Pogacar se impone en la segunda etapa en los Pirineos y Roglic logra el liderato del Tour
El joven esloveno incendia el Tour y gana la etapa del Marie Blanque. Egan se recupera, Landa est¨¢ ah¨ª y Roglic es l¨ªder gracias a 21s de bonificaci¨®n
¡°?Y c¨®mo lo llev¨¢is aqu¨ª?, tiene que ser dif¨ªcil, ?no? Nosotros, ni tan mal, mucho m¨¢s tranquilos viviendo en la burbuja¡±. Landa, enmascarado hasta los ojos como un cuatrero del Oeste, se cruza la noche del s¨¢bado con un periodista en el pasillo del hotel y en un di¨¢logo de buena educaci¨®n mantenido a buena distancia lo primero que hace es preocuparse por su bienestar, y el periodista lo agradece, emite las quejas de rigor y no le agobia m¨¢s al ciclista, no le dice que todos le esperan el domingo en el muro del Marie Blanque, no le recuerda que en unos tiempos como estos, los del reino de la incertidumbre, quiz¨¢s pueda esperarse que el Tour, al menos, pueda ofrecer una certeza, algo a lo que agarrarse, un ciclista que ataque y rompa y en el que se pueda creer, y la niebla invade al pelot¨®n bajando Hourc¨¨re.
Y solo se distingue a los de Jumbo, su amarillo refulgente de polic¨ªas regulando el tr¨¢fico.
Son la certeza del Tour. La voluntad de Roglic, que quiere dejar en el ropero su amarillo de campe¨®n de Eslovenia versi¨®n Jumbo y cambiarlo por el amarillo Tour. ¡°Ya tocaba, y para ello necesitaba las bonificaciones¡±, explica despu¨¦s, como justific¨¢ndose, y pellizca la licra de su t¨²nica Tour. ¡°Ya llevamos nueve etapas. Ya llega el d¨ªa de descanso¡±.
Es el golpe de la raz¨®n que despierta a todos del torpor del sue?o al que los induce Hourc¨¨re, un primera debutante en el Tour que no es sino la vertiente del terrible Soudet, y el mismo asfalto granulado, que asciende hasta la estaci¨®n de Issarbe, y su vegetaci¨®n exuberante y h¨²meda, y desde la cima, m¨¢s all¨¢ de los valles, de Santa Engracia, se distingue clara la pir¨¢mide del Pic d¡¯Anie, y las hayas de Irati, donde la mitolog¨ªa cuenta que naci¨® un ciclista gigante llamado Indurain, no est¨¢ muy lejos.
Los gigantes de ahora no son calmos ni pacientes, son atacantes, atacantes, siembran el terror y lo disfrutan, y a los aficionados escamados les gustar¨ªa que no fueran fugaces, que no fueran artificiales, que no fueran como fueron tantos que tantas desilusiones llevaron al ciclismo. No son Roglic, que sufre para imponerse y gasta a todo su equipo, y Adam Yates, el l¨ªder que va a despedirse, a rueda, y todos ellos ¨CVan Aert, de escalador en Hourc¨¨re y luego llevando el llano, y de nuevo esprintando en las primeras rampas de Marie Blanque, donde intervienen, en formaci¨®n can¨®nica rodillo compresor, Gesink, Kuss, Bennett y Dumoulin, el tren del infierno¡ªsofocan iniciativas y desmoralizan voluntades. El pelot¨®n se agarra como puede y ni tiene tiempo de abrigarse para los descensos, y Enric Mas casi se congela.
Marc Hirschi se fuga y Tadej Pogacar, y la medida de su miedo es inversamente proporcional a sus fuerzas inagotables, incendia el Tour again, y para acabar con el espectacular suizo, el mismo chaval de 22 a?os reci¨¦n cumplidos que se fue con Alaphilippe en Niza, necesitan entre todos 90 kil¨®metros y relevos de todos los favoritos, porque Hirschi, rueda como pocos, con postura de contrarrelojista cl¨¢sico con los brazos cruzados, en grip casi de golf, para agarrar la pantalla de su ordenador en la punta del manillar, y sobre esa misma pantalla apoya la frente cuando baja como nadie, aplanado como una serpiente, qu¨¦ suelo p¨¦lvico, el pecho apoyado en la barra.
Y entonces, descendiendo Marie Blanque hacia los tejados de pizarra de Laruns, donde huele a cordero y queso de Ossau, los mejores son ya muy pocos, solo cuatro, y Landa con ellos, y Bernal y Pogacar y Roglic, y son tan pocos porque Pogacar ha vuelto a ser Pogacar, y con sus ataques en el muro de Marie Blanque, sus tres ¨²ltimos kil¨®metros al 10% y m¨¢s, ha conseguido romper en dos el grupo de los habituales favoritos. Y Egan que ya se parece m¨¢s, de un d¨ªa para otro, al Egan cosecha 2019, tambi¨¦n colabora en una demolici¨®n, con un ataque que recuerda a todos qui¨¦n es. Ceden Nairo, Guillaume, Bardet, Superm¨¢n, Rigo¡
Y es tan hermosa la caza entre los tres grupos en el descenso y el llano final, Hirschi cediendo en el pen¨²ltimo kil¨®metro, los de Roglic no dej¨¢ndose alcanzar por los de Nairo, y, de repente, ya no hay ego¨ªstas, sino relevistas, y nadie se esconde, como espectaculares los dos sprints a la eslovena: en la pelea por 5s en la cima del Marie Blanque, Roglic casi derriba a Pogacar, que se despista crey¨¦ndose ganador; en el de la victoria de etapa, Pogacar es imparable.
Roglic dice que Pogacar est¨¢ muy fuerte, pero que queda mucho Tour; Pogacar dice que solo sabe jugar al ataque, que lo otro es un aburrimiento; Egan suspira aliviado porque, dice, ha ¡°vuelto a recuperar buenas sensaciones¡± aunque le toque recuperar los 21s de la general y un minuto m¨¢s, por lo menos, pensando en la ¨²ltima contrarreloj, y Landa dice que claro que piensa en el podio, que hay un par de ellos m¨¢s fuerte pero que no va a dejar de so?ar.
Las certezas del reino de la incertidumbre son as¨ª.
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