Regreso a Stamford Bridge
Al estadio del Chelsea volvemos cada 6 de mayo porque el f¨²tbol, como lo vida, solo parece tener memoria para las bodas, los funerales y las enemistades irreversibles
Cada 6 de mayo, desde hace ya 11 a?os, la Espa?a balomp¨¦dica regresa a Stamford Bridge repartida en dos grandes grupos por motivos de fe. Acude nost¨¢lgico el barcelonismo, dispuesto a recordar uno de los momentos m¨¢s emocionantes de su historia, pero tambi¨¦n un amplio sector del madridismo, digamos que del 100%, empe?ado en echar agua al vino y reconstruir el relato de la gran haza?a para asegurar una mejor digesti¨®n. Los datos que arroja el buscador de Google certifican el esfuerzo colosal de los segundos y su victoria por goleada en esta especie de metapartido eterno: mientras el t¨¦rmino Iniestazo se tiene que conformar con unos meritorios 112.000 resultados, el apellido Ovrebo se eleva hasta unos impresionantes 186.000, ambos aproximadamente. Por una vez, y sin que sirva de precedente, podemos afirmar que el trabajo duro obtiene su justa recompensa.
Antes de todo esto, el partido que m¨¢s hab¨ªa dado de que hablar en la historia de nuestro f¨²tbol bien pudo haber sido el Espa?a-Italia del Mundial 94. Es dif¨ªcil saberlo, claro est¨¢, pero aquella pol¨¦mica se prolong¨® durante tanto tiempo que Luis Enrique parec¨ªa sufrir una hemorragia perpetua, incapaces de borrar de nuestras mentes aquella imagen tan ic¨®nica como dolorosa. El asturiano colgar¨ªa las botas diez a?os despu¨¦s, se tomar¨ªa su tiempo en entrenar al filial del Bar?a, a la Roma, al Celta... Y todav¨ªa en 2015, cuando lo vimos aparecer en el centro del Estadio Ol¨ªmpico de Berl¨ªn, dispuesto a abrazarse con Leo Messi tras conseguir la anhelada Liga de Campeones, tuvimos miedo de que lo pusiese todo perdido de sangre y l¨¢grimas, esclavo para siempre de su propia historia. Largo y tendido se habl¨® sobre aquel incidente, tanto que en 2007 la banda cordobesa Deneuve public¨® su cuarto ¨¢lbum de estudio y lo titul¨® precisamente as¨ª: El codazo de Tassotti.
Pero hab¨ªa otra raz¨®n -mucho m¨¢s prosaica, por cierto- para volver una y otra vez sobre el recuerdo de aquel partido: la dos Espa?as, el monstruo de dos cabezas, la polarizaci¨®n inevitable que reina en este pa¨ªs desde ya ni se sabe. Apoyados en la tristeza por la eliminaci¨®n como ¨²nico v¨ªnculo tangible, los dos bandos insistieron en prolongar, per saecula saeculorum, la guerra desatada a trav¨¦s de las ondas por los dos grandes colosos de la radio deportiva en aquella ¨¦poca: Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa y Jos¨¦ Ram¨®n de la Morena. La derrota se convirti¨® en castigo para unos y refuerzo para otros, tan obstinados en el apoyo y oposici¨®n a Javier Clemente que no dejar¨ªa de ser el seleccionador espa?ol por antonomasia ni cuando reemplaz¨® a Paul Le Guen en el banquillo de Camer¨²n, apenas un a?o antes de que Andr¨¦s Iniesta y Tom Henning Ovrebo lo sustituyesen como nuevos epicentros del debate futbol¨ªstico nacional.
A Stamford Bridge regresamos todos cada 6 de mayo porque el f¨²tbol, como lo vida, solo parece tener memoria para las bodas, los funerales y las enemistades irreversibles entre grandes clanes familiares. Tanto nos obsesionamos con el golazo majestuoso del manchego y los penaltis reclamados al ¨¢rbitro noruego que ya nadie habla de la incre¨ªble anomal¨ªa, del verdadero hecho hist¨®rico que los ojos de medio mundo tuvieron el privilegio de contemplar aquella noche: fue la ¨²nica vez, como entrenador pero tambi¨¦n como jugador, que vimos correr a Pep Guardiola sin que su explosividad fuera anulada por el VAR.
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