Caicedo, un l¨ªder inesperado que quiere cre¨¦rselo
El ecuatoriano, punta de lanza del EF, el equipo de Higuita y Mart¨ªnez, en una contrarreloj devastadora
No est¨¢ Nairo, el mito local, que corre en Francia con su nuevo equipo franc¨¦s, pero su Tunja est¨¢ de fiesta por una carrera ciclista, el Tour Colombia, que no es una carrera cualquiera. Los ni?os no tienen escuela, los trabajadores descansan y todos se pasan por el centro comercial donde se concentran salida y llegada de la primera etapa o se api?an en las aceras de las largas avenidas para sentir la velocidad de los equipos lanzados en la contrarreloj, y aplaudir al ganador, el EF, que pasa como un rayo, a 55 por hora de media pese a los repechos matadores contra el viento por la autopista y a la altitud y su escasez de ox¨ªgeno, a los m¨¢s de 2.700 metros, que en Europa son monta?as y en Colombia p¨¢ramos templados. Y en bicis convencionales.
Antes de cruzar la l¨ªnea de meta, a Sergio Higuita, que iba el primero, le adelanta su compa?ero Jonathan Caicedo, ecuatoriano de Santa Martha de Cuba, en la frontera del Carchi, a 2.900 metros de altura, y hecho ciclista en Colombia, como todos los ecuatorianos.
Los biempensantes piensan que el maillot de l¨ªder es el premio que le da el equipo al gregario que Caicedo es, quien agradecido se dejar¨ªa la piel por sus l¨ªderes Higuita y Mart¨ªnez de aqu¨ª al domingo y la decisiva, en teor¨ªa, subida al Verj¨®n en Bogot¨¢. Pero ¨¦l piensa diferente. ¡°Debo cre¨¦rmelo¡±, dice, y se mira el maillot naranja de l¨ªder. ¡°Debo empezar a so?ar que puedo llegar al final con esta camiseta¡±.
Es el l¨ªder de una carrera destrozada de entrada, en 16 kil¨®metros de los 877 que suman las seis etapas previstas. En ellos, en un esfuerzo de 18 minutos apenas, dejaron a 44 segundos al Deceuninck de la locomotora luxemburguesa Bob Jungels y el vivaz Alaphilippe, y a 45 segundos al Ineos del dios Egan, que acept¨® la superioridad del rival. ¡°Aunque cometimos un par de errores estuvimos bien, pero el EF estuvo muy fuerte¡±, dice. ¡°Yo me siento muy fuerte para ser febrero¡±.
Sin un Nairo a quien aplaudir, en Boyac¨¢ la afici¨®n se ha dividido. Unos son del Education First, equipo norteamericano dirigido por un vasco con apellido de futbolista, Juanma G¨¢rate, en el que corren, junto al siempre popular y ahora herido Rigo Ur¨¢n, las figuras colombianas m¨¢s j¨®venes, Sergio Higuita y Dani Mart¨ªnez. Los otros son a muerte del Ineos, el equipo de los millonarios ingleses, dirigido por un navarro, Xabier Zandio, y en el que figuran Egan Bernal, el ganador del Tour, y Richard Carapaz, el ganador del Giro, que es ecuatoriano, o sea, casi colombiano.
Y todos admiran a los extranjeros que han dado el salto al charco para estarse unas semanas en Colombia y entrenar duro en altura y competir con ganas y alegr¨ªa, y por eso admiran, sobre todo, a Julian Alaphilippe, que repite del Tour Colombia del a?o pasado, y que repite, y al verlo en Boyac¨¢ junto a Bernal la gente se acuerda del Tour, de su pelea con Bernal por la victoria final, en la que termina KO ascendiendo el gigante Iseran. ¡°Pero esto no es el Tour¡±, dice Egan. ¡°Aunque seguro que Alaphilippe se mover¨¢ y con sus ataques har¨¢ saltar chispas¡±. ¡°Y no es el Tour, no, pero intentar¨¦ ganar alguna etapa¡±, dice el franc¨¦s que emocion¨® a su pueblo, tantos d¨ªas de amarillo el pasado julio. ¡°De todas maneras, me ganar¨¢ Egan, de nuevo¡±.
Entre Paipa, de donde sale la etapa del mi¨¦rcoles, y Tunja, gan¨® Indurain, en octubre del 95, har¨¢ ya 25 a?os, su Mundial contrarreloj; en Duitama, en la misma f¨¢brica de cervezas y refrescos en la que termina la etapa del mi¨¦rcoles, gan¨® Olano el mismo a?o el arco¨ªris. Carapaz y Caicedo ten¨ªan entonces dos a?os; ni Egan ni Higuita ni Dani Mart¨ªnez hab¨ªan nacido; El Pobre Antonio, el bar hotel de Nemecio Ruiz, llevaba un a?o abierto enfrente de la laguna de Sochagota, en Paipa, y Fabio Medrano, el actual alcalde de Paipa, acababa de cumplir seis a?os.
Ha pasado una vida.
Los ciclistas no se acuerdan de nada, aunque las pintadas en las carreteras, renovadas de vez en cuando, Olano, Indurain, Pantani, para que no se borren, y murales en las escuelas que se repintan cada cinco a?os, para celebrar los a?os redondos que pasaron, les dan a entender que aquello marc¨® mucho la regi¨®n; Nemecio, que tiene el bar lleno de fotos con sus selfies en carrera con ciclistas famosos, con Nairo, sobre todos, recuerda c¨®mo le daba al aguardiente todas las noches Eddy Merckx, que acompa?aba a la selecci¨®n belga, y el alcalde Medrano, cuya candidatura se llamaba Con sumerc¨¦ Podemos, dice que los j¨®venes como ¨¦l tienen derecho a creer y hacer creer que las cosas se pueden cambiar, y que el ciclismo ense?a eso, y hace sentirse orgullosa a la gente.
Desde un barquito que surca la laguna mira a las monta?as al norte, ¡°all¨ª, detr¨¢s de esa loma, est¨¢ Santander, el departamento al que en 1995, otra vida, tierra de guerrilla y paramilitares, no se pod¨ªa cruzar sin miedo, y me cuentan que los ciclistas que sal¨ªan a entrenar, Indurain, los franceses, los italianos, iban con escolta militar por si acaso, y por all¨ª ni sub¨ªan, y ahora hay una carretera lind¨ªsima que sube a Palermo, y hay paz¡±, y recita a Galeano, su poema a Los Nadies, ¡°los que cuestan menos que la bala que les mata¡±, un canto con el que se pueden identificar los ciclistas que sue?an ¡°que alg¨²n m¨¢gico d¨ªa llueva de pronto la buena suerte, que llueva a c¨¢ntaros la buena suerte¡±. Galeano no les da chance, no hay suerte para ellos, les dice. Ellos, Caicedo, con su sacrificio, con sus ataques, le quieren demostrar que est¨¢ equivocado, que hay esperanza.
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