Alaphilippe alcanza su cima
El ciclista franc¨¦s gana el Mundial con el ataque que hab¨ªa anunciado la v¨ªspera, a 11 kil¨®metros de la meta, al que no pudo responder Van Aert. Valverde termina octavo
Julian Alaphilippe pedalea solo sobre la cresta de yeso y todo el mundo que lo ve desea ser ¨¦l, estar donde ¨¦l, sentirse como ¨¦l, su emoci¨®n. Y no pedalea, cabalga, m¨¢s bien, como un jinete del pony express, y el mundo a sus pies, abajo se extiende, y se come el viento y el helic¨®ptero se acerca, casi en trance su c¨¢mara, y cuenta su ataque, su libertad, su pasi¨®n hermosa, solo contra todos, con un tr¨¢velin, que no es un movimiento sino una declaraci¨®n de principios, como los de John Ford en Monument Valley.
La belleza del momento hace creer, en medio de la depresi¨®n, que la vida a veces se compadece y da un respiro, y la alegr¨ªa de Alaphilippe, 28 a?os, el Valverde de ahora, y lleva a cabo la tarea que al murciano, octavo pese a todo, se le hace imposible, cuando trepa arriba del todo en el podio m¨¢s importante de su vida, apenas 20 minutos m¨¢s tarde.
Y al lado de todo ello hasta parece menor el saludo-codazo-covid, que recibe del presidente del COI, Thomas Bach, el m¨¢s importante en la l¨ªnea del protocolo. ¡°No me puedo sentir mejor¡±, refleja m¨¢s tarde el franc¨¦s que 23 a?os despu¨¦s de Brochard en San Sebasti¨¢n lleva a su pa¨ªs el arco¨ªris. ¡°Esta siempre ha sido la ¨²nica carrera de mis sue?os. Es la cima de mi carrera. Lo he deseado tanto que vivo ahora una sensaci¨®n muy especial¡±.
Y su carrera no es cosa menor, claro. Tiene un monumento (San Remo), una Flecha, una San Sebasti¨¢n, etapas de Tour y Vuelta, y un maillot amarillo durante dos semanas que le convirti¨® en el ni?o favorito de los franceses en julio del 19. Roz¨® el triunfo en el Mundial del 17, el de Bergen, con un ataque que no se vio porque fallaron las c¨¢maras; se desmoraliz¨® ante Valverde en el del 18; se congel¨® en la lluvia de Yorkshire hace un a?o.
Al franc¨¦s le persiguen de cerca, 10s, 15s, no m¨¢s nunca, los que descubrieron el Tour hace nada y se lo comieron a bocados, el ni?o prodigio Marc Hirschi, que ataca cuanto puede y duro y con su manillar estrechito parece un rider culebreando entre coches en Madrid; el fenomenal Wout van Aert, al que todos temen, y tambi¨¦n veteranos especialistas de Mundiales duros, de cl¨¢sicas de gran fatiga, Kwiatkowski, el polaco que llor¨® en el Tour cuando Carapaz le regal¨® una etapa, y Fuglsang; y tambi¨¦n va tras ¨¦l Roglic, que no olvida su pena, aunque en Imola, donde solo empieza a llover cuando desaparecen los atrezos que han convertido un circuito de f¨®rmula 1 en un escenario de gran ciclismo, su amigo y destronador Pogacar, generoso como nadie, le trabaja y le prepara el terreno con un ataque de locura en la Vuelta anterior, cuando faltaban 40 kil¨®metros para el final y el Mundial entraba ya en su sexta hora, aquella que separa a los buenos de los mejores. Y Pogacar ataca alegre y decidido, y consigue hasta medio minuto de ventaja, y durante 20 kil¨®metros hasta se puede so?ar que 41 a?os despu¨¦s de LeMond uno gane el Mundial el mismo a?o que gan¨® el Tour, lo que antes hac¨ªan los muy grandes, Roche, Hinault, Merckx o Louison Bobet. Pero en la novena subida a Mazzolano se mueve Dumoulin, se acaba Pogacar. Comienzan los fuegos artificiales. Y despu¨¦s salta Alaphilippe como un tap¨®n de champagne, como salta cuando se siente grande, como salt¨® en Niza para ganar la segunda etapa del pasado Tour, lo que le vali¨® para cumplir objetivos y dedicarse el resto de la grande boucle a pensar en su Mundial, al fin.
No llevan una cinta amarilla sino cascos y gafas que tapan su deseo y su desesperaci¨®n, no son el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa, ni suenan cornetas de rescate, aunque lo parezcan, desatados y desunidos. Cada uno es su ombligo.
No alcanzan su objetivo porque va Van Aert, y los dem¨¢s saben que aunque alcanzaran al franc¨¦s que vuela sobre los valles y los vi?edos la victoria ser¨ªa para el belga, que termina segundo, tan r¨¢pido, y que tan desgraciado se siente ya a los 26 a?os, y solo dos en la elite de la carretera, que hasta considera una maldici¨®n irse de su primer Mundial con dos platas, la de contrarreloj y la de l¨ªnea, ¨¦l que solo piensa en ganar. ¡°Y a¨²n es demasiado pronto para poder sentirme orgulloso¡±<NO1>de haber logrado dos platas"<NO>, dice con un aire de enfadado que no le ha abandonado a¨²n una hora despu¨¦s de terminar la carrera. ¡°Vine con otras expectativas¡±.
No lo alcanzan porque Alaphilippe solo mira hacia adelante y est¨¢ haciendo sencillamente lo que dijo que iba a hacer, atacar en la ¨²ltima subida a la Gallisterna, el repecho m¨¢s duro, una Redoute en el coraz¨®n de Italia, que corona a 11 kil¨®metros de la meta, y despu¨¦s de ocho de toboganes y carreteras estrechas, entra en el circuito de Imola y durante tres m¨¢s, pasada la discoteca tan alentadora La vie en rose, va recorriendo todas sus curvas, la variante alta, la curva cuadrada de Aguas Minerales a la izquierda, Piratella y Tosa, tan cerrada, a la derecha, y en el ¨²ltimo kil¨®metro la recta de Tamburello y la curva en ese, la ese de Senna, antes de desembocar a la derecha en la recta, y no puede haber entrada m¨¢s triunfal.
El ataque de Alaphilippe lo ha preparado Guillaume Martin acelerando al pie de la Gallisterna, en la curva de herradura, y desorganiza a los belgas, la selecci¨®n que m¨¢s tiempo ha llevado el peso de la carrera, y que, como afirma Van Aert, ha estado todo el tiempo a la defensiva. ¡°Por eso no colabor¨¦ unos kil¨®metros antes, en el anterior repecho, cuando atacaron Landa, Nibali y Ur¨¢n y me fui con ellos¡±, dice. ¡°No hab¨ªa franceses, Sab¨ªa que esto se jugar¨ªa en la ¨²ltima subida¡±.
Fue el gran movimiento de Nibali y el de Espa?a, que el resto del Mundial lo corri¨® inteligente a rueda, testigo de la lucha generacional por la jerarqu¨ªa del ciclismo mundial, sin pesar nunca en el desarrollo de la prueba.
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