La inestable transici¨®n del Real Madrid, Barcelona y Atl¨¦tico
Se fue Cristiano a la Juve y el vac¨ªo es abismal. No hay mercado que lo rellene, ni jugadores que le sustituyan con la mitad de las garant¨ªas.
El Bar?a fue noticia hace pocas semanas por sus pobres registros en la Liga. Perdi¨® en Granada, derrota que signific¨® su peor arranque en el campeonato en los ¨²ltimos 25 a?os. Ahora encabeza la clasificaci¨®n. El Real Madrid no ha ganado ninguno de los dos partidos que ha disputado en la Copa de Europa y fracas¨® en Mallorca, donde perdi¨® su condici¨®n de invicto. Se agita de nuevo el club y su entorno. La posici¨®n de Zidane es inestable y en el horizonte reaparece Mourinho. La hinchada del Atl¨¦tico se entusiasm¨® con la pretemporada de su equipo, con un 7-3 al Madrid incluido, pero se enfad¨® en el partido con el Valencia. Son tres casos diferentes, con diagn¨®sticos nada equivalentes, pero con un problema com¨²n: el proceso de transici¨®n generacional.
Las turbulencias del Madrid, Bar?a y Atl¨¦tico se producen despu¨¦s de un periodo inusual en el f¨²tbol. Los tres han disfrutado de uno de los mejores decenios de su historia, una ¨¦poca de ¨¦xitos y enorme reconocimiento mundial, coincidencia que rara vez ocurre en los grandes clubes, generalmente adscritos a una excluyente regla: el esplendor de uno significa un periodo de miseria para el otro. Casi nunca hay sitio para dos, y mucho menos para tres, convenci¨®n que ha vulnerado el Atl¨¦tico, con su espectacular salto a los pelda?os m¨¢s altos de Europa.
Cada uno ha instaurado su relevante posici¨®n en mecanismos particulares. El Bar?a, a trav¨¦s de algo parecido a una f¨®rmula futbol¨ªstica singular. El Madrid, por medio de su actuaci¨®n en el mercado y la confianza en la categor¨ªa de sus estrellas. Es evidente que al Atl¨¦tico lo ha definido Simeone, su entrenador. Sin embargo, en los tres casos se detecta un rasgo decisivo que multiplica la eficacia de sus proyectos. En el Barcelona es Leo Messi y en el Real Madrid ha sido Cristiano Ronaldo. En el Atl¨¦tico es un rasgo sin nombre propio, pero de una trascendencia indudable: la adhesi¨®n febril de un grupo de jugadores a su entrenador.
El Bar?a comenz¨® hace alg¨²n tiempo la transici¨®n post Messi con Leo en el campo, no sin terror a un futuro cada vez m¨¢s inmediato, el de un equipo sin el amparo de su colosal futbolista. El Real Madrid conoce muy bien este desamparo. Se fue Cristiano a la Juve y el vac¨ªo es abismal. No hay mercado que lo rellene, ni jugadores que le sustituyan con la mitad de las garant¨ªas. Cristiano era ¨²nico en su especie, un goleador insaciable sin otro parang¨®n que Messi en el Bar?a.
God¨ªn, Juanfran y Filipe Luiz abandonaron el Atl¨¦tico este verano. Su contribuci¨®n fue destacad¨ªsima, pero su papel en este periodo feliz del equipo excedi¨® a lo estrictamente futbol¨ªstico. Su aportaci¨®n emocional tiene un reemplazo tan dif¨ªcil como las de Cristiano y Messi en sus equipos. Es muy complicado encontrar jugadores con este perfil, dispuestos a adscribirse sin fisuras al ideario Simeone. Basta observar los numerosos fichajes que llegaron al Atl¨¦tico con un considerable prestigio internacional y languidecieron sin dejar huella.
Aunque los recursos futbol¨ªsticos de los tres clubes son de primera l¨ªnea, ninguno indica una soluci¨®n r¨¢pida y n¨ªtida a los problemas que manifiestan. Atraviesan el inseguro territorio de las transiciones, sometidos a una irregularidad que exige convicciones firmes y decisiones acertadas. La atenci¨®n, como siempre en el f¨²tbol, se destina a los entrenadores y a los futbolistas, pero en los periodos inestables, y ¨¦ste es uno de ellos, conviene situar el foco en la esfera de los dirigentes. S¨®lo a ellos les corresponde tomar las decisiones que convierten los dif¨ªciles procesos de transici¨®n en un ¨¦xito o en un calvario de largo alcance. No lo tienen f¨¢cil.
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