El p¨²blico como jugador
Sin gente, el partido se desinfla sin remedio, el campeonato se desnaturaliza y la televisi¨®n quedar¨¢ condicionada porque tendr¨¢ que hacer malabarismos
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?La bolsa o la vida? Los jugadores quieren ser h¨¦roes para convertirse en marcas, los clubes quieren captar aficionados para convertirlos en clientes y la Liga quiere que se jueguen partidos para monetizarlos. Todo, sin que el f¨²tbol se mueva de su lugar. Pero estos d¨ªas se est¨¢ poniendo a prueba, porque el par¨®n le est¨¢ rompiendo las costuras a la econom¨ªa de los clubes. Si no fuera por esas tensiones, el f¨²tbol volver¨ªa la pr¨®xima temporada sin riesgos ni mutilaciones, y con la energ¨ªa loca de siempre. Pero hay que salvar lo salvable y aunque a¨²n no hay certezas, el escenario m¨¢s probable, y optimista, habla de acabar la temporada sin p¨²blico, para que no se pierdan por el camino los derechos de televisi¨®n. Una decisi¨®n coherente con este estado de emergencia que nos pone ante otro f¨²tbol.
El sal¨®n de casa. El p¨²blico es la esencia de cualquier espect¨¢culo y, en el f¨²tbol, lo condiciona todo de una manera muy especial. Porque al estadio no van espectadores, sino aficionados que participan con su aliento en la din¨¢mica del juego condicionando los estados de ¨¢nimo. Por esa raz¨®n el futbolista, antes de desafiar a un p¨²blico, no sabe qu¨¦ jugador es. Tampoco el arbitraje puede justificar su tradici¨®n de casero ante la ausencia de presi¨®n. Y en cuanto a los aficionados, que se alimentan de su propia pasi¨®n, van a tener que crearse el clima ambiental en el sal¨®n de su casa. Sin p¨²blico el partido se desinfla sin remedio, el campeonato se desnaturaliza y la misma televisi¨®n quedar¨¢ condicionada porque tendr¨¢ que hacer malabarismos con las im¨¢genes para disimular la desnudez del espect¨¢culo. Todos puestos a prueba en un momento excepcional. Como el f¨²tbol tiene las propiedades de un cuento maravilloso y la resistencia de una mala hierba, sobrevivir¨¢.
A menos p¨²blico, menos creatividad. Hay partidos que dejan de pertenecer a los entrenadores, porque la pasi¨®n ambiental los desboca arrastrando a los futbolistas hacia un juego menos pautado. A los entrenadores les desespera ese descontrol. Cada d¨ªa se trabaja m¨¢s, y mejor, en movimientos y jugadas que los jugadores repetir¨¢n de memoria durante los partidos. La tecnolog¨ªa est¨¢ acelerando ese proceso, porque presta su ayuda tanto para el estudio de los rivales como para la sistematizaci¨®n de movimientos colectivos. Nada ha cambiado m¨¢s al futbolista que este nuevo estado de cosas que penaliza, sobre todo, a los jugadores creativos. Los entrenadores terminan su trabajo aclarando: ¡°Yo doy herramientas, pero ustedes tienen libertad para decidir¡±. Pero el jugador se aferra a aquello que le da seguridad y que, sabe, complace al entrenador. El f¨²tbol sin gente nos mostrar¨¢, a¨²n con m¨¢s claridad, equipos con la misma solidez (y la misma imaginaci¨®n) que una obra de ingenier¨ªa.
El privilegio de pensar. Sin m¨¢s virtud que la edad que tengo, he experimentado los tres escalones que marcan el gran cambio que sufri¨® el deporte. En mis tiempos de jugador, cuando alguien recib¨ªa el bal¨®n, me preguntaba: ¡°?Qu¨¦ inventar¨¢?¡±. A?os despu¨¦s, ya como entrenador, me cans¨¦ de gritar: ¡°Piensen antes de recibir¡±. Hoy hay que venir pensado de casa para resolver de una manera mec¨¢nica, como se trabaja incansablemente en los entrenamientos, para que el engranaje del funcionamiento no se atasque. No solo en f¨²tbol. Me dice Toni Nadal que tambi¨¦n en el tenis, donde se estudia hasta la forma de respirar de los rivales, el juego se ha automatizado. Eso ha tra¨ªdo consecuencias positivas: juego m¨¢s arm¨®nico y seguro, un ritmo m¨¢s alto, una t¨¦cnica en velocidad muy depurada. Pero el precio a pagar es muy caro: los jugadores han perdido iniciativa. No descartemos que la vigencia de Federer y Nadal tenga que ver con una bendita costumbre: la de pensar por s¨ª mismos.
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