Las promesas de los entrenadores
Conviene no fiarse demasiado de los t¨¦cnicos que acostumbran a no prometer nada en rueda de prensa
Conviene no fiarse demasiado de los t¨¦cnicos que acostumbran a no prometer nada en rueda de prensa. En realidad, es algo que sucede en muy pocas ocasiones. La mayor¨ªa suelen tirar de humildad y argumentario industrial para limitar sus promesas al esfuerzo diario. ¡°Trabajo, trabajo y m¨¢s trabajo¡± es una de las f¨®rmulas m¨¢s utilizadas. Ni que decir tiene que, salvo contadas y llamativas excepciones, trabajar suele ser una de las primeras obligaciones de cualquier asalariado pero, por la raz¨®n que sea, en el deporte todav¨ªa se dan por buenas este tipo de obviedades. La clave reside en la sencillez: esa es su verdadera mercanc¨ªa. John Wooden, mentor y entrenador de Kareem Abdul-Jabbar en la Universidad de UCLA, se tomaba su tiempo para ense?ar c¨®mo colocarse correctamente las medias a sus jugadores. Y ten¨ªa sus razones: una arruga pod¨ªa provocar ampollas y dichas ampollas se traduc¨ªan en tiempo de inactividad. ¡°Si ustedes son realmente buenos, esa p¨¦rdida de actividad puede terminar con el entrenador despedido¡±. Promesas sencillas, m¨¦todos sencillos, resultados espectaculares.
Luego est¨¢n los m¨¢s atrevidos, los que llegan prometiendo gloria y p¨¢ginas en la historia porque no todo el mundo tiene abuela, y lo contrario tampoco contradice el derecho inalienable de cada uno a sentirse un elegido. Es un m¨¦todo arriesgado. Exponer el pecho siempre lo es. Le pas¨® a Wanderley Luxemburgo en Madrid, por ejemplo. Al menos desde la distancia, se le intu¨ªa una autoconfianza propia de un dios, hasta el punto de que no dudaba en presentarse a las ruedas de prensa ataviado con una cazadora tejana de dudoso acomodo en las zonas nobles de Chamart¨ªn. ¡°Yo nac¨ª para ganar. Yo no nac¨ª para ser uno m¨¢s¡±, se sincer¨® en una entrevista para O Globo tras su primer partido al frente del Real Madrid. En apenas seis minutos, se vanaglori¨® de haber devuelto la alegr¨ªa a los jugadores, a los aficionados, al club y a la ciudad entera, entre otras bondades: ¡°En Europa no est¨¢n acostumbrados a trabajar como nosotros trabajamos. En Brasil somos competentes, somos expertos en f¨²tbol. Nuestro conocimiento es muy grande¡±.
Aquello termin¨® como termin¨® pero no siempre tiene por qu¨¦ ser as¨ª. Jim Valvano lleg¨® en 1980 a North Carolina State, el guisante rojo junto a los gigantescos Tar Heels. ¡°Vamos a ser campeones¡±, declar¨® durante su presentaci¨®n. Y no bromeaba. Para demostrarlo, el primer entrenamiento lo dedic¨® a ensayar la consiguiente celebraci¨®n, incluido el t¨ªpico corte de las redes de la canasta y la entrega del trofeo. Tres a?os despu¨¦s, el equipo cenicienta de Carolina del Norte se alzaba con el t¨ªtulo de la NCAA dejando por el camino a los grandes trasatl¨¢nticos del pa¨ªs, incluida una Universidad de Houston que cay¨® derrotada en la final con Hakeem -entonces Akeem- Olajuwon y Clyde Drexler como imponentes mascarones de proa.
Por ¨²ltimo est¨¢n los que, como Quique Seti¨¦n, se presentan garantizando poco m¨¢s que el buen juego de su equipo. En una promesa peligrosa, no apta para todos los p¨²blicos. Uno se presenta en el Madrid, en el Inter de Mil¨¢n o en Boca Juniors diciendo que su equipo jugar¨¢ bien al f¨²tbol y los aficionados salen corriendo a los bancos para retirar sus ahorros, temiendo algo parecido a un corralito. Pero no en Barcelona. Juguetear con el tarro de las esencias desde el primer d¨ªa siempre deja un aroma agradable en Can Bar?a: a coche nuevo o a farmacia. Pero luego hay que mantenerlo con hechos, no basta con abrir o cerrar las ventanas. Y eso es, b¨¢sicamente, lo que ha hecho Seti¨¦n desde su llegada: dejar correr el aire y que sea lo que dios quiera, si aceptamos como buena la habitual comparaci¨®n de Messi con el alt¨ªsimo. Visto el resultado, uno se pregunta si no habr¨ªa sido mejor comenzar por los calcetines o el ensayo general de los festejos porque, sinceramente: a Seti¨¦n con cazadora tejana y el buen juego prometido, yo no los veo.
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