Seti¨¦n y los ¡®cuentapases¡¯
Con el c¨¢ntabro en el Bar?a vuelven a resonar los ecos de batallas pasadas, cuando la pasi¨®n por unos colores se revest¨ªa de carga ideol¨®gica
Todav¨ªa es pronto para juzgar el trabajo de Quique Seti¨¦n en Barcelona aunque, al ritmo que se desarrollan los acontecimientos en el f¨²tbol, quiz¨¢s la semana que viene nos parezca demasiado tarde. A imagen y semejanza de la pol¨ªtica actual, este es un deporte donde la mesura es devorada desde los extremos y, con el aterrizaje del c¨¢ntabro en el Bar?a, vuelven a resonar los ecos de batallas pasadas, d¨ªas extra?os en los que la pasi¨®n por unos colores se revest¨ªa de cierta carga ideol¨®gica para disimular que segu¨ªamos discutiendo sobre lo mismo.
Es cierto que de su debut se empezaron a sacar conclusiones muchas horas antes de que los focos del Camp Nou se encendieran para recibir al Granada. Bast¨® con una foto del propio Seti¨¦n abrazado a Riqui Puig -y unos tuits antiguos de su segundo, Eder Sarabia- para que en Barcelona se declarase la IV Rep¨²blica Cruyffista, que es la forma de gobierno favorita entre el entorno azulgrana cuando todo lo dem¨¢s se desmorona. Lo hizo N¨²?ez con el propio Cruyff, y m¨¢s tarde Laporta con Rijkaard y Guardiola. Entre medias, probaron sus distintos dirigentes con todo tipo de alternativas filos¨®ficas que no terminaron de cuajar, salvo en el caso -curioso- de Luis Enrique: lleg¨® para evolucionar el modelo y termin¨® conquistando la triple corona dando marcha atr¨¢s. As¨ª las cosas, no le hizo falta a Seti¨¦n mucho m¨¢s que poner a su equipo a dar pases para que muchos hayan querido ver en su intenci¨®n el regreso de los d¨ªas felices. Otros, en cambio, han utilizado esa misma precipitaci¨®n para rescatar un debate que hoy se antoja absolutamente desvirtuado por incomparecencia de uno de los grandes ponentes: el Real Madrid.
Casi nadie duda de que el duelo ¨¢rabe contra el Valencia es, hasta ahora, la obra cumbre de Zinedine Zidane en su regreso al banquillo del club blanco. El franc¨¦s llen¨® su alineaci¨®n de centrocampistas y el resultado fue una sinfon¨ªa de combinaciones y juego de alta costura que destrozaron al equipo de Celades desde la m¨¢xima cruyffista por excelencia: el control del bal¨®n como centro de todas cosas. Se celebr¨® el resultado pero tambi¨¦n el r¨¦cord de pases del equipo, se aplaudi¨® que un futbolista como Isco tuviese la oportunidad de contactar m¨¢s de 100 veces con el bal¨®n y se olvidaron aquellos mantras ajados de que el aficionado madridista nac¨ªa con un tara gen¨¦tica que le imped¨ªa disfrutar de las mieles que export¨® el Bar?a a todos los rincones del planeta. Por eso llama mucho la atenci¨®n este intento de ridiculizaci¨®n preventiva que, desde diferentes frentes medi¨¢ticos y afectivos, ya se practica contra Quique Seti¨¦n y los vulgarmente conocidos como cuentapases.
De nuevo, por cierto, se introduce la siempre sufrida ¡°superioridad moral¡± en el debate, argumento directamente reciclado desde la pol¨ªtica y que no hace m¨¢s que confirmar los peores temores sobre la naturaleza del mismo. Este es un partido que se juega desde trincheras maltrechas en las que unos y otros se arrogan malditismo o santidad dependiendo del d¨ªa, un juego dial¨¦ctico del que Seti¨¦n fue protagonista demasiadas veces en el pasado, de ah¨ª que ya nos atrevamos a predecir su futuro: gane o pierda, el resultado final ser¨¢ la m¨¢s vulgar de las parodias aunque, visto el partido de Ibiza, tampoco conviene descartar una bell¨ªsima tragedia.
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