El escudo como parapeto
Tras la sentencia del bullying, Bartomeu se empe?a otra vez en cargar sobre los hombros del Bar?a cuestiones que pertenecen, estrictamente, a la naturaleza de los hombres
Durante meses, distintas cuentas asociadas a una empresa contratada por el Bar?a se dedicaron a practicar una suerte de bullying cibern¨¦tico contra diferentes personajes del entorno azulgrana. Lo hicieron, seg¨²n se desprende de la auditor¨ªa encargada a PwC, sin que ning¨²n ejecutivo del club lo solicitara, es decir, por su propia cuenta y riesgo, lo que en argot juvenil se conoce como ¡°echar unas risas¡±. Bien pensado, quiz¨¢s sea la explicaci¨®n m¨¢s plausible en un club donde el rigor ha dejado paso a una especie de realismo m¨¢gico en el que todo es posible, incluida una campa?a de difamaci¨®n espont¨¢nea orquestada por unos bots uruguayos.
Las conclusiones del informe han servido a Josep Maria Bartomeu para salir a la palestra y mostrar su satisfacci¨®n porque nadie haya metido la mano en la caja: algo es algo. Que los contratos se fraccionaran para evitar el control de la propia junta no parece preocupar a un presidente que se ha dejado a seis directivos por el camino del esc¨¢ndalo. Que del mill¨®n abonado a I3Ventures solo se hayan ejecutado trabajos por un coste aproximado de 600.000 euros, tampoco. Que nadie en el club fuese capaz de monitorizar el trabajo de la empresa contratada, que se consistiera, aunque solo fuese por omisi¨®n, el acoso a jugadores de la plantilla, familiares, mitos del club, opositores, empresarios y periodistas, entra dentro ya de lo puramente anecd¨®tico porque las preocupaciones de Bartomeu, que deber¨ªan ser las del Bar?a, parecen ser otras muy distintas.
La imagen del club ha quedado seriamente da?ada una vez m¨¢s pero la respuesta de su presidente ha sido la habitual: agitar el fantasma de la mano negra, apuntar directamente hacia los medios de comunicaci¨®n que destaparon el esc¨¢ndalo y etiquetar como enemigos del club a quienes no comulgan con el grueso de las versiones oficiales. A falta de un farmac¨¦utico concreto al que culpar, como sucedi¨® con el caso Neymar, buenos son los periodistas de la Cadena Ser, a quienes ni siquiera ha tenido Bartomeu el detalle de agradecer la funci¨®n de control sobre la empresa contratada que se deber¨ªa haber realizado desde las oficinas del propio club. ¡°El club desmiente las acusaciones y emprender¨¢ acciones legales contra quienes hayan dudado de su honestidad¡±, advirti¨® Josep Vives en su comparecencia del pasado lunes. Otra vez el escudo como parapeto, otra vez el empe?o de cargar sobre los hombros del Bar?a cuestiones que pertenecen, estrictamente, a la naturaleza de los hombres.
En lugar de asumir las conclusiones de la auditor¨ªa con humildad -no son pocas las que resultan verdaderamente sonrojantes- los responsables del club han optado por sacar pecho y obviar lo importante: que nadie necesita asear su imagen en las redes sociales sin ensuciarla previamente y que la reputaci¨®n de un club poco tiene por qu¨¦ ir asociada a la de sus gobernantes. El Bar?a seguir¨¢ siendo el Bar?a cuando Josep Maria Bartomeu ya no est¨¦ y lo era mucho antes de su llegada. Tanto fue as¨ª que nunca necesit¨® de terceros para inundar las redes de mensajes positivos. De eso se ocupaban los millones de cul¨¦s repartidos por el mundo cuando se les daban motivos para ello. Y, por cierto, gratis: mal asunto cuando se empieza a creer que todo se compra con dinero.
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