La Plata, Maradona y los milagros
La gente de Gimnasia y Esgrima ha recibido con devoci¨®n al ¨ªdolo que nunca gan¨® nada como t¨¦cnico
En el Evangelio m¨¢s antiguo, el de Marcos, Jes¨²s es fundamentalmente un mago. Un tipo que obra prodigios, o milagros. En ese Evangelio no se encuentran sermones, como el de las Bienaventuranzas, ni entramados teol¨®gicos. Ni siquiera hay resurrecci¨®n: el ¨²ltimo p¨¢rrafo es un a?adido posterior. Marcos se limita a relatar la historia de un hombre misterioso que realiza cosas imposibles. La revelaci¨®n de lo inefable por la v¨ªa del milagro es la base de las religiones. Luego, con el tiempo, se desarrolla la fe.
El ansia de asistir a un prodigio ocupa tambi¨¦n un lugar fundamental en la afici¨®n por los deportes. La confrontaci¨®n con lo imposible atrae a la psique humana. En unos Juegos Ol¨ªmpicos los atletas compiten contra otros atletas; ganan unos, pierden otros, pero la esencia del asunto radica en la competici¨®n personal contra los l¨ªmites del cuerpo y la mente. Lo que nos asombra es la gesta inveros¨ªmil, la marca asombrosa, la superaci¨®n de lo que parec¨ªa insuperable.
Ci?¨¦ndonos al f¨²tbol, millones de aficionados inician cada temporada con la esperanza de que ocurra un milagro. Dejando de lado un pu?ado de equipos cuya expectativa de victoria resulta racional, esos que tienen m¨¢s presupuesto y mejores jugadores, la gran mayor¨ªa se conforma con esperar que no se produzca un desastre y contemplar un fen¨®meno, algo m¨¢gico, aunque sea ef¨ªmero y no comporte t¨ªtulo alguno; algo especial que pueda ser relatado muchas veces en el futuro.
Por poner un ejemplo de un club que m¨¢s o menos conozco, el Espanyol de Barcelona, su gente recuerda sin duda con gran satisfacci¨®n las Copas de 2000 y 2006, pero sonr¨ªe m¨¢s hondo cuando evoca el Tamudazo del 8 de junio de 2007: aquel gol en el ¨²ltimo minuto de Ra¨²l Tamudo en el Camp Nou, precedido de un gol en el ¨²ltimo minuto del madridista Van Nistelrooy en La Romareda de Zaragoza, que volc¨® la Liga a favor de los merengues y priv¨® de ella al Barcelona, el gran rival del Espanyol. La afici¨®n blanquiazul no gan¨® nada tangible ese d¨ªa. Y no era la primera vez (no es que ocurra mucho, pero ha ocurrido a veces) que los pericos ganaban en el templo cul¨¦. Lo especial fue que se registraran dos goles trascendentales en dos estadios distintos de forma casi simult¨¢nea y cuando, reloj en mano, eso parec¨ªa ya imposible. Lo especial fue el prodigio. O el milagro, como quieran.
Cambiando de bando, el Barcelona recibi¨® mucho de Johan Cruyff: el 0-5 al Real Madrid, el t¨ªtulo de Liga de 1974 despu¨¦s de tantos a?os, aquella primera Liga de Campeones en Wembley¡ Pero antes de todo eso se produjo un fen¨®meno asombroso que anticip¨® todo lo dem¨¢s. Fue el 22 de diciembre de 1973, en el Camp Nou, Barcelona contra Atl¨¦tico de Madrid. Fue aquel gol asombroso en el minuto 44 que convirti¨® a Cruyff en el holand¨¦s volador y demostr¨® que aquel tipo era capaz de hacer posible lo imposible. Ese fue el momento del milagro. Quien lo vio no lo ha olvidado.
Sobre la esperanza y los muy ocasionales milagros se construye el negocio del f¨²tbol, y el de cualquier religi¨®n (en terminolog¨ªa montalbaniana), pero hoy no hablamos de eso.
Diego Armando Maradona, ese hombre gordo, con los huesos doloridos y el cuerpo casi destruido por tanto abuso, ha llegado a La Plata. Nunca gan¨® nada como t¨¦cnico. A veces no se entiende lo que sale por esa boca que pronunci¨® frases memorables. Da igual. La gente de Gimnasia y Esgrima, un club amenazado por el descenso ya a principios de temporada (los famosos promedios), le ha recibido con devoci¨®n. No porque sea Maradona, que lo es, sino porque Maradona, en otro tiempo, obr¨® milagros. Y creen que a¨²n puede realizarlos.
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