Movimiento rotativo de apropiaci¨®n
Lo que hizo el ya ex presidente Bartomeu fue esconderse, una vez m¨¢s, tras una cortina de medias verdades que ya no logran el efecto adormecedor de otros tiempos
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De todas las cosas que dijo Josep Maria Bartomeu en su despedida, alguna era verdad. Que dimit¨ªa, por ejemplo. O que la edad media del electorado del Bar?a es de 58 a?os, un dato interesante al carecer de importancia: por el mismo precio pudo decir que le encanta el ¨²ltimo sencillo de Dua Lipa o que desayuna gachas de avena con muesli, cualquier cosa. En realidad, lo que hizo anteayer Bartomeu fue esconderse, una vez m¨¢s, tras una cortina de medias verdades que ya no logran el efecto adormecedor de otros tiempos. La suya ha sido una presidencia que resisti¨® el escrutinio a base de aburrimiento, tan gris y exenta de matices que daba pereza hasta cuestionarla. Porque, aunque muchos as¨ª lo piensen, ir contra el legado de Cruyff no es un matiz, si acaso una desgracia pasajera y un s¨ªntoma de debilidad que se lo ha terminado llevando por delante. En definitiva, se fue Bartomeu antes de que lo echaran, incapaz de digerir el deshonor que ir¨ªa impl¨ªcito en no superar la moci¨®n de censura y convertirse en el primer presidente de la historia al que los socios retiran su confianza.
Deja tras de s¨ª ¨Ca la espera de conocer el estado real de las cuentas¨C un panorama que dista mucho del que se encontr¨® cuando regres¨® al club de la mano de Sandro Rosell. Ning¨²n dirigente en la historia del deporte mundial recibi¨® jam¨¢s un legado semejante: s¨®lido en lo econ¨®mico, brillante en lo deportivo, armonioso en lo emocional. No parec¨ªa haber espacio en aquella ?taca blaugrana para el rencor y sin embargo lo encontraron, lo cultivaron y lo transformaron en algo poderoso que fue invadiendo cada parcela de la entidad como una hiedra que envenena y, al mismo tiempo, comprime.
Fueron, primero, a por sus antecesores, con una acci¨®n de responsabilidad que mantuvo a familias enteras al borde del abismo econ¨®mico durante a?os, empe?ados en reclamar unas p¨¦rdidas que la justicia convirti¨® en ganancias cuando el da?o ya estaba hecho. Luego fueron a por los s¨ªmbolos, obsesionados con destruir los afectos coleccionados por Cruyff y Guardiola, borrachos de egolatr¨ªa. Tambi¨¦n a por Messi, en ¨²ltima estancia, pero el peque?o genio fue m¨¢s carne de la que pudieron masticar. Sin ese paso en falso, sin la constataci¨®n evidente de que se sintieron por encima del Bar?a, sobreprotegidos e intocables, Bartomeu hubiese finalizado su mandato sin mayores problemas y el rosellismo ¨Cque por definici¨®n es un movimiento rotativo de apropiaci¨®n?¨C se presentar¨ªa como claro favorito a las pr¨®ximas elecciones.
Lo intentar¨¢n, de todas maneras. El Bar?a es un caramelo demasiado goloso para entregarlo sin pelear y las condiciones no han cambiado tanto como pueda parecer. Siguen teniendo un amplio aparato medi¨¢tico de su parte, la construcci¨®n del relato empieza a dar sus frutos ¨Cno son pocos los socios que hoy ven manos negras en el retrovisor de la dimisi¨®n¨C y la oposici¨®n est¨¢ fracturada, apenas unida en la firme intenci¨®n de echarlos. Har¨ªan mal en darlos por muertos y fracasar¨¢n si cada uno va a la guerra por su lado. ¡°No desgasta el poder, lo que desgasta es no tenerlo¡±, dijo una vez Giulio Andreotti. Nadie como ¨¦l para reconocer los beneficios de ponerle una vela a Dios y otra al diablo: cuidado con pensar que algo no existe por el mero hecho de negarlo.
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