Un golpe de genio de Stuyven acaba con los tres can¨ªbales en San Remo
El ciclista belga, de 28 a?os, sorprende a los grandes favoritos a dos kil¨®metros de la meta de la ¡®classicissima¡¯
La 112? Mil¨¢n - San Remo son menos de siete horas a m¨¢s de 45 de media (en la costa sopla el viento de espaldas), una d¨¦cima de segundo y Jasper Stuyven. Una prueba de resistencia al aburrimiento durante 299 kil¨®metros y un test de viveza, de inteligencia r¨¢pida, de intuici¨®n, de decisi¨®n sin dudas en un metro. Un contrapi¨¦ genial que le da a ¨¦l la victoria en V¨ªa Roma y llena de frustraci¨®n a los nuevos can¨ªbales, aniquilados en la classicissima, la carrera m¨¢s f¨¢cil de correr y m¨¢s dif¨ªcil de ganar.
Las horas se hacen tan largas y tan mon¨®tonas que la v¨ªspera los ciclistas cuentan su temor a quedarse dormidos, y explican qu¨¦ piensan hacer para no quedarse dormidos en la larga traves¨ªa de la llanura del Po. Nos distraemos con cualquier cosa, dice Alaphilippe, charlando con el que te toca al lado o pensando en la vida, pero siempre con un ojo abierto, no podemos perder la concentraci¨®n. Y en la cuneta, junto al r¨ªo, en los arrozales, est¨¢ aparcado un Fiat Topolino de color amaranto, rojo intenso, y aunque no haya niebla sino un sol fr¨ªo a¨²n, hay que pensar en Paolo Conte, Voghera, el acorde¨®n de Stradella, e inevitablemente en Gianni Mura recorriendo el Tour en su Fiat Multipl¨¤, un cenicero en el reposacodos y Carletto al volante, y en el radiocasete la voz cascada y el piano de Conte, y su melancol¨ªa se contagia, y este domingo, el 21, hace un a?o que muri¨® Mura, que era un periodista Tour y de Gimondi.
La d¨¦cima de segundo es un metro, un lugar exacto, un chispazo, es Jasper Stuyven, que cuando la carretera del Poggio ¡ªacabados los invernaderos de flores, los limoneros y los naranjos de sus laderas, la m¨²sica del Volare de Domenico Modugno en el ¡°blu dipinto de blu¡± que entonan interior e inconscientemente quienes se sienten invadidos de primavera, de deseos de lanzarse al Mediterr¨¢neo tan azul, su descenso de v¨¦rtigo¡ª va a entroncar de nuevo con la V¨ªa Aurelia y el perfume de mimosas, a dos kil¨®metros raspados de la meta en V¨ªa Roma, lanza su ataque. Es un visto y no visto. Uno, dos, 10 metros de ventaja. Adi¨®s. Y los favoritos se miran y se marcan. Los nuevos can¨ªbales temen y dudan, y acaban siendo devorados. Alaphilippe, el ¨²nico que se atrevi¨® a romper la paz del Poggio instaurada por la insensata velocidad con que les hizo ascender Pippo Ganna, el terror hecho caballos de potencia, quiere respirar. Van Aert, siempre a rueda del franc¨¦s, no quiere tirar porque se le ha colgado de la chepa el diminuto sprinter australiano Caleb Ewan. Detr¨¢s de ellos, Van der Poel, siempre media sonrisa en sus labios que fingen desinter¨¦s, calcula y espera.
Es una situaci¨®n nueva para ellos. Anestesiados la Cipressa, marcha imposible del Jumbo de Van Aert, y el Poggio por la alta velocidad que impusieron los del Ineos de Pidcock y Kwiatkowski, su fuerza superior, su capacidad, su clase y su talento ya no sirven para nada. Han dejado pasar el instante. Les han robado el fuego y la carrera. Lo ha hecho Stuyven un belga que en abril cumplir¨¢ ya 29 a?os surgido de la cantera de Johan Bruyneel en Estados Unidos, el equipo que lleva Axel Merckx y que comenz¨® con la bendici¨®n de Lance Armstrong. Calificado en sus comienzos de nuevo Cancellara por su capacidad para arrancar en el llano y mantener durante varios minutos una velocidad superior a los 60 por hora, Stuyven nunca fue capaz de alcanzar lo que se esperaba de ¨¦l. Antes de la classicissima, su primer monumento, el belga solo hab¨ªa ganado dos de las llamadas semicl¨¢sicas de comienzos de temporada, adoquines y muros ¡ªla Het Nieuwsblad y la Kuurne¡ª, y etapas de vueltas. Y eso era el belga del Trek, el ¨²nico equipo de toda su vida, uno del mont¨®n que segu¨ªa a las estrellas imbatibles ¨Cdesde el verano pasado, en todas las carreras en las que se participaban los tres estelares, Alaphilippe, Van Aert y Van der Poel, siempre ganaba uno de ellos¡ª hasta que tuvo la intuici¨®n ¨²nica de atacar donde ning¨²n corredor antes hab¨ªa atacado para ganar.
Hubo una fuga de ocho que nunca lleg¨® a tener m¨¢s de ocho minutos de ventaja porque los equipos de los can¨ªbales agotaron a sus rodadores de lujo ¡ªel Tractor Tim Declercq por Julian Alaphilippe, Paul Martens por Wout van Aert y Senne Leysen por Mathieu van der Poel¡ª para controlarla demasiado estrechamente.
Hubo una Cipressa en la que Van Aert puso a su Jumbo a 100 para evitar el esperado ataque de Van der Poel, que bromeaba en la cola.
Hubo un Poggio tremendo en el que la locomotora Ganna, quiz¨¢s el m¨¢s fuerte de todo el pelot¨®n, se agot¨® para evitar que saltaran Alaphilippe y Van Aert tan decisivamente como lo hab¨ªan hecho el a?o pasado y el franc¨¦s tambi¨¦n hace dos.
Hubo tal sacrificio de peones, que en el momento decisivo, cuando un peque?o grupo creado a iniciativa de Alaphilippe terminaba el descenso del Poggio y comenzaba el juego t¨¢ctico, el alfil Stuyven mir¨® a su alrededor y solo vio reyes. Era la suya.
¡°Hab¨ªa tres corredores muy fuertes y solo se hablaba de ellos¡±, dijo el belga feliz tras la gran victoria de su vida. ¡°Pero yo ten¨ªa un plan. Hab¨ªa demasiados ciclistas m¨¢s r¨¢pidos que yo al final del Poggio, y ninguno de ellos ten¨ªa gregarios para trabajar, as¨ª que o atacaba o esprintaba para terminar octavo o novena. Eso no me val¨ªa. Era un todo o nada. Hab¨ªa que jug¨¢rsela. Y me la jugu¨¦¡±.
Solo en la l¨ªnea final, cuando ya hab¨ªa levantado los brazos Stuyven, llegaron los favoritos a su rueda en un sprint desesperado que dej¨® segundo al australiano Caleb Ewan, tan fuerte en el Poggio, a Van Aert, tercero, y a Van der Poel, quinto tras Sagan. Alaphilippe levant¨® el pie y no pele¨® por un puesto de honor.
Como el a?o pasado, Alex Aranburu termin¨® s¨¦ptimo despu¨¦s de enlazar con el grupo de los favoritos en el llano final. Fue el mejor espa?ol. En su debut, Gonzalo Serrano acab¨® 25?, a 6s, con el mismo tiempo que Iv¨¢n Garc¨ªa Cortina (30?).
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