Nadal reduce a Medvedev y devora Nueva York
El espa?ol resiste a la soberbia insurrecci¨®n del joven ruso, que equilibr¨® dos sets y lo tuvo contra las cuerdas (7-5, 6-3, 5-7, 4-6 y 6-4, en 4h 51m), y consigue su 19? grande para situarse a solo uno de Federer
Un demonio rubio anda suelto por Nueva York. Se llama Daniil Medvedev, es largo como una jirafa y parece no tener m¨²sculos en el rostro porque durante cinco horas no ofrece un solo signo de expresi¨®n. En el circuito ya ha hecho ¨²ltimamente de las suyas, pero ahora se presenta al mundo conduciendo a Rafael Nadal a una visita por el infierno de la que milagrosamente consigue escapar el espa?ol: 7-5, 6-3, 5-7, 4-6 y 6-4, en 4h 51m. Tenis en estado salvaje, un partido de m¨¢ximo voltaje que subraya el oficio de la vieja guardia y a la vez abre la puerta a un jovencito de la nueva generaci¨®n. Al parecer, el futuro ya est¨¢ aqu¨ª. Se cierra con el fotograma del n¨²mero dos alzando los brazos, estallando, pero antes ha estado al borde del precipicio.
Con ¨¦pica, c¨®mo no, much¨ªsimo sufrimiento y al son de Frank Sinatra gana Nadal en Nueva York. New York, New York, se escucha en el exterior de la mastod¨®ntica pista central mientras 24.000 almas acceden por las bocanas para presenciar el ¨²ltimo gran ¨¦xito del rey de la colina, King of the hill, el campe¨®n que ya tiene 19 grandes y agobia por la espalda a Roger Federer, 20, porque si puede hacerlo all¨ª (¡if I can make it there), puede hacerlo en cualquier parte (¡I¡¯ll make it anywhere), acompa?a la voz de Sinatra. Est¨¢ ya Nadal a un solo paso de la gran cifra, de aquella meta de la que nadie quiere hablar pero que todos, los tres, ¨¦l, el suizo y Djokovic, tienen grabada a fuego en la mente. Solo vale ser el mejor.
Triunfa Nadal otra vez, la cuarta en el torneo neoyorquino, y eleva su segundo grande en una temporada fabulosa, en la que compite como un escalador de cotas exclusivamente altas ¨Ccinco finales y cinco semifinales en los 11 torneos que ha participado¨C y ha alzado cuatro trofeos: Roma, Roland Garros, Montreal y Nueva York. Disfruta en Flushing Meadows, donde su esp¨ªritu guerrero y sus golpes de ciencia ficci¨®n encantan al personal, amante del show por encima de las buenas formas de Par¨ªs, Londres o Melbourne. ?l se lo pasa en grande jugando en esta pista gamberra y el p¨²blico goza con ¨¦l, pura adrenalina y puro v¨¦rtigo, pero tambi¨¦n clase y tenis inteligente.
Le exige y de buena manera Medvedev, que vende todos los puntos caros y podr¨ªa estar peloteando hasta ma?ana si hiciera falta. El ruso, de 23 a?os, tiene largura para aburrir, brazos y piernas kilom¨¦tricos que llegan a todas partes y devuelven la bola desde cualquier ¨¢ngulo; no tiene, tal vez, el tiro definitivo, pero obliga a Nadal a pensar en cada intercambio y le lleva al l¨ªmite. En la final propone un puzle, y el mallorqu¨ªn va encajando las piezas una a una con toda la paciencia del mundo. Y eso que la historia no empieza demasiado bien porque el ¨¢rbitro, Ali Nili, ya le amonesta por sus retrasos en el primer juego del partido.
