El COI es la orquesta del Titanic
Su altiva y torpe estrategia durante toda la crisis del Covid-19 est¨¢ castigando el prestigio y el liderazgo del organismo
El Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional (COI) se ha dado un plazo que no tiene para decidir la fecha de los Juegos de Tokio. Sus dirigentes se mantienen en una absurda ficci¨®n que compromete gravemente al m¨¢ximo organismo del deporte mundial, ajeno a la devastadora realidad que atraviesa el planeta. Desde los pa¨ªses que empezaron a padecer hace unos pocos meses las consecuencias de la Covid -19 hasta los que lo padecer¨¢n en breve, nada quedar¨¢ a salvo de una barrida que ha dejado al mundo en los huesos. En estas circunstancias, la conducta del COI produce m¨¢s irritaci¨®n que estupor.
No hay calendario posible para ninguna actividad deportiva. Especular con un futuro que desconocen cient¨ªficos, pol¨ªticos y empresarios s¨®lo sirve para acentuar la imagen de frivolidad que transmiten los gestores del COI. Nadie discute el complejo trabajo que efect¨²an en este momento, a 120 d¨ªas del previsto arranque de los Juegos. En juego hay una balanza imposible de calcular. Jap¨®n ha gastado m¨¢s de 30.000 millones de euros en un show que el COI y el Comit¨¦ Organizador pretenden mantener vivo.
A los dirigentes japoneses les aterroriza la suspensi¨®n, pero deber¨ªa de asustarles la situaci¨®n que atraviesa el mundo, que impacta de lleno en unos Juegos que, en el mejor de los casos, sufrir¨ªan limitaciones casi insalvables de participaci¨®n, asistencia y exposici¨®n medi¨¢tica. En el momento m¨¢s grave que ha vivido la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial, el deporte y sus medallas es el menos importante de los asuntos que ocupan al planeta.
No hay explicaci¨®n a la terca resistencia del COI a aceptar una realidad que nos desborda a todos. Desde hace semanas transmite una falta de sensibilidad que afecta especialmente a los deportistas, obligados a mantenerse en un territorio peligroso. En los ¨²ltimos 10 d¨ªas, su presidente, el alem¨¢n Thomas Bach, y un vicepresidente, el espa?ol Juan Antonio Samaranch Salisachs, han animado a los atletas a continuar con sus entrenamientos. Pretenden concederles una excepcionalidad que s¨®lo concurre en las personas y gremios que tratan de mantenernos vivos en esta pesadilla.
El mensaje es nefasto para los deportistas, sometidos a una presi¨®n intolerable. Las notas oficiales del COI suenan a ch¨¢chara. No se puede decir que el objetivo prioritario es proteger a los deportistas y mantener un discurso que puede empujarlos a vulnerar las estrictas normas actuales, con el peligro que eso puede suponer. A estas alturas causa bochorno hablar de asimetr¨ªa en la preparaci¨®n de los deportistas para implorar el aplazamiento sine die de los Juegos.
La oposici¨®n crece como la Covid-19, exponencialmente. Canad¨¢ ya ha comunicado que no acudir¨¢ a Tokio. World Athletics, m¨¢ximo organismo del atletismo, ha manifestado su contrariedad a la celebraci¨®n de los Juegos. Australia ha cerrado todos sus centros de alto rendimiento y tiene previsto evitar cualquier viaje al extranjero durante los pr¨®ximos seis meses. La marea crece irremediablemente.
El COI y los organizadores de los Juegos tendr¨¢n que arreglar sus problemas contractuales, enormes por otra parte, en la misma medida que el resto de las otras grandes organizaciones, instaladas en una industria que parec¨ªa floreciente y saludable hasta hace cuatro d¨ªas. Ya no. El mundo del deporte, que tantas veces vive enfrentado por el poder y el dinero, deber¨¢ abandonar las diferencias que les separan y alcanzar los acuerdos que necesitan. Ahora m¨¢s que nunca en su historia.
El COI deber¨ªa de ser el actor principal de ese consenso, pero su altiva y torpe estrategia est¨¢ castigando el prestigio y el liderazgo de un organismo que hace 130 a?os entendi¨® antes que ning¨²n otro el mundo global que ven¨ªa. Se arrog¨® entonces una responsabilidad con el deporte y la sociedad que en estos momentos no se detecta por ninguna parte.
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