillos Arcos y donde la santa cuesta m¨¢s cercana la tiene a 60 kil¨®metros, sin contar la que le lleva al r¨ªo, y suena, casi solista Pedrero, el compa?ero de habitaci¨®n de Carapaz, y tambi¨¦n pupilo de Iosune Murillo, que est¨¢ descubriendo que vale m¨¢s de lo que pensaba al lado del ecuatoriano prodigioso, y en el descenso suena Amador, que les espera a todos para reunirlos.
Suena Landa, solista, solista, primer viol¨ªn, encantado de ayudar al conductor a guiar.
Todo en el tempo deseado en un terreno en el que nunca se ha desempe?ado y en el que la historia le habla de Pantani, de Indurain, de Gotti, de Olano sufriente, de Basso, del B¨²falo, monstruoso, de Contador y de Landa. Territorio casi religioso.
Suenan sus rivales embebidos en la punta de la batuta de Carapaz. La sinfon¨ªa del Mortirolo, 12,3 kil¨®metros desde el empedrado de la plaza de Mazzo in Valtellina, le dura 45m 39s. En el minuto 12, llegados a la sexta herradura de las 31 del puerto, Pozzovivo acelera la marcha preparando el ataque de su Nibali; Roglic, a cola, sufre. En el 15, ataca Nibali, la maniobra esperada. Sin precipitarse, por el pinganillo, Carapaz y Landa, al un¨ªsono, se reclaman calma mutuamente y le piden a Pedrero que marque el ritmo, que mantenga a tiro al siciliano. En el minuto 35, desperdigados ya por los atrases Roglic, Yates, Mollema, Landa y Carapaz alcanzan a Nibali. Juntos todos conforman un coro. Entre ellos, entre el buld¨®cer y el ecuatoriano, se jugar¨¢n el Giro, al que le quedan cinco etapas.
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