25 a?os sufriendo ¡®Mal de altura¡¯
Se cumple un cuarto de siglo de la Gran Tragedia, la muerte de ocho alpinistas en el Everest
Cada una de las 291 muertes registradas en el Everest, desde su primera ascensi¨®n en 1953, constituyen una tragedia de una magnitud tan incalculable para sus allegados como anecd¨®tica para el gran p¨²blico. Sin embargo, s¨ª pertenece a la memoria colectiva la cadena de acontecimientos que se dieron entre el 10 y el 11 de mayo de 1996, hace ahora 25 a?os, en el techo del planeta (8.848 metros), dos jornadas en las que perdieron la vida cinco alpinistas en el lado sur de la monta?a y tres m¨¢s en el lado norte. Se cumple ya un cuarto de siglo de una cat¨¢strofe bautizada en may¨²sculas como la Gran Tragedia, aunque ni es la m¨¢s sangrienta de la historia de la monta?a ni mucho menos la ¨²ltima de caracter¨ªsticas similares, pero s¨ª la m¨¢s conocida gracias al best seller Mal de altura, firmado por el periodista y alpinista estadounidense Jon Krakauer. El alud de bloques de hielo que en 2014 seg¨® la vida de 16 trabajadores de la etnia sherpa en la cascada del Khumbu, puerta de acceso al Everest, no merecer¨¢ una pel¨ªcula filmada en Hollywood ni libros superventas. Tambi¨¦n parece superada la aberraci¨®n de un atasco monumental por encima de los 8.700 metros en 2019: ah¨ª, haciendo cola para pisar la cima, murieron nueve personas.
Hace 25 a?os, los analistas de la referida tragedia se?alaron un par de factores como los desencadenantes principales de la muerte a c¨¢mara lenta de ocho alpinistas envueltos en una tormenta feroz: se dijo que la fiebre de cima y la comercializaci¨®n excesiva de la monta?a precipitaron una carnicer¨ªa evitable. Pero fue la toma err¨®nea de decisiones por parte de los gu¨ªas que lideraban las expediciones lo que cre¨® un c¨®ctel desastroso. Un cuarto de siglo despu¨¦s, ambos factores, no solo no se han corregido, sino que han crecido hasta l¨ªmites insostenibles.
Lejos de disuadir a los ne¨®fitos, el inter¨¦s por el Everest se dispar¨® a rueda de la obra de Krakauer. En consecuencia, la demanda por colarse en la codiciada cima se aceler¨® y con ella la comercializaci¨®n de la monta?a: si en 1996 agencias occidentales como Mountain Madness o Adventure Consultants gestionaban de forma integral su cartera de clientes, ahora son las agencias de Nepal las que se han hecho con un negocio que est¨¢n dispuestos a exprimir hasta sus ¨²ltimas consecuencias. Sin apuros econ¨®micos, en el lado norte o chino del Everest el Gobierno ha prohibido esta temporada la visita de expediciones que no sean locales, un contraste con el r¨¦cord de aspirantes extranjeros registrados a los pies de la monta?a del lado nepal¨¦s: 408, lo que supone un tr¨¢nsito en sus laderas de cerca de 1.000 personas entre clientes y sus gu¨ªas de la etnia sherpa.
En 1996, las expediciones que atacaron la cima en la madrugada del d¨ªa 10 al 11 de mayo hab¨ªan manejado partes meteorol¨®gicos que anunciaban la llegada de mal tiempo. Pese a ello, ese d¨ªa 34 monta?eros intentaron alcanzar la cumbre. El 23 de mayo de 2019 un total de 354 se colaron en la c¨²spide, como si el inter¨¦s por la ic¨®nica cima se hubiese multiplicado por 10. Entonces, algunos grupos supieron ver en la predicci¨®n del tiempo una amenaza y renunciaron, pero los que no lo hicieron se vieron inmersos en un drama en el que buena parte de sus art¨ªfices fueron asimismo sus h¨¦roes. Seguir hacia arriba bajo la amenaza de un cambio brusco de tiempo fue el primer error. El segundo tuvo que ver con la ausencia de cuerdas fijas en dos puntos clave: El Balc¨®n (8.350 metros) y el Escal¨®n Hillary (8.750 metros). No hab¨ªa cuerdas porque la tarea de colocarlas fue asignada ¨²nicamente a dos sherpas. Uno de ellos perdi¨® mucho tiempo llevando en corto a una clienta de post¨ªn y el otro no quiso cargar en solitario con todo el trabajo. Hoy en d¨ªa, un equipo de hasta 25 sherpas se encarga de colocar cuerdas fijas desde el campo base hasta la misma cima. Esta circunstancia retras¨® varias horas el horario estipulado, aument¨® el consumo de ox¨ªgeno artificial y el agotamiento de todos los involucrados: muchos de ellos alcanzaron la cima pasadas las dos de la tarde, la hora pactada para regresar con o sin cima, y cuando iniciaron el descenso no solo ten¨ªan ya la tormenta encima sino que su estado f¨ªsico se hab¨ªa deteriorado de forma exagerada.
