Sufrir a bal¨®n parado
Es cierto que la capacidad del Bar?a para rizar el rid¨ªculo hab¨ªa quedado patente en aquel c¨®rner de Anfield Road, con medio mundo mirando al bal¨®n y los azulgrana mir¨¢ndose entre ellos
Hay algo hermoso en la decadencia del Bar?a de Messi, equipo colosal que escribi¨® algunas de las p¨¢ginas m¨¢s bellas en la historia del f¨²tbol y que ahora se dirige al desguace por su propio pie, corneado de muerte pero intransigente en su ¨²ltima voluntad: que el mundo entero sea testigo estupefacto del acto final. La l¨®gica y el respeto hacia los a?os b¨¢rbaros del genio aconsejaban otro desenlace, supongo. La aparatosa derrota de Lisboa ten¨ªa ese punto de ruptura que precede a los cambios rotundos, momento id¨®neo para decir ¡°hasta siempre, Leo¡± y comenzar un tiempo nuevo sin hipotecar los buenos recuerdos a cambio de una ¨²ltima bala, pero no. En el Bar?a todo resulta complicado, especialmente las despedidas, un club que parece permanentemente inspirado en una novela de Faulkner aunque con matices: en esta historia, Messi es la madre muerta que transporta a los vivos en una carreta camino de New Hope.
Cualquier equipo de leyenda es susceptible de ser humillado en combate: no pasa nada, es ley de vida. Que un gigante emergente como el Bayern te meta ocho goles entra dentro del guion, uno brutal y desagradable, pero guion a fin de cuentas. Tambi¨¦n que un Liverpool plagado de suplentes -aunque igualmente efervescente-, camino de su sexta corona europea, te remonte un tres a cero en el partido de vuelta. O que te despistes en Roma, como cualquier turista sobrepasado por su historia, belleza y una resaca colosal de lambrusco. Son cosas que pasan, achaques propios de la edad.
La verg¨¹enza viene despu¨¦s, cuando reinventas el significado de la expresi¨®n ¡°sufrir a bal¨®n parado¡± de un modo en el que nadie hab¨ªa imaginado jam¨¢s. O cuando te das cuenta de que la ¨²ltima gran aportaci¨®n del Bar?a de Messi a los libros de historia puede ser una nueva categor¨ªa estad¨ªstica: la de goles encajados tras un saque de banda a tu favor y en partidos consecutivos.
Ni los m¨¢s cenizos del lugar podr¨ªan esperar semejante disparate de un equipo profesional y aristocr¨¢tico como el Bar?a. Es cierto que su capacidad para rizar el rid¨ªculo hab¨ªa quedado patente en aquel c¨®rner de Anfield Road, con medio mundo mirando al bal¨®n y los azulgrana mir¨¢ndose entre ellos, en plan primer d¨ªa de instituto Beverly Hills 90210: Sensaci¨®n de vivir, pero los dos goles encajados ante el C¨¢diz y la Juventus se llevan la palma. Habr¨ªa que adentrarse en los peores cenagales del f¨²tbol amateur para encontrar una disfuncionalidad semejante, como por ejemplo aquel Bar Rampla en el que milit¨¦ yo durante tres temporadas, antes de colgar las botas definitivamente. Cada c¨®rner a nuestro favor se convert¨ªa en una oportunidad de gol para el equipo contrario, tan conocedores algunos de nuestro principal defecto que nos regalaban saques de esquina sin necesidad de sentirse presionados, ni apenas ruborizarse.
Todo resultaba tan rid¨ªculo que, para detener la sangr¨ªa, optamos por la soluci¨®n m¨¢s evidente: quedarnos diez atr¨¢s -incluido el portero, claro- mientras esper¨¢bamos a que nuestro lanzador la tirase directamente fuera, concediendo un saque de puerta que evitaba el factor sorpresa. ¡°?Serios, serios!¡±, gritaba el capit¨¢n poniendo los brazos en cruz, al estilo Kaiser, mientras los rivales negaban con la cabeza lo que acababan de ver sus ojos. Y serios ¨¦ramos, supongo, a nuestra extra?a manera. No lo es este Bar?a, sin embargo. O no lo aparenta, al menos, lo que tampoco resulta un gran consuelo para quienes imaginaron a Messi despidi¨¦ndose de otra guisa y se encuentran a un dios hecho carne de repente, a duras penas acompa?ado por unas car¨ªsimas hojas de perejil que ni siquiera saben sacar de banda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.