Boca y el juego de la hiena
Por m¨¢s que se critique la supuesta mezquindad de su f¨²tbol, el equipo xeneize exhibe la principal caracter¨ªstica de los grandes: gana
La hiena tiene un problema de imagen. En los documentales sobre mam¨ªferos salvajes se le asigna sistem¨¢ticamente el papel del malvado. Tambi¨¦n, por supuesto, en las pel¨ªculas. Nos parece un animal feo, cobarde, pestilente y traidor. ?Cu¨¢l es el primer adjetivo que nos viene a la cabeza? Carro?ero. Un carro?ero que r¨ªe. No hay forma de simpatizar con la hiena. Ni de librarnos del prejuicio. Cuando vemos a un le¨®n matando a una gacela, somos capaces de percibir la tr¨¢gica grandeza del equilibrio natural: uno y otro cumplen con su cometido. Sustituyan al le¨®n por un grupo de hienas y la cosa cambia. La violencia de la escena adquiere rasgos obscenos. Como si la hiena no tuviera derecho a hacer lo que hace.
Miremos a la hiena desde m¨¢s cerca. No es especialmente agraciada, en efecto. El pelaje punk y la columna vertebral semirr¨ªgida la favorecen poco desde un punto de vista est¨¦tico. Pero posee grandes virtudes. En cuanto a la inteligencia, est¨¢ cerca de algunos primates. Se organiza socialmente como los c¨¢nidos, aunque muchos de sus comportamientos resulten felinos. Si hablamos de valent¨ªa, una hiena manchada puede plantarle cara a casi cualquiera. Y si lo que admiramos es la fuerza, las mand¨ªbulas de una hiena son tan poderosas como las del tigre: est¨¢n dise?adas para quebrar grandes huesos. El olor de sus gl¨¢ndulas anales no es tan f¨¦tido como lo imaginamos. ?El gusto por la carro?a? Bueno, es carne madurada. Faisand¨¦, si quieren. La hiena manchada, adem¨¢s, muestra una refrescante anomal¨ªa: la hembra es m¨¢s grande y m¨¢s feroz que el macho, y adopta un papel dominante.
No somos capaces de apreciar estas virtudes. Si decimos de once futbolistas que juegan como leones, nadie dudar¨¢ de que formulamos un elogio. Aunque el le¨®n sea perezoso, propenso a la crueldad con sus cr¨ªas y no demasiado listo, interpretaremos que el equipo de leones muestra una cierta grandeza o incluso majestad. Si hablamos, en cambio, de un equipo de hienas, sonar¨¢ a insulto. Pocos recordar¨¢n que, cuando trabajan en grupo, las hienas son solidarias, tenaces, resistentes e inteligentes, y que raramente se quedan sin comer. Las hienas suelen ganar.
El actual Boca Juniors es un equipo de hienas. No hay nada peyorativo en esta frase. Empecemos por el apartado est¨¦tico. El jefe del vestuario es Carlos T¨¦vez, un hombre nacido en Fuerte Apache, uno de los peores barrios del conurbano bonaerense, con una infancia dur¨ªsima y con el rostro desfigurado por las quemaduras: a los 10 meses de edad le cay¨® encima agua hirviendo. Dif¨ªcilmente se le puede calificar de guapo. A su f¨²tbol le falta elegancia y en ocasiones, como el s¨¢bado ante San Lorenzo, le sobra violencia. En cuanto a la gran figura del equipo, el arquero Esteban Andrada, basta con citar su apodo: Sabandija. Seg¨²n el diccionario, una sabandija es un reptil o insecto peque?o y repugnante. Andrada es alto, flaco, desgarbado, como sol¨ªan serlo los porteros antes de convertirse en moles de m¨²sculo.
M¨¢s all¨¢ de la est¨¦tica, los hechos. Sabandija Andrada no ha encajado ni un solo gol en las siete primeras jornadas del campeonato; de hecho, lleva 1.048 minutos, m¨¢s de cien d¨ªas, con la puerta en blanco. Lo nunca visto en Argentina. Y Boca, por m¨¢s que se critique la supuesta mezquindad de su f¨²tbol y se diga que act¨²a como ¡°un equipo peque?o¡±, exhibe la principal caracter¨ªstica de los grandes: gana. Ocupa la cabeza de la tabla.
La semana pr¨®xima, Boca se enfrenta a River. Por primera vez desde la extraordinaria, por lo bueno y por lo malo, final de la Libertadores en el Bernab¨¦u, los dos grandes rivales se ven las caras. Y ninguna cara es tan amenazante como la de una hiena que r¨ªe.
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