C¨®mo el f¨²tbol compensa una guerra
Este deporte va m¨¢s all¨¢ de su condici¨®n de juguete social; implica sentimientos de adhesi¨®n e identidad compartida y juega un papel de intermediario entre padres e hijos
El poder del juego. En aquel Argentina-Inglaterra del Mundial 86, donde la guerra de Las Malvinas meti¨® los dedos y Maradona alcanz¨® la gloria, comprob¨¦ la fuerza descomunal del f¨²tbol. La pregunta parec¨ªa un disparate: ?C¨®mo un partido ganado pod¨ªa compensar una guerra perdida? Aquel partido demostr¨® que, en el terreno de lo simb¨®lico, puede. Ahora el f¨²tbol llega para facilitar la a?orada vuelta a la normalidad que, por cierto, nunca se pareci¨® tanto a la felicidad. Y lo hace sin m¨¢s pretensi¨®n que entretener, que es su cometido industrial. Pero el f¨²tbol, como experiencia, va m¨¢s all¨¢ de su condici¨®n de juguete social; implica sentimientos de adhesi¨®n e identidad compartida y hasta juega un papel de intermediario entre padres e hijos, cada vez m¨¢s dif¨ªcil de encontrar en otros ¨¢mbitos. Toda crisis invita a un nuevo comienzo y aqu¨ª est¨¢ el f¨²tbol para inaugurarlo.
El poder de la profesionalidad. Sin p¨²blico, el f¨²tbol pierde contexto y pasi¨®n. El miedo esc¨¦nico habla de la influencia de la afici¨®n durante un partido. Con p¨²blico es m¨¢s f¨¢cil alcanzar una euforia que te acerca al hero¨ªsmo. Pero ese es un estado de excepci¨®n del ¨¢nimo, no una norma. La falta de p¨²blico no tiene por qu¨¦ afectar a la profesionalidad. Lo digo porque leo que jugar sin p¨²blico ser¨¢ como estar en un entrenamiento y que eso rebajar¨¢ el impulso competitivo. No lo creo. Ser¨¢ un f¨²tbol desangelado, pero m¨¢s para los televidentes que para los jugadores. Claro que parecer¨¢ un entrenamiento pero, ?qui¨¦n dijo que un entrenamiento se hace a medio gas? Los jugadores volvieron del retiro obligatorio con un nivel f¨ªsico impresionante que el f¨²tbol tendr¨¢ que pulir, porque los esfuerzos que pide son muy espec¨ªficos. Pero si estuvieron a la altura en el enclaustramiento, m¨¢s lo estar¨¢n siendo conscientes de que los ver¨¢ el mundo entero.
El poder del fracaso. La ¨²ltima teor¨ªa de los gur¨²s del liderazgo es que solo se progresa fracasando. Parten del supuesto de que el error ense?a y no est¨¢ mal tirado. Este elogio al fracaso viene a cuento futbol¨ªstico por lo siguiente: hay un aut¨¦ntico terror a perder la pelota en determinadas zonas que resultan propicias para el contragolpe del rival. Equipos como el Getafe edifican parte de su ¨¦xito sobre este punto: jam¨¢s regalan la pelota antes de cruzar el centro del campo y, por el contrario, intentan provocar ese error en el adversario una y otra vez. As¨ª las cosas, mi nuevo concepto para los equipos que le temen a ese riesgo es: fracasa r¨¢pido. Ya que vas a perder la pelota, hazlo cuanto antes. Si tardas en hacerlo tu equipo se desperdigar¨¢ buscando posiciones de ataque y, si el rival te quita el bal¨®n, date por muerto.
El poder de la mediocridad. La serie El Presidente (Amazon Prime Video) nos pone ante la Confederaci¨®n Sudamericana de F¨²tbol en un tiempo donde reinaba Julio Grondona con su proverbial inteligencia y astucia. ?l, ya fallecido, act¨²a en la ficci¨®n como maestro de ceremonias y nos va narrando los pormenores de esa feria de la corrupci¨®n que empezaba en las Federaciones, segu¨ªa en la Conmebol y culminaba en la FIFA. Pero el presidente al que alude el t¨ªtulo es Sergio Jadue, un joven chileno que alcanza la cima de la Federaci¨®n de su pa¨ªs. Su mujer le domina como t¨ªtere de su ambici¨®n, Grondona le utiliza como instrumento de su poder, y una agente de la CIA lo emplea como chivato del FIFAgate. La serie exagera perfiles y situaciones buscando audiencia, pero refleja bien la mediocridad, casi tan ofensiva como la corrupci¨®n. Algo serio falla en el f¨²tbol para que gente tan vulgar llegue tan alto.
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