Ramon Besa, de maestro a doctor
El periodista de EL PA?S es investido doctor honoris causa por la Universitat de Vic, un premio a su trayectoria y a su ense?anza
El periodista Ramon Besa dice cosas como que se necesitan ¡°cabeceras de peri¨®dicos que no est¨¦n condicionadas por hipotecas bancarias y subvenciones¡± y ¡°empresarios que quieran vender diarios y no chuches¡±; que ¡°la comunicaci¨®n corporativa y la ciudadana se est¨¢n comiendo el periodismo de toda la vida¡±, que ¡°las nuevas tecnolog¨ªas atrofian la memoria de los nuevos periodistas porque todo est¨¢ en Google¡±, que, en definitiva, ¡°hoy se especula y opina m¨¢s que se informa¡±. Tiene un punto su mensaje de ¡°Eppur si muove¡± de Galileo Galilei en estos tiempos de geocentrismo del oficio, si bien aquel predicaba imbuido del esp¨ªritu de la Toscana y Besa (Perafita,1958), lo hace desde Barcelona, pero con el alma en su Llu?an¨¨s. Todo eso, compromiso y ¨¦tica del periodismo y reivindicaci¨®n del territorio, envuelto en la est¨¦tica de casi cuatro d¨¦cadas de cr¨®nicas de una exigencia y una mirada que traspasa el deporte para llegar a la sociedad y al territorio, es lo que explica que este jueves fuera investido doctor honoris causa por la Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya.
Hablar claro lo hace Besa desde sus inicios como infantil del periodismo, cuando, ufano, public¨® en El 9 Nou que el sueldo del secretario y un auxiliar administrativo de su pueblo significaban las tres cuartas partes del presupuesto municipal. Su racional madre (¡°antes la admir¨¦ que la quise¡±, reconoci¨® en un d¨ªa de confesiones) lo vio claro: ¡°Nos vas a llevar a la ruina¡±. Efectivamente, todos los familiares de los interpelados dejaron de comprar en el peque?o colmado que regentaban en los bajos de su casa natal de Cal Cutret. Lo recordaba el vicedecano Xavier Ginesta, que pronunci¨® la laudatio. Y es que, como suele decir el maestro de periodistas que desde hace a?os es ya Besa, ¡°el periodismo comarcal es hacer cr¨®nicas de t¨ªos que despu¨¦s te encuentras en el bar¡±. Delicado, s¨ª.
A Besa, hoy redactor jefe de EL PA?S, antes lo mismo en el AVUI (1979-1986) y redactor-fundador de aquel El 9 Nou, le gusta llegar al campo para la cr¨®nica con notas de lo que ha ido ocurriendo informativamente antes del partido, con los contextos deportivo y sociol¨®gico. Es el miedo a quedarse en blanco, pero tambi¨¦n su arma secreta para decodificar el encuentro y tenerlo todo controlado. As¨ª de preparado salt¨® tambi¨¦n al estadio del acto acad¨¦mico, con el ritual claro y en orden: la comitiva de los doctores (estos con ropas variopintas y negras, pero sin birretes ni togas de colores) bajo el Canticorum iubilo de Ha?ndel; ya su entrada posterior a¨²n con el ch¨¢ndal (traje oscuro, camisa blanca) escoltado por su madrina, la doctora Elisenda Tarrats, al son de una canci¨®n tradicional japonesa, iconoclasta melod¨ªa para esa irreverencia que no deja de ser a¨²n para algunos que un periodista de deportes sea investido doctor honoris causa, sacrilegio que hace menos de un mes se cometi¨® tambi¨¦n en la Universitat Aut¨°noma de Barcelona con Joaquim Maria Puyal. O sea, que hay que ser muy grande en el oficio para eso.
Encajaba con calma esos primeros compases del encuentro Besa, a¨²n en el banquillo atento a la laudatio de Ginesta, quien mostr¨® un buen marcaje de los cl¨¢sicos al citar como ¨ªdolos del homenajeado desde jugadores de Champions como Truman Capote, Miguel Delibes, Josep Pla y Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n a su primer entrenador en las categor¨ªas inferiores en el Seminario de Vic, moss¨¨n Subirana, que descubri¨® al futuro periodista los cl¨¢sicos del Siglo de Oro y de la Renaixen?a catalana. Tambi¨¦n descifr¨® pronto la pizarra t¨¢ctica de Besa: as¨ª aflor¨® su capacidad de ¡°enriquecer la informaci¨®n de la cr¨®nica hasta convertirla en pieza anal¨ªtica¡±; su maridaje entre literatura y periodismo, sus ¡°profundas reflexiones, alejadas de todo amarillismo¡± y esa reivindicaci¨®n del periodismo de proximidad, de ¡°mirada local, pero vocaci¨®n global¡±. Pla, al que estil¨ªsticamente Besa se parece m¨¢s de lo cree, dec¨ªa: ¡°Ser universal o europeo, para m¨ª es no ser nada¡±. Quiz¨¢ sin saberlo, piensa lo mismo que el autor de El quadern gris. Por eso es capaz de detectar y describir una ¡°niebla llu?anesa¡± espec¨ªfica, ¡°nada que ver con la de la ensortijada se?ora de la Plana de Vic¡±.
