Avisados estamos
El Madrid es un equipo que se desdice a s¨ª mismo en cada partido, que se nutre del disparate y acumula entorchados porque no le queda m¨¢s remedio
No hay equipo m¨¢s peligroso que el Real Madrid cuando no le salen bien las cosas, en especial aquellas que se le suponen ensayadas. Lo reconoci¨® el propio Zidane anoche, preguntado por el gol definitivo: un tanto que no debi¨® subir al marcador por una mera cuesti¨®n de principios, coherencia y respeto hacia la cadena de mando. Cualquier d¨ªa de estos nos enteraremos de que ni siquiera era Ferland el Mendy que gustaba al cuerpo t¨¦cnico del conjunto blanco, que era otro futbolista de id¨¦ntico apellido y origen similar, que nunca tuvieron intenci¨®n de reforzar el lateral izquierdo ¨Cpropiedad de Marcelo¨C, pero tampoco se atrevieron a partirle el coraz¨®n al franc¨¦s una vez presentado, ya con la camiseta en las manos.
Si de Messi se dice que agot¨® los adjetivos hace tiempo, del Madrid podr¨ªa decirse que lleva un siglo consumiendo la paciencia de sus rivales en base a lo inesperado. Es un equipo que se desdice a s¨ª mismo en cada partido, que no tiene palabra ni mucho menos sentido, que se nutre del disparate y acumula entorchados porque no le queda m¨¢s remedio, porque su naturaleza es ganar de cualquier manera, incluso cuando hace todo lo necesario para perder. En realidad, casi podr¨ªa decirse que el Real es v¨ªctima de su propia maldici¨®n, un club sin suerte que solo querr¨ªa ser una chica delante de un chico pidi¨¦ndole que la quiera, como Julia Roberts en Notting Hill, pero no hay manera: la gloria siempre lo alcanza aunque llene mil pizarras con otros tantos planes de huida.
Alg¨²n d¨ªa se escribir¨¢n tratados sobre un equipo que se cans¨® de ganar sin jugar a nada y empez¨® a ganar jugando a lo que no deb¨ªa. O a lo que no quer¨ªa, que para el caso es lo mismo. En la cara de Zidane ya empieza a vislumbrarse una cierta expresi¨®n de satisfacci¨®n incr¨¦dula, de no saber qu¨¦ decir o c¨®mo explicar por qu¨¦ su equipo gana hasta cuando no debe. La suya es una figura que en su momento ya explot¨® la factor¨ªa de Disney hasta el exceso, el entrenador que llega a un equipo de ni?os gordos, torpes o cegatos, y los convierte en la sensaci¨®n del campeonato sin raz¨®n aparente, una especie de Emilio Est¨¦vez sin melena ni tantos conflictos familiares. ¡°La jugada estaba ensayada pero no ten¨ªa que tirar Ferland¡±, declar¨® mientras conten¨ªa una carcajada que podr¨ªa ser sancionada por la UEFA, la FIFA, la OMS y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Algunos dir¨¢n que la expulsi¨®n de Freuler fue tan determinante en el desarrollo del partido como el empe?o del Madrid por desmontar su propia coartada, pero yo no lo creo. Once contra once, los blancos se arriesgaban a un intercambio de golpes en el que suele sentirse c¨®modo, quiz¨¢s demasiado, y eso no le conven¨ªa. Jugar contra diez, en cambio, lo conden¨® a nadar contra corriente, casi como un salm¨®n. Es ah¨ª donde aparece el equipo imprevisible que teme media Europa, tan capaz de resignarse por tenerlo todo a favor como de resucitar cien veces dependiendo de la luna. Quedan grandes equipos en liza y todos se esfuerzan en demostrarlo salvo uno: este Real Madrid de Zidane, que sigue disimulando. Avisados estamos.
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