Es demasiado pronto, y no lo encaja nada bien Nadal, que sortea la primera opci¨®n de rotura y al irse a la banqueta le dedica una mirada cortante y unas cuantas palabras. Le escuece la decisi¨®n, pero no pierde el norte un solo instante. Sigue a lo suyo, descifrando a Medvedev y construyendo el juego como el arquitecto frente al plano, pensando en el todo y a la vez en cada detalle. El primer set es un tenso ejercicio de funambulismo en el que ambos mantienen el tipo y el ruso tiene herramientas para todo. Le acosa Nadal, pero es fr¨ªo, fr¨ªo, fr¨ªo. Un esp¨¢rrago (1,98) con la cabeza de hielo. Y eso que tiene 23 a?itos y lleva una paliza de a¨²pa este verano, pero aguanta, propone y desaf¨ªa de principio a fin. No le pesa el escenario, el mamotreto que es la caliente Arthur Ashe, ni el oponente, el tenista de la mente privilegiada y el orgullo a prueba de bombas.
Todo transcurre bajo un fino equilibrio que se rompe por primera vez en una maniobra que ha repetido Nadal varias veces, y con excelentes resultados, a lo largo del torneo. Medvedev traza una pelota rasa en direcci¨®n al v¨¦rtice y Nadal corre, esprinta y galopa hacia all¨ª con todo; flexiona, ejecuta un dif¨ªcil escorzo en una posici¨®n poco natural y decide bombear la bola de rev¨¦s para que el ruso piense, se endemonie, se agarrote y su respuesta, tambi¨¦n con el reverso, se quede en la red. Es el principio del fin para ¨¦l, que lo pelea todo, y el primer mordisco del espa?ol a una tarde en la que la actriz Uma Thurman observa con admiraci¨®n a Nadal mientras suena de fondo aquel glorioso twist de Jack Rabbit Slim¡¯s de Pulp Fiction.
Los decibelios van aumentando conforme el n¨²mero dos va adue?¨¢ndose m¨¢s y m¨¢s de la victoria, erosionando a un Medvedev que replica pese a todo e insiste una y otra vez, sin perder la compostura un solo segundo. Es un muro el joven, maneras de potencial ganador de un Grand Slam en un futuro no muy lejano. Sin embargo, Nadal le castiga con una ofensiva pendular y va agriet¨¢ndose. Cede un break en el segundo parcial (para 4-2) y ah¨ª, s¨ª que s¨ª, sabe que lo tiene verdaderamente complicado. No solo repele, sino que tambi¨¦n embiste, pero el mallorqu¨ªn est¨¢ inmenso.
Entonces se reparten un par de bofetadas ¡ªintercambio de roturas al quinto y sexto juego¡ª y los neoyorquinos, agradecidos porque lo que ven es realmente bueno, reclaman m¨¢s final al hombre que abuchearon en los primeros partidos por los malos modales de este: ¡°?Medvedev, Medvedev, Medvedev!¡±. Hay tenista ah¨ª, vaya que si lo hay. As¨ª son las cosas: el villano, que rebati¨® ara?ando dos mangas con un majestuoso rearme, termin¨® vitoreado. Soberbio el ruso ¨Cni siente ni padece, una aut¨¦ntica pesadilla¡¨C, precioso el duelo e infinito Nadal (¡°?Rafa, Rafa, Rafa!¡±), que sud¨® de lo lindo, vaya que si sud¨®. Hasta que no logr¨® ese primer break de la manga definitiva estuvo a un suspiro del KO. A¨²n as¨ª, Medvedev no se inclin¨®. Batalla hasta la ¨²ltima mil¨¦sima.
Hay de todo en ese ¨²ltimo camino. La rotura, un tercer warning al ganador al reincidir en la demora con el saque, un segundo break que parec¨ªa sentenciar la final con el 5-2... Y la en¨¦sima insurreci¨®n del chico con alma de iceberg y llamaradas en la raqueta, achuchando, achuchando y achuchando sin parar. Un dolor. Imperturbable. Pero al igual que la ciudad, Nadal, el indestructible Nadal, nunca duerme. Nunca descansa el espa?ol, nunca tiene suficiente. Siempre quiere m¨¢s el rey de la colina. 2010, 2013, 2017 y 2019, cuatro tr¨¦boles en New York, New York. Es otra vez de ¨¦l.
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