Transcurr¨ªa, pues, con cierto mediocampismo el encuentro hasta que mut¨® a las 12.40, radicalmente, cuando Besa, apenas las l¨¢grimas contenidas tras el largo aplauso al fin de la laudatio, baj¨® la cabeza para recibir la medalla de doctor honoris causa, bella letra A sin traviesa, inspirada en un alfabeto de origen carolingio, culminada en una especie de c¨ªrculo-sol con una inscripci¨®n latina: ¡°Dedicar la vida al servicio de la ciencia y la comunidad¡±. Acentuado el momento por el canto del tradicional El Rossinyol, Besa salt¨® al c¨¦sped de su discurso con cierto temblor emocional de piernas, a pesar de haberse curtido en campeonatos como el premio V¨¢zquez Montalb¨¢n (2009), el Ciudad de Barcelona (2000) o la Medalla de Bronce al M¨¦rito Deportivo (2013); pero fue tocar un par de balones de la infancia, apenas recordar el futbol¨ªn y las partidas de cartas en el bar m¨¢s que la escuela, a su compa?ero de seminario, el hoy prestigioso historiador del 1714 Joaquim Albareda (¡°mi hermano mayor¡±) o las 25 pesetas por pieza publicada en sus albores en la prensa comarcal y aflorar, uno en cada pierna, el Besa paterno (¡°impulsivo, col¨¦rico, pasional, pero noble, nunca c¨ªnico¡±) y el Camprub¨ª materno (¡°tranquilo, cabal, reflexivo, anal¨ªtico, racional¡±). Y as¨ª, dio una lecci¨®n magistral sobre esa conexi¨®n por ahora fallida entre los periodistas veteranos que tienen memoria y conocimiento del oficio con unos j¨®venes que ¡°solo utilizan las nuevas herramientas digitales y corren el riesgo de perder su raz¨®n de ser¡±. Ello en un contexto donde ¡°los estudiantes no quieren ser periodistas sino famosos, que se desvirt¨²an por querer ser invitados a tertulias como especialistas en shows medi¨¢ticos, personajes ya ellos mismos¡±.
Disfrutaba el auditorio, unas 300 personas, en dos salas, mayormente escritores y periodistas de un sinf¨ªn de medios y universidades, que podr¨ªan haber formado al menos una decena de nutridas redacciones de deportes: toda su secci¨®n en pleno (¡°esos que soportan mis ataques de ira haciendo ver que no pasa nada¡±), Sergi P¨¤mies, Carlos y Emilio (quien le fich¨® para EL PA?S) P¨¦rez de Rozas, Santiago Segurola (¡°el periodista que m¨¢s me ha influido¡±), Ricard Torquemada, Marcos L¨®pez (con quien trabaj¨® cuatro a?os en la autobiograf¨ªa de Andr¨¦s Iniesta), Jordi Bast¨¦, el ya doctor Joaquim Maria Puyal, el actor Sergi L¨®pez¡ Los 300 de Besa se crecieron con ¨¦l cuando cuestionaba un periodismo basado en noticias que se calibran por los clicks que generan en la red, al lamentar la tendencia actual de dejar de ir a los sitios porque los directores de comunicaci¨®n y gabinetes de prensa lo vetan todo y as¨ª se cae en el fuera de juego de interpretar datos y noticias que ya pululan por la red, envuelto todo en el ¡°uso de recursos de la ficci¨®n para narrar cosas que se van desvirtuando¡±.
Ya fuera de guion acad¨¦mico, partido de ida y vuelta, subida y acelerada la voz, interpel¨® a los profesionales a ¡°intervenir en el proceso de producci¨®n period¨ªstica porque, si no, acabaremos siendo solo mano de obra barata y, por lo tanto, sustituible¡±. Y remat¨® su discurso con clase: sin renegar del oficio, queriendo volver a la ilusi¨®n de aquel ni?o que esperaba el coche de l¨ªnea que llevaba los diarios a su pueblo, semilla de un periodista. ¡°Ha valido la pena¡±, sentenci¨®.
Ya en tiempo de descuento, el acto dio, para sorpresa de Besa, para que irrumpiera Agust¨ª Dan¨¦s, director de El 9 Nou, que rescat¨® el primer art¨ªculo del homenajeado en la cabecera, una minientrevista a un alcalde cuya primera pregunta ya era un demoledor: ¡°?Qu¨¦ autocr¨ªtica hace a su gesti¨®n?¡±, seguida de un ¡°?Qu¨¦ piensa el pueblo de su gesti¨®n?¡±. Y luego, Albareda, que evoc¨® una comida con ¨¦l y el historiador Josep Fontana, que quer¨ªa que Besa le asesora sobre a qui¨¦n votar en unas presidenciales del Bar?a, pero donde se acab¨® hablando, claro, del deporte de los a?os 20 y 30 y la Olimpiada Popular. ¡°Eres el periodista deportivo m¨¢s cient¨ªfico que conozco, hermano peque?o¡±, concluy¨® Albareda.
Tras la intervenci¨®n final del rector Josep Eladi Ba?os, compa?ero universitario de Besa, se enton¨®, claro, el Gaudeamus Igitur, algo as¨ª como el himno h?endeliano de la Champions en estos actos. Y entonces m¨¢s de uno a?or¨® lo de los viejos birretes, para poder sac¨¢rselos ante un Besa que, en un gran partido, pas¨® de maestro a doctor.
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