Ese d¨ªa, Anatoly Boukreev, gu¨ªa de Mountain Madness, fue el primero en alcanzar la cima, tras colaborar en la colocaci¨®n de cuerdas fijas. Permaneci¨® all¨ª hora y media, asistiendo a los clientes. Lo extra?o es que subi¨® desde el campo 4 (7.900 metros) y regres¨® a este punto sin acompa?ar a sus clientes y sin emplear ox¨ªgeno artificial. Boukreev era un fort¨ªsimo alpinista pero no un gu¨ªa profesional y consideraba que cualquier aspirante al Everest deb¨ªa ser un alpinista aut¨®nomo. Su forma de actuar ese d¨ªa le convirti¨® en el blanco de las cr¨ªticas del libro Mal de altura: hac¨ªa falta un malo en dicha pel¨ªcula de horror y el kazajo pag¨® buena parte de los platos rotos. Con todo, en la madrugada del 10 al 11 de mayo, el ¨²nico que arriesg¨® su vida en la tormenta para salvar las vidas de tres clientes varados en tierra de nadie fue ¨¦l. Hoy en d¨ªa no se concibe que un cliente viaje sin la sombra de su gu¨ªa. De hecho, hay clientes que escalan apoyados por tres gu¨ªas que maniobran en las cuerdas fijas por ellos, les llevan y cambian las botellas de ox¨ªgeno y hasta los arrastran ladera abajo cuando alcanzan su techo.
Partes meteorol¨®gicos precisos
En 1996, los responsables de Adventure Consultants (Rob Hall) y Mountain Madness (Scott Fischer) pagaron con su vida la toma err¨®nea de decisiones. Tambi¨¦n dos de sus clientes y el gu¨ªa Andy Harris, que trabajaba para Hall y no quiso abandonarlo cuando agonizaba. Los sherpas And Dorje, Makalu Gau y Lopsang Jambu estuvieron cerca de la cat¨¢strofe mientras arrimaban el hombro. Neal Beidleman, gu¨ªa de Mountain Madness, tambi¨¦n tuvo un comportamiento heroico apa?¨¢ndoselas para descender con cinco clientes hasta las inmediaciones del campo 4, donde acudi¨® al borde del colapso para pedir una ayuda que solo Boukreev pudo brindarle.
En la actualidad, los partes que se?alan las ventanas de buen tiempo son tan precisos que toda la estrategia de ascenso se basa en dicha predicci¨®n. Para corregir los errores de 1996 no solo est¨¢n los meteor¨®logos sino los gu¨ªas sherpa, encargados de colocar kil¨®metros de cuerdas fijas, de abastecer los campos de altura con cientos de cilindros de ox¨ªgeno. En 1996, tres cuartas partes de los clientes de las dos agencias citadas no ten¨ªan experiencia alguna en ochomiles. Hoy se puede decir exactamente lo mismo. La falta de experiencia deriva en una falta de autonom¨ªa en las laderas del Everest. Sin una gran fortaleza f¨ªsica o t¨¦cnica, sin capacidad para prescindir del ox¨ªgeno artificial ni margen de maniobra cuando faltan las imprescindibles cuerdas fijas, dichos clientes son carne de ca?¨®n. La misma fiebre de cima que se observ¨® en 1996 pudo comprobarse en 2019, con una foto de un atasco monumental donde la espera deriv¨® en agon¨ªa y muerte para nueve personas. La comercializaci¨®n excesiva de ayer es la comercializaci¨®n desmedida de hoy y es un fen¨®meno que ni de lejos es exclusivo del Everest. Afecta a todas las monta?as con renombre del planeta que presentan dificultades t¨¦cnicas o derivadas de su altitud